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C aracas, y el país todo, vive estos días una de las crisis más agudas que se recuerde en la historia reciente. Protestas, represión y caos aderezan nuestros días. En un contexto así, es difícil mantener la cabeza fría y los pies de plomo para pensar con lucidez el delicado conflicto nacional. Por eso fue un bálsamo conversar con Elías Farache, dirigente comunitario de larga data, quien, con un pie fuertemente anclado en la religión, asume la dirigencia de la CAIV en uno de los momentos más difíciles de su historia.
Farache es poseedor de un verbo reposado y de una capacidad de negociación y entendimiento poco común en estos tiempos, además de un don de gente más que notable. Lector empedernido, fumador de habanos consumado y amante de la buena conversación en la mejor compañía, Elías viene con un pensamiento preclaro y un proyecto sólido, que es darle continuidad al trabajo hecho por las gestiones anteriores; algo de lo que deberíamos aprender en la política nacional. Escuchemos, entonces, lo que tiene que decir el nuevo presidente de la CAIV.
¿Cuáles son las funciones de la CAIV?
-La misión y función de la CAIV es representar a la comunidad judía de Venezuela dentro y fuera del país. Esta misión ocurre en tiempos difíciles y hasta adversos para la comunidad y para el pueblo judío, pues los últimos 20 años en Venezuela han sido muy difíciles con respecto a la posición de la comunidad, en todos los sentidos. Aunque somos respetados por el gobierno y tenemos acceso muy fluido a canales oficiales, lo cierto es que algunos asuntos —como la falta de relaciones diplomáticas con Israel por muchos años, la incidencia del conflicto de Medio Oriente en la prensa venezolana y en los medios oficialistas, los ataques indiscriminados y la confusión maligna con el término “sionista”— han afectado mucho a la comunidad en su parte emocional. Le toca a la CAIV representar a la comunidad de una manera que siempre la deje intacta y muy en alto, porque de ahí depende su autoestima y la razón para admirar y sentir apego e identificación con nuestra patria, porque los judíos de Venezuela somos judíos de Venezuela, precisamente. Hemos nacido aquí, crecido aquí, con nuestra idiosincrasia judía, pero también venezolana. Y la CAIV tiene la misión de que la comunidad se sienta digna, fuerte, representada, respetada, así como evitar cualquier afrenta a ella, y en caso de que sucediese, sea vindicada inmediatamente.
Otra misión de la CAIV es la defensa a toda máquina y con toda fuerza de los valores básicos del pueblo judío: libertad de culto; nuestra irrestricta solidaridad e identificación con el Estado de Israel, aun en un país y bajo un régimen político que a veces tiene nexos demasiado cercanos a países y gobiernos que son antagónicos a Israel; la lucha contra el antisemitismo, a veces hasta de manera preventiva, antes de que el fenómeno alcance proporciones descontroladas; defender al Estado de Israel ante los ataques injustificados y sesgados que ocurren; desenmascarar el antisionismo como una nueva forma de antisemitismo “políticamente correcto”... Esas son funciones básicas y primordiales de la CAIV, que corresponden a derechos propios del pueblo judío, y a derechos humanos básicos.
En un país tan polarizado como Venezuela, asumir las riendas de la CAIV no parece tarea fácil
-Una cuestión que a mí me preocupa mucho, es que vivimos en un país muy polarizado, un país donde pareciera que no hay elementos que lleven al diálogo y la negociación en estos días que vivimos. Y al eso no existir —y lamentablemente tenemos experiencia en esto como pueblo judío y como Estado de Israel—, los extremos del adversario y los extremos del propio bando producen tensiones todavía más grandes que las reales.
La CAIV y la comunidad tienen una estructura organizada, apolítica en el mejor sentido de la palabra, es decir, no asumimos posiciones políticas en el marco del devenir político de la nación. Por supuesto que toda institución es política, pero nuestra función es no-partidista, y tenemos que llamar a la comunidad a la calma ante las pasiones que se desaten, sobre todo en momentos tan difíciles y violentos como estos. La CAIV tiene como función primordial proteger a su comunidad, levantar la voz para promover la paz dentro y fuera de ella, pero debemos recordar que no es una institución dedicada ni a la política, ni a las elecciones, ni a las estadísticas.
¿Cuál es el mayor desafío que le toca afrontar?
-Mantener a la comunidad tranquila y segura. Tranquila en el sentido de que no va a tener mayores sobresaltos; segura desde el punto de vista de su integridad física, intelectual y moral. Nuestro reto es mantener una comunidad siempre viable, con un toque de alegría y optimismo que le permita tomar sus decisiones de vida no desde el pesar o la presión o el miedo, sino desde la dignidad y la alegría.
¿Qué escenario maneja para el entorno-país en que ejercerá el cargo?
-Nosotros esperamos que en los próximos días en Venezuela se produzca un proceso franco de negociación, en el cual haya una salida política que permita la viabilidad económica del país. Aunque vengan tiempos difíciles de rectificación, de trabajo, de atender las consecuencias de la baja del petróleo y el entorno interno y externo, esperamos que el país se encamine y se ponga en marcha. Confiamos en que estamos en un país de gente absoluta y mayoritariamente buena, donde la gran mayoría quiere lo mejor. Hay diferencias de criterios, de visión, ideológicas, pero deben privar la negociación y el sentido común, aunque sea el más escaso de los sentidos.
Varias instituciones comunitarias han contado con su trabajo. ¿Qué significa para usted asumir la presidencia de la CAIV?
Es un gran honor. Me siento halagado, honrado y de verdad agradecido por la confianza que se deposita en mi persona y en el equipo de trabajo que tenemos. Pero más que halagado, me siento comprometido con el reto de hacerlo bien, en circunstancias en las cuales las variables externas no dependen ni de mi capacidad ni de mis intenciones. Hay un entorno que va a ser difícil de sobrellevar.
¿Qué balance hace de los 50 años de la CAIV?
-El balance es altamente positivo. La CAIV le ha dado a la comunidad fuerza y representación a todo nivel. El prestigio de haber pertenecido a su junta directiva es una carta de presentación muy importante. Creo que se ha hecho el trabajo. La CAIV, así como todas las instituciones comunitarias, es una mezcla de mística, pasión, entusiasmo, mucho trabajo y las mejores intenciones.
¿Cuáles son las debilidades y fortalezas de la CAIV?
-La debilidad de CAIV es ser una institución cuya junta directiva está conformada por delegados de varias instituciones distintas, entonces a veces puede no ser homogénea; pero no es el caso de estos tiempos. La fortaleza es que hay mucha mística, mucha solidaridad, el apoyo de las instituciones que la confederan —UIC, AIV, Federación Sionista, B’nai B’rith y la Federación Venezolana de Mujeres Judías—, pero sobre todo posee algo fundamental, y es que al momento de un conflicto la dirigencia de CAIV ha contado con el apoyo de la comunidad, lo que implica que es fuerte y apreciada.
¿Alguna reflexión final?
-Estoy asumiendo unos zapatos grandes difíciles de calzar. Por eso quiero agradecer la confianza depositada en mí, y decir que en este momento echo de menos a los que se fueron, y a la gente con la que trabajé. Espero contar con el consejo y apoyo de todos los que, hasta 120, sigan con nosotros. Vamos a salir adelante, pues esta coyuntura que vive el país, y por extensión la comunidad judía, en la larga historia judía no es nada grave, afortunadamente. Además, las comunidades judías del mundo tienen algo muy bueno que no todas las generaciones tuvieron y que hoy sí tenemos: un seguro de vida que es el Estado de Israel, que constituye un pasaporte virtual en el bolsillo, un salvoconducto real en cualquier momento. Teniendo eso, hablamos con más seguridad, con más fuerza y propiedad. Nuestra generación tiene la dicha de contar con el Estado de Israel.
Breve reseña curricular
Álvaro Mata