Editorial de Ana Jerozolimski en Semanario Hebreo Jai
Días atrás, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas publicó una lista de compañías israelíes y extranjeras que tienen vínculos comerciales con los asentamientos en Judea y Samaria (Cisjordania), con la evidente intención de presionarlas para que los suspendan o se atengan a las consecuencias de quedar “manchadas”. Estas son nuestras palabras, interpretando lo que nos parece claro significaba la mera elaboración de la lista y su publicación. Lo que el Consejo no dijo fue que de los aproximadamente 120.000 palestinos que trabajan diariamente en Israel con permiso oficial (según los datos que recibimos en agosto último de COGAT, la oficina de Coordinación de Actividades en los Territorios, un brazo de Tzáhal), 85.000 lo hacen en el Israel soberano y cerca de 35.000 en los asentamientos.
En términos generales, estos trabajadores ganan en Israel el doble del sueldo promedio en los territorios bajo control de la Autoridad Palestina (5.300 shékels, o sea unos 1.500 dólares, en lugar de 2.400 shékels, que son unos 685 dólares), y reciben todos los derechos sociales.
Evidentemente, si compañías cierran sus puertas en Judea y Samaria por presiones económicas, los primeros perjudicados serán sus trabajadores, entre ellos los numerosos palestinos allí empleados.
Más allá de la polémica puntual sobre los asentamientos, vale la pena entender por qué mientras oímos constantemente sobre el complejo conflicto israelo-palestino (que por cierto existe y causa problemas serios a ambas partes), en la vida diaria los palestinos quieren trabajar en territorio israelí. Seguramente para muchos sea sorprendente. Quienes están expuestos a la demonización de Israel —lo cual es muy distinto de la legítima crítica— no creerá que los palestinos busquen la cercanía del “enemigo”. Pues la realidad es otra.
Y un punto especialmente simbólico es que en muchos lados, por ejemplo en las zonas industriales como Barkan en Samaria, palestinos e israelíes trabajan juntos, lo cual a largo plazo es una de las mejores formas de lograr la mutua humanización, clave en todo proceso de reconciliación.
La organización Palestinian Media Watch —a la que citamos a menudo, dado que hace un concienzudo trabajo tomando información de las propias fuentes palestinas— acaba de publicar un informe sobre el tema del trabajo palestino en Israel. No es información de los últimos días, sino basada en diversos reportes que publicaron en los últimos años. Y lo interesante es que las fuentes con los propios trabajadores palestinos, abogados palestinos y la Oficina Palestina de Estadísticas. Todos sostienen que los palestinos gozan de mejores condiciones trabajando en Israel, incluyendo en los asentamientos en los territorios en disputa, que con empleadores palestinos, y por ende prefieren hacerlo del lado israelí. En Israel reciben sueldos que por lo menos duplican lo que se percibe del lado palestino, gozan de plenos derechos laborales, incluyendo —tal cual determina la ley— días libres por enfermedad y vacaciones, al igual que los trabajadores israelíes.
1) “Siempre que los trabajadores palestinos tienen la oportunidad de trabajar para empleadores israelíes, son rápidos para abandonar sus puestos con sus empleadores palestinos” (Al-Hayat al-Jadida, órgano oficial de la Autoridad Palestina, 21.9.2014).
2) “El salario diario promedio de los empleados (palestinos) en Cisjordania, era 98.8 shékels y en la Franja de Gaza 56.7 shékels. En Israel y los asentamientos israelíes, el salario diario promedio alcanzó en el tercer trimestre del 2017 los 233.3 shékels” (Oficina Central Palestina de Estadísticas, 9.11.2017).
3) “En el primer trimestre de 2018, el salario diario promedio del trabajador palestino aumentó a 107.9 shékels, a 62.10 shékels en la Franja de Gaza y a 242,50 en Israel y los asentamientos israelíes (Oficina Central Palestina de Estadísticas, Reporte sobre la fuerza de trabajo, enero-marzo 2018).
4) “Es inconcebible que el obrero palestino reciba sus plenos derechos del empleador israelí pero no es los palestinos” (Wael Nazif, gerente general del Sindicato de Trabajo de la Autoridad Palestina, en el órgano oficial de la AP, 21.9.2014).
El abogado árabe-israelí Khaled Dukhi, entrevistado en el programa “Asuntos laborales” de la televisión oficial palestina, explicó por qué la gente prefiere trabajar para empleadores israelíes. Trascribimos a continuación parte de la entrevista, de fecha 16 de marzo de 2016:
Khaled Dukhi: La legislación israelí es muy buena en cuanto a derechos de los trabajadores, tanto para hombres como para mujeres. La ley israelí no hace diferencias entre un trabajador que entró a Israel ilegalmente o legalmente. Lamentablemente, aunque esto es muy bueno, en la práctica la ley se ha convertido en algo muy malo para las trabajadoras palestinas mujeres. Por ejemplo: las mujeres palestinas que trabajan en el sector agrícola gozan de muchos derechos, como cualquier trabajador israelí en el sector. El salario es más alto que el sueldo mínimo, tienen 14 días de vacaciones por año en los 4 primeros años, un pago de 2.000 shékels de convalecencia por año en el primer año y 2.200 en el segundo y tercer año, igual para todos los trabajadores en Israel, perciben pago por vacaciones sea uno musulmán o judío.
Entrevistador de la TV palestina: Pero en la realidad ¿disfrutan de estos derechos otorgados por ley?
Khaled Dukhi: En realidad, los trabajadores palestinos y especialmente las mujeres obreras, no reciben todo esto. ¿Por qué? Usted ha dicho que “el intermediario palestino deduce de su salario”. No, no deduce, sino que comparte su salario. En la práctica, el intermediario se lleva el 50%, 60% y hasta el 70% de su salario. Si el salario diario de la mujer trabajadora es 180 shékels, al final recibe 60. El intermediario le roba las dos terceras partes. Disculpe que uso la palabra “roba”, pero esa es la palabra exacta.
El informe de PMW incluye testimonios de varios trabajadores palestinos en distintos sectores, pero preferimos compartir los de aquellos a los que vimos con nuestros propios ojos:
Recientemente visitamos una de las fábricas en la zona industrial Barkan, “Twitoplast”. Si bien a no todos los trabajadores les gusta salir ante cámaras o identificarse abiertamente, aquellos con los que hablamos fueron categóricos: sostienen que los boicots los perjudicarían a ellos directamente.
Sufian Dager (46), de una aldea no lejos de Ramala, nos contó que hace 21 años que trabaja en la fábrica. “Estoy muy satisfecho, se respetan todos los derechos, nos pagan como se debe, y acá además gano el doble de lo que ganaría si trabajara del lado palestino”, comenta. La mejor prueba de su satisfacción es que ha traído a sus dos hijos varones a trabajar en el mismo lugar. “Es importante que podemos sustentarnos con dignidad, eso es lo principal”, recalca, afirmando que “cualquier medida de afuera contra el trabajo aquí, nos perjudica seriamente”.
Con el mismo espíritu nos habló Saed Liunes de la aldea Salfit. “Yo quiero trabajar, eso es lo importante. Aquí lo hago desde hace muchísimos años, sin ningún problema. Todos nos llevamos bien, trabajamos juntos. Vengo todos los días y me respetan. Gano lo que necesito para mantener a mi familia y no quiero que nada altere mi trabajo”.
En el pasaje de Kalandia, al noreste de Jerusalem, entrevistamos hace unos meses a algunos palestinos que entraban a trabajar. Walid (45), de la aldea Bidu , está en el ramo de la construcción. Tiene seis hijos, y garantizar que pueda mantenerlos es para él lo principal. “No todos los meses son fáciles. A veces pasa que hay un mes sin mucho trabajo. Pero cuando lo hay, y lo combino de antemano, no tengo ningún problema. Los empleadores israelíes respetan el trabajo y nuestros derechos sociales”.
Muaz (34), también está casado y sostiene que lo central es poder llevar dinero a casa. Tiene dos hijos chicos y es en ellos que piensa todos los días cuando viene a trabajar. Lo suyo es la pintura y trabajos de yeso.”No tengo acá ningún problema. Puedo trabajar en forma digna, eso es muy importante”. Le preguntamos qué opina de los casos en los que alguien comete un atentado y eso afecta a los trabajadores. Muaz frunce el ceño y responde: “Eso nunca es algo bueno. Claro que no para nosotros, que tenemos que trabajar, pero para nadie en el país. Con eso no se llega nunca a nada. Nosotros queremos trabajar en paz”.
Fuente: Semanario Hebreo Jai. Versión NMI.