Las últimas semanas han sido pródigas en acontecimientos trascendentales con relación a Israel y el Medio Oriente. Esta es una breve síntesis para facilitar la adecuada perspectiva histórica
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cumplió su promesa de campaña y reactivó una decisión que Bill Clinton y sus sucesores habían postergado desde hacía 20 años: retornar la embajada de su país a Jerusalén.
El acto inaugural de la nueva sede, el 14 de mayo —exactamente la fecha gregoriana del aniversario de la independencia de Israel—, estuvo lleno de detalles simbólicos, contó con la presencia de las máximas autoridades de Israel y numerosos altos funcionarios estadounidenses. Trump estuvo representado por su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner, y por el embajador de EEUU en Israel, David Friedman.
Dos días más tarde, Guatemala hizo lo propio. El presidente Jimmy Morales acudió personalmente para la apertura de la sede diplomática; el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, presente en la ceremonia, recordó que ese país centroamericano siempre ha estado entre los primeros en apoyar a Israel, desde que su embajador ante la ONU, Jorge García Granados, promovió el voto favorable a la partición de Palestina en la Asamblea General de 1947.
Paraguay también reinauguró su representación oficial en la capital de Israel, con la presencia del presidente Horacio Cartes y de Netanyahu, el 21 de mayo.
Tras haber advertido que lo haría, el 8 de mayo el presidente Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear firmado con Irán junto al llamado Grupo P5+1 en el año 2015. Durante su discurso, Trump lo calificó como un acuerdo “defectuoso” e ineficaz para impedir que el régimen de Teherán desarrolle un programa intensivo de armas nucleares.
Apenas unos días antes, el primer ministro Benjamín Netanyahu había hecho revelaciones sensacionales sobre las actividades de Irán en cuanto a armamento nuclear y misiles balísticos, gracias a una formidable cantidad de información obtenida por el Mossad (servicio de inteligencia exterior de Israel) en un depósito de documentos ubicado en el propio Teherán.
Los demás países del grupo P5+1 (Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) deploraron la decisión, y aseguraron que mantendrán el pacto, aunque sin Estados Unidos este queda ahora muy debilitado. En realidad, lo que esas potencias defienden son las inversiones de miles de millones de dólares que han realizo en Irán gracias al pacto nuclear, que suavizó las sanciones económicas a ese país.
Trump alega que ahora se abre la posibilidad de llegar a un nuevo acuerdo, más equilibrado y eficaz.
Israel advirtió en repetidas oportunidades que no toleraría que Irán estableciera bases militares en Siria, desde donde pueda atacar directamente el territorio israelí con gran facilidad. Estas amenazas asumieron mayor intensidad desde que, en febrero, un dron iraní cargado de explosivos fue derribado sobre el norte de Israel.
El 9 de abril, un ataque aéreo de Tzáhal contra una importante base militar siria le costó la vida a siete miembros de la Guardia Revolucionaria iraní, a lo que siguieron amenazas de Yuval Steinitz, miembro del gabinete de Israel, quien afirmó que el dictador sirio Bashar al-Assad estaría en la mira israelí si permitiese un ulterior desarrollo de las bases iraníes.
El 14 de abril, un ataque combinado de Estados Unidos, el Reino Unido y Francia destruyó varias instalaciones de armas químicas de Siria, como respuesta al repetido uso de ese tipo de sustancias por parte del régimen de Bashar al-Assad contra la población civil. Sin embargo, ese incidente pasaría pronto a segundo plano. El 10 de mayo, la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria iraní disparó 20 cohetes de tipo Grad y Fajr desde Siria hacia bases militares israelíes en el Golán, causando leves daños y ninguna baja. Como respuesta, al día siguiente Tzáhal llevó a cabo un poderoso ataque contra decenas de instalaciones militares iraníes en territorio sirio, mientras el sistema antiaéreo sirio trataba infructuosamente de derribar los aviones israelíes. Esta fue la acción militar de mayor envergadura llevada a cabo por Israel en Siria desde la Guerra de Yom Kipur de 1973.
Según el vocero de Tzáhal, este fue un golpe devastador para la infraestructura iraní en Siria, del que le costará mucho recuperarse si es que lo intenta. Si Irán estaba probando la resolución de Israel para frenar sus aspiraciones de expansión militar hacia el sur, ya obtuvo una contundente respuesta.
Días después de que el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, dijera durante una reunión con líderes judíos en Nueva York que “los palestinos deberían callarse y dejar de quejarse” para regresar a la mesa de negociaciones, el ex primer ministro de Catar, Hamad bin Jassim bin Jaber al-Thani, afirmó en un tuit: “Los israelíes tienen derecho a vivir en su propia tierra en paz y seguridad. He tenido esta convicción durante muchos años, y aún la mantengo”
Estas inéditas manifestaciones son consecuencia de la amenaza común que representa el Irán chiíta para Israel y las naciones musulmanas sunitas. Se ha hablado repetidamente de un eventual establecimiento de relaciones diplomáticas, lo que marcaría un antes y un después para la situación política de Israel en la región.
El Líbano es un país atormentado, un juguete en manos de los poderes de la región. Durante las décadas de 1970 y 1980 padeció una terrible guerra civil causada por la Organización de Liberación de Palestina, que se había atrincherado como un Estado dentro del Estado y destruyó la tradicional paz interreligiosa del país de los cedros.
Luego fue invadido por Siria, y Hafez al-Assad, padre de Bashar, lo convirtió en un títere de su régimen. Después se ha convertido en campo de juegos para Hezbolá, el hijo favorito de Irán, que hace y deshace a su gusto. Sobre todo, Hezbolá ha convertido el sur del Líbano en un arsenal desde el que cientos de miles de cohetes de todo calibre apuntan a Israel. Durante la guerra de 2006 Hezbolá hizo llover miles de esos artefactos en el norte de Israel, y la respuesta militar de Tzáhal causó serios daños a la infraestructura libanesa.
Ahora, otro trozo de la autonomía simbólica del Líbano parece haber desaparecido: Hezbolá ganó muchos escaños en las elecciones parlamentarias del 6 de mayo. Ello puede explicarse, en buena parte, porque el grupo terrorista chiíta, gracias al fuerte apoyo económico iraní, ofrece amplios servicios sociales y lleva a cabo una intensa campaña de radicalización entre la juventud, mientras lo que queda del Estado libanés es simplemente inoperante.
Como ya se ha informado a través de nuestro portal nmidigital.com y en la página de Opinión de la presente edición, el grupo terrorista Hamás concibió una nueva estrategia para atacar a Israel. Los cohetes y túneles han perdido mucha de su eficacia, así que convocaron a las masas de Gaza a realizar “marchas del retorno” hacia la cerca de seguridad que separa a ese territorio de Israel para —en medio del desorden y el humo de neumáticos quemados— atravesar la barrera, penetrar en territorio israelí y causar estragos en las comunidades cercanas.
En su odio demencial, miembros de Hamás han llegado a destruir infraestructuras que sirven a la propia población de Gaza: el paso fronterizo de Kerem Shalom, desde donde entran en la Franja desde Israel casi todos los alimentos y demás productos esenciales, así como el gasoducto y el ducto de diesel.
La mayoría de los medios informativos del mundo destacó el número de fallecidos en el violento intento de penetración en Israel del 14 de mayo, pero pocos mencionaron que 50 de esos muertos eran terroristas de Hamás. Y así continúa la narrativa demonizadora de Israel.