El calendario judío es una combinación de calendario lunar y solar, que celebra varios inicios de año. Rosh Hashaná, “Cabeza del Año” en su traducción literal, es el más conocido y universalista de ellos.
El primero del mes de Tishrei, que resulta ser el séptimo del año contado desde la primavera, es el primer día del nuevo año que celebraremos al atardecer del viernes 15 de septiembre de 2023. En principio, registra los años desde la creación del mundo tal como lo conocemos, desde Adán y Eva, y se utiliza para registrar los años de la administración pública mundial, como por ejemplo los lapsos de gobernantes y aniversarios relacionados.
Pero el Año Nuevo Judío no constituye una celebración festiva de derroche en manjares y bebidas, que sí las hay siempre en abundancia en los hogares judíos también en estas fechas. Empiezan los diez días del arrepentimiento y la vuelta al buen camino, que culminan el día 10 de Tishrei con el Yom Kipur, el famoso Día del Perdón, caracterizado por un largo ayuno de veintiséis horas.
Rosh Hashaná constituye en un par de días de recogimiento y plegaria, no por el pueblo judío en particular, sino por toda la humanidad. Se le pide al Creador por el bienestar de todas las naciones del mundo, por la buena conducción de los gobernantes, por la salud de todos y los mejores designios. Es una fecha de preocupación y ocupación universal. La alegría del nuevo año se confunde con la incertidumbre por el devenir futuro, por las consecuencias que hayan de tener nuestras buenas y malas acciones en el juicio divino.
El aporte inicial y principal del pueblo de Israel, del pueblo judío, a la humanidad ha sido la creencia en un solo Dios. Un Dios omnipotente e invisible, que supervisa e interviene en la vida de los seres humanos. El judaísmo presenta al mundo un estricto y completo código de ética y comportamiento, de carácter universal y no particular, que de ser adoptado garantiza una vida de calidad en lo personal y lo colectivo.
El tema de Rosh Hashaná y de los diez días de arrepentimiento es la reflexión profunda y sincera, la recapacitación y el compromiso de corregir y mejorar conductas. Reconocer la existencia de Dios, aceptar su autoridad, y entronizarlo en nuestra vida diaria. Es algo que requiere de meditación y acción, de la dedicación necesaria y el rigor de la disciplina, sin perder la alegría del momento.
El punto de máxima intensidad lo constituye el sonido de un cuerno, un Shofar como se denomina en hebreo. Es un sonido fuerte y estremecedor, tiene un efecto en quien lo oye. El cuerno viene a recordar al patriarca Abraham, que cuando estaba a punto de sacrificar a su hijo Isaac se encontró con un carnero que fue el sacrificado en lugar del hijo. El Shofar llama al arrepentimiento, nos recuerda la fe de Abraham en el Creador, y una comprensión del concepto de Dios que no logramos captar fácilmente.
Abraham y el sacrificio de Isaac juegan un papel importante en Rosh Hashaná. Representan la fe absoluta en Dios, la aceptación del yugo divino por encima de lo racional. O quizás, visto desde otro punto de vista, la racionalidad de la fe. Si Abraham confía en Dios, en su bondad y en el concepto cierto de la eternidad del alma, el sacrificio de su hijo querido no es más que un atajo para llegar a la Eternidad. El paso por este mundo es tan solo una efímera etapa en el tiempo infinito del alma, que trasciende a lo material y la banalidad de la vida como la conocemos.
Para el común de nosotros, Rosh Hashaná es el momento de pedir a Dios por todos y para todos. De mejorar y perdonar. De escuchar el Shofar, compartir en familia y con amigos. De preocuparse y ocuparse. De celebrar comedidamente y fijarse nobles propósitos. Y de tener la esperanza de tiempos mejores por venir.
ShanáTová… Buen año 5784.