Isaac Cohen
Rabino principal de la AIV
Distinguida y muy querida kehilá:
Son tiempos estremecedoramente difíciles. Algo que todos sabemos y que no es posible negar. Una terrible pandemia, una gran Maguefá, se ha extendido a lo largo y ancho del mundo, y las víctimas son numerosas. Una circunstancia que nos obliga a profundas y serias reflexiones.
Tal vez el tiempo más apropiado para hacerlo haya sido Elul, el mes de la preparación en el que hacemos un minucioso examen de conciencia, para darnos cuenta de nuestras faltas y esforzarnos en corregirlas. Los tiempos que vivimos, sin duda, se caracterizan por el materialismo, la indolencia y el egoísmo. Hashem, seguramente, nos hace un llamado y nos somete ahora a una prueba de Emuná. Nuestra respuesta debe ser aumentar en Torá y mitzvot, y en tzedaká y tefilá. Además, algo sumamente importante: pensar en nuestro prójimo, y no ser indiferentes ante sus carencias y sus congojas.
Shimón Hatzadik (Avot 1:3) insistía en que no debemos ser como un servidor “que solo está pendiente de recibir una recompensa”. Es la fórmula precisa para no dejarnos dominar por el materialismo, que tal vez sea la idolatría más practicada en nuestro tiempo. La bondad de Abraham Abinu no tenía otro propósito más que el de hacer el bien sin esperar nada a cambio. He aquí el fundamento del concepto de Jésed. El motivo de la mitzvá es la mitzvá en sí misma, y no puede ser de otro modo. Una mitzvá trae otra mitzvá y así, con el tiempo, conlleva a la superación espiritual. Pues, como bien explican nuestros jajamim, quien pretende mejorar el mundo debe comenzar por mejorarse a sí mismo.
Enseñaba Rabí Yanay (Berajot 34) que el materialismo conduce a la corrupción, pues cuando Hashem se disponía a castigar al pueblo por el asunto del becerro de oro, Moshé intercedió y le dijo “En Tu generosidad diste al pueblo exceso de plata y oro, y por eso hicieron el Éguel”. Con la palabra “exceso”, Moshé, se refiere sin duda a la riqueza que no sabemos manejar –saber manejarla sería aumentar en Torá y en Tzedaká–, sino que por el contrario, nos maneja a nosotros y nos pervierte.
Leemos en Devarim (32:15) “Y Yeshurún (que es Am Israel) engordó y empezó a patear”. “Engordar” es la manera metafórica de señalarnos que el materialismo es la enfermedad de la soberbia y de la autocomplacencia, que nos hace torpes y lentos, nos quita la agilidad y la motivación para cumplir con nuestros deberes con Hashem y con el prójimo. Se pregunta en Sanhedrín (108) “¿Por qué Rabí Najum era llamado hombre de Gamzú? Porque ante todo mal que le sucediese decía ‘Gam Zú Letová’ (también esto es para bien)”. Un ejemplo a tener en cuenta en la situación que actualmente atravesamos, y que ha sido motivo de tantos sufrimientos dentro y fuera de nuestra comunidad.
Gam Zú no significa dejadez y abandono, sino el auténtico optimismo, tan propio del yehudí, que nace de la certeza de que todo lo que decreta Hashem es al fin y al cabo por nuestro bien. Leemos en Semajot (8) que Rabí Akivá enseñaba que en el interior del sufrimiento debemos ser capaces de hallar el bien. Por eso decía algo que nos resulta duro y difícil de entender: “Hay que amar el sufrimiento”. Y explicaba Rabí Akivá que existen cuatro actitudes ante él: sufrir y rebelarse, que es propio de la desesperación; sufrir y pedir misericordia, que es propio del hombre común; sufrir y callar, que es propio del hombre santo; y por último sufrir y pedir que el castigo continúe –el nivel más elevado–, que fue propio de David Hamélej, pues le dijo a Dios en momentos de gran tribulación, tras ser reprendido por el profeta Natán (2 Shemuel 12:1-10): “Límpiame de mis pecados” (Tehilim 51:4).
Muchas veces, el sufrimiento purifica y también fortalece. Nos hace mejores de lo que habíamos sido y de lo que hubiéramos sido capaces de ser. Por otro lado, es muy importante acatar las recomendaciones que nos brinda la ciencia médica, para evitar en lo posible la expansión de la pandemia. Debemos cuidarnos y cuidar a quienes están cerca de nosotros. Leemos en Tosefta (Shabat 16) que las mitzvot fueron consagradas para la vida y no para la muerte, un principio fundamental del judaísmo, pues está escrito en Vayikrá (18:5) “Y cuidarán Mis ordenanzas y Mis leyes, el hombre las cumplirá, y con ellas vivirá”. No confundamos lo que verdaderamente es devoción y celo, con lo que es simplemente imprudencia y necedad.
Muchas veces, el sufrimiento purifica y también fortalece. Nos hace mejores de lo que habíamos sido y de lo que hubiéramos sido capaces de ser. Por otro lado, es muy importante acatar las recomendaciones que nos brinda la ciencia médica, para evitar en lo posible la expansión de la pandemia
Para el judaísmo la vida es, sin discusión, el valor supremo. Cuidar la vida es una mitzvá tan importante que está incluso por encima de cuidar el Shabat. Sucede que todos, sin excepción, somos para Hashem importantes y necesarios.
En estos tiempos de dificultad hagamos muy nuestras, con mucha humildad y profunda convicción, las siguientes palabras: “Abinu Malkenu Abinu Atá / Nuestro Padre, nuestro Rey, nuestro Padre eres Tú. Abinu Malkenu En Lanu Mélej Ela Atá / Nuestro Padre, nuestro Rey, no tenemos otro Rey sino Tú. Abinu Malkenu, Rajem Alenu / Nuestro Padre, nuestro Rey, apiádate de nosotros”.
Con el favor del Todopoderoso, pronto cesará la pandemia que actualmente nos amenaza y aflige, y tendremos para todos un año 5781 de mucha salud, de mucha parnasá y de mucha Torá y mitzvot. A nombre de mi familia, y el mío propio, les envío con confianza y optimismo un sincero Shaná Tová.
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