Rab. Isaac Cohen*
El “Día D” (6 de junio de 1944 / 15 de Siván de 5704), fecha del desembarco en Normandía durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, recibió el nombre en la prensa, en los libros de historia y en el cine, de The Longest Day (“el día más largo”), frase que algunos atribuyen primeramente al mariscal Rommel, y que definió para la posteridad la crucial importancia de tal acontecimiento en los destinos de la Europa ocupada por los nazis y del mundo de aquel entonces abrumado por una guerra total cruel y despiadada.
Para nosotros los judíos, todos los años tenemos un día más largo: Rosh Hashaná. Verdaderamente lo es, no solo por su trascendencia (se juzga el destino de cada una de las criaturas de Dios), sino porque se extiende de manera única e inusual a los días primero y segundo del mes de Tishrei. Se trata de un doble día. ¿Por qué? Rosh Hashaná recibe también el nombre de Kese (“cubierto, oculto”), ya que es la única festividad de nuestro calendario que se celebra durante el comienzo del mes, cuando la Luna, que estaba oculta, comienza a dejarse ver. Leemos en Tehilim (81:4): Tiku Bajodesh Shofar Bakese Leyom Jaguéinu, “Tocad el Shofar ante la Luna Nueva, en lo oculto (Bakese) de nuestra festividad”.
Esto es algo que confiere a Rosh Hashaná un matiz entre enigmático y secreto, que trasciende la noción física del tiempo y lo hace impreciso. Algo similar a lo que sucede con el pueblo de Israel, que a lo largo de la historia —muchas veces así ha sucedido— parece languidecer para luego volver a manifestarse en todo su esplendor. En esta particular fecha doble, de algún modo, todo vuelve a ser creado, y las fuerzas espirituales de las esferas superiores se manifiestan plenamente en el mundo que habitamos. El primer día de Rosh Hashaná fue ordenado por la Torá (Vayikrá-Levítico 23:24 y Bamidbar-Números 29:1), y el segundo día fue establecido por iniciativa de nuestros jajamim. Conjunción única y armoniosa entre lo humano y lo divino.
A tal punto Rosh Hashaná es una fecha tan ligada a la realidad existencial del hombre que Rabí Pinjásy Rabí Jilkía enseñaban (Masejet Rosh Hashaná – Yerushalmi: 3) que cuando los ángeles le preguntan a Dios “¿Cuándo cae Rosh Hashaná?”, Dios les responde: “¿A Mí me preguntáis? Vayamos a consultar al Bet Din”. El primer día de Rosh Hashaná está consagrado a la entronización del Todopoderoso, que con Su justicia perfecta reafirma el orden del Universo. El segundo día deja espacio a las limitaciones y carencias propias del hombre que se esfuerza por superarse espiritualmente, y que de tal modo intenta asociarse al Todopoderoso en la labor de perfeccionar el mundo.
Según la óptica del judaísmo, no hay cabida para el Din (rigor) si no es motivado por el Jésed (bondad). La disciplina solo se justifica a sí misma si está inspirada por el amor. Únicamente por amor se castiga a un hijo. El primer día de Rosh Hashaná está consagrado al rigor, para que el segundo día quede consagrado a la misericordia.
Explica el Zohar (III 231:3) que si Rosh Hashaná fuese un solo día, el mundo inevitablemente sería destruido por la suma gravedad de nuestras faltas. Lo cual nos enseña, desde el punto de vista ético y personal, que en primer lugar debemos ser rigurosos con nosotros mismos, con la finalidad de aprender a ser benévolos con nuestro prójimo. Entonces, del mismo modo Dios se comportará con nosotros. Dará valor a cuán exigentes hayamos sido con nosotros mismos, pero sobre todo tomará en cuenta cuán bondadosos hayamos sido con el prójimo.
No solo se trata de espiritualizar lo material, sino también de que lo espiritual algún día se materialice y de tal modo sea posible, quiera Dios muy pronto, la Gueulá universal y definitiva
También el Shofar posee una dualidad material y espiritual. El cuerno (Keren) es la manifestación física, y el espacio vacío no visible ni palpable de su interior —el Shofar propiamente dicho— es su manifestación inmaterial, cuyo sonido es un lenguaje sin palabras que habla directamente al alma. Decía el Baal Shem Tov que “el Shofar es un hacha”, una llave capaz de abrir cualquier puerta. El Keren es fuerza (Jazak) y el Shofar es valor (Ematz). Jazak y Ematz fue lo que le encomendó Moshé Rabéinu a Yeoshúa Bin Nun (Devarim-Deuteronomio 31:7). La fuerza para no trasgredir (Mitzvot Lo Taasé) y el valor para cumplir (Mitzvot Asé).
No solo se trata de espiritualizar lo material, sino también de que lo espiritual algún día se materialice y de tal modo sea posible, quiera Dios muy pronto, la Gueulá (redención) universal y definitiva. El día doble de Rosh Hashaná implica la noción de una segunda oportunidad. Insensato aquel que no esté dispuesto a aprovecharla.
Que el Todopoderoso bendiga a esta distinguida y querida kehilá, que le conceda prosperidad, Shalom y alegría, y permita que cada uno de nosotros sea inscrito en el Libro de la Vida, y digamos todos Amén.
*Rabino Principal de la Asociación Israelita de Venezuela.
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Enseñanza de mucha importancia que, algunos, a veces desconocemos u olvidamos sobre Rosh Hashaná. Sgradecemos también a Ha Shem por la oportunidad de aprender, tanto de lo material como lo espiritual, por este medio. ¡Gracias por los instrumentos utilizados!