Palabras de agradecimiento al jurado de “Cartas al Padre” de la Librería Ago
Raquel Markus-Finckler
Desde muy pequeña adoro al personaje de Mafalda creado por Quino. Gracias a sus historias, repletas de una profunda filosofía expresada con la certeza, sencillez y sensibilidad propia de los infantes, aprendí a amar los libros.
También entendí que la gente “grande” es muy complicada. Mucho más de lo que parece a simple vista.
Creo que si Quino estuviera vivo hoy en día, dados los recientes acontecimientos por todos conocidos, en vez de gritar a través de su querida Mafalda: “paren el mundo, me quiero bajar”; podría escribir (en nombre de todos los niños): “salvemos el mundo, me quiero quedar”.
Llevo muchos años siendo y pareciendo una adulta; sin embargo, la niña que fui, de alguna forma, sigue viva dentro de mí. Y ambas seguimos sin entender muy bien qué pasa con la gente que toma las decisiones más importantes.
Por eso, debido a eso, escribo.
Escribir me ayuda a procesar y a entender.
Primero, todo “eso” que yo misma siento, padezco, presiento y contemplo…
Luego, la escritura me ayuda a expresar mi perplejidad ante el comportamiento humano, el individual y el colectivo.
Escribir es mi forma particular e íntima de examinar y analizar los dos mundos en los que me muevo y convivo: el interno y el externo.
Tal vez por eso mi necesidad, mi urgencia, mi deseo de hacerlo cada vez mejor.
Tal vez por eso mi anhelo de utilizar los vocablos de la manera más precisa posible para desnudar ante mis lectores pedazos de mi alma, de mi psique, de mi ser.
Aunque debo reconocer que, detrás de ese profundo deseo de perfeccionamiento a la hora de escribir, también hay un poderoso anhelo de trascendencia, una necesidad de dejar huellas que delaten mi paso por este mundo.
Sin embargo, me toca ser muy cuidadosa a la hora de expresarlo abiertamente, pues con mucha frecuencia se confunde el deseo de auto realización personal con vanidad, la alegría genuina ante los éxitos con pedantería, y las ganas de celebrar buenas noticias con imprudencia y precipitación.
Usar la palabra orgullo no suele ser “políticamente correcto” y, sin embargo, ese sentimiento es muy necesario para conectar con nuestra verdadera esencia y condición humana.
De modo que, haciendo caso a aquello en lo que creo, y a pesar de que tal vez suene “políticamente incorrecto”; hoy me atrevo a compartir con ustedes mi alegría y satisfacción (y perdonen ustedes mi aparente falta de modestia y humildad) por haber logrado obtener el primer lugar del concurso literario “Cartas al Padre”, organizado en junio por la Librería Ago de Caracas (Venezuela) con la finalidad de celebrar con amor el día dedicado a nuestros progenitores masculinos.
Quiero reconocer y agradecer públicamente al jurado que decidió elegir mi carta como ganadora del certamen, por ser la más conmovedora y creativa. El cual estuvo conformado por los reconocidos escritores venezolanos Alfredo Jurado, Mirco Ferri y Faitha Nahmens.
El premio, además del placer de saber que todavía puedo escribir (y ganar), es un diploma con el veredicto del jurado y la última novela publicada de Gabriel García Márquez, En agosto nos vemos. Lo cual celebro doblemente por ser uno de mis escritores favoritos.
Después de conocer la noticia, lo socialmente esperado de mí en este caso sería que mirara para abajo con recato, cruzara mis piernas discretamente, demostrara mi turbación ante esta noticia con un ligero enrojecimiento de mis mejillas y un inquieto pestañeo. Y tal vez, hasta pudiera atreverme a expresar tímidamente: “gracias, pero no es para tanto”.
Quienes me conocen verdaderamente saben que no soy muy dada a seguir las complicadas reglas de lo socialmente aceptable, las cuales están destinadas a regular y moderar el comportamiento público de las mujeres que queremos ser tratadas como damas.
De modo que me toca reconocer que este premio me produce un gran júbilo y una satisfacción muy poco moderada. También debo admitir que grité y salté como niña cuando María Esther Nahmens Larrazábal, la regente de la Librería Ago, me llamó para comunicarme la noticia.
Por favor, no me señalen con sus dedos acusatorios para decirme que demostré una reacción exagerada. Deben reconocer que hay mucha gente por allí que no ha ganado nunca ni una rifa de bodegón, ni un concurso para ser elegida la reina de pueblo, ni una competencia por sacar la nota más alta de su salón de clases… (y vaya que sueñan con hacerlo).
En cambio, yo sigo ganando concursos por aquello que tanto amo y necesito hacer, es decir, escribir. Así que me permito celebrarlo como corresponde a una persona que decidió tomar las letras como vocación, profesión y oficio.
Si quieren unirse a mi júbilo, a mi sentido de auto realización y a mis anhelos de trascendencia… pueden acompañarme el próximo sábado 6 de julio, a las 11 am, en la Librería Ago (ubicada en Colinas de Bello Monte, Caracas), en donde brindaremos por las letras, por los libros y por la valentía de aquellos escritores que todavía nos atrevemos a medir nuestros talentos en competencias literarias.
Gracias por leerme y por dejarse tocar por mis letras.
Gracias por permitirme celebrar que todavía puedo escribir y ganar.
Al final, ¿quién sabe?, puede pasar que al igual que me sucedió a mí con Mafalda, algún día una pequeña niña lea lo que he dejado por escrito y tome la decisión de escribir para (tal como lo hizo Quino entonces, tal como lo hago yo ahora) tratar de salvar el mundo al que pertenecemos a través de las palabras.
Hagamos de este planeta un lugar en el que todos, niños y adultos, nos queramos quedar.
Veredicto del jurado
La carta es un género que contiene intimidad, romanticismo, revelación, acercamiento, lo entrañable. De su puño y letra y con contenido libertario, como las de Francisco de Miranda, aquella perturbadora como la de Dalí a su padre, al parecer acompañada de una gota de cimiente y la frase de ya no te debo nada, sensibles y hondas como las de Teresa de la Parra, es esa carta herida al padre suscrita por el escritor Franz Kafka, cuya inmortalidad, que se cuenta a partir del 3 de junio de 1924 arriba al centenario, la que inspira a María Esther Nahmens Larrazábal, cabeza y corazón de la Librería Ago, a organizar el concurso “Cartas al padre”, en su primera edición. Recibidas hasta el 16, justo el día del padre en nuestra casa, este 22, el jurado integrado por el poeta Alfredo Jurado, el novelista Mirco Ferri y la autora Faitha Nahmens Larrazábal, da su veredicto:
Felicitaciones a los premiados y el agradecimiento a todos por participar desde la compartida devoción por la palabra.
Faitha Nahmens
Junio 22, 2024