Seguimos viviendo una desagradable e insólita situación en el Medio Oriente, entre Israel y sus vecinos, desde el 7 de octubre de 2023. Una acción sin precedentes que segó la vida de quienes asistían a un concierto por la paz, una masacre de civiles en sus casas, de soldados en sus puestos de guardia y el secuestro de unas doscientas cincuenta personas, de las cuales todavía ciento y algo siguen como rehenes a la espera de una negociación que nunca se concreta, o de un rescate que luce imposible. La esperanza de que los rehenes estén vivos baja a cada momento, más aún cuando se saca la cuenta de cuántos se han recuperado en condición de cadáveres.
Israel todo está secuestrado. Tiene la centena de rehenes en Gaza; tiene a sus familiares desesperados, exigiendo pagar cualquier precio por un acuerdo que logre salvar a sus seres queridos cuando ya van once meses de hostilidades. La calle de Israel exige al gobierno un acuerdo con Hamás, y es inevitable que este acuerdo genere controversias apasionadas. Es necesario pagar un precio alto en concesiones, liberación de prisioneros confesos y convictos que regresarán a sus andanzas sometiendo a la población israelí. Porque la ventana de oportunidad se cierra cada vez más, y cada día reduce la posibilidad de que regresen a casa los secuestrados. Y es también un hecho cierto que la liberación de criminales, el canje por etapas de estos por rehenes vivos y muertos, el cese al fuego temporal y abandono de ciertas posiciones estratégicas, constituyen una amenaza muy real para toda la población israelí. Israel, su gente, su gobierno, oposición y oficialismos, están secuestrados por la duda, los enfrentamientos internos y una división que aturde y nubla el juicio. Este es un colosal triunfo de Hamás.
Israel también está secuestrado en su geografía: siete frentes abiertos en su contra. Desde Cisjordania, una ola de atentados y acciones criminales. Desde el Líbano, Hezbolá se ufana de mantener a todo el norte en vilo con unos cien mil habitantes desplazados, mismos que deambulan por el país a la espera de una seguridad que les permita volver a sus hogares. Hezbolá, además, se da el lujo de dictar la agenda de confrontación, de determinar el nivel del conflicto con Israel. Con decenas de miles de cohetes en sus manos y sin nadie que pueda controlarlos ni ejercer presión, la situación es delicada en extremo.
Sepultura de Almog Sarusi, uno de los seis rehenes asesinados por Hamás pocas horas antes de que las FDI hallaran sus cuerpos en un túnel de Rafah en la Franja de Gaza
(Foto: AP)
La República Islámica de Irán, con su poderío desplegado, amenaza con saldar una cuenta pendiente con Israel, reservándose el derecho auto-atribuido de atacar cuando lo crea oportuno. Esta coyuntura mantiene a Israel en alerta, y a las tropas de varios países desplegadas en la zona en la misma condición. Los hasta hace poco desconocidos hutíes se atreven a amenazar y lanzar misiles a Israel con la impunidad propia de quien no teme perder nada.
Cada día Israel vive un evento que descalabraría a cualquier país normal. El 13 de abril de 2024, Irán lanzó más de 300 artefactos voladores con explosivos, entre drones y cohetes. El país estuvo en ascuas por varias horas, completamente paralizado. Unas semanas después, unos drones lanzados por los hutíes lograron impactar Tel Aviv. El domingo 25 de agosto, en la madrugada, Israel debió lanzar un ataque preventivo sobre enclaves de Hezbolá en el Líbano que se aprestaban para lanzar un ataque masivo sobre el país. Por supuesto, este incidente paralizó el país por unas buenas horas, sin contar con el susto que se causa a una población acostumbrada a estos sobresaltos, pero que sabe de la inminencia del peligro que se corre.
Para no perder la insana costumbre, este domingo 1º de septiembre de 2024 amanece con la terrible noticia de seis secuestrados que fueron asesinados en los túneles de Gaza cuando el ejército israelí estaba muy cerca de ellos. Las versiones, al momento de escribir esta nota, señalan que ante la posibilidad de que fuesen rescatados fueron acribillados a sangre fría con tiros en la cabeza y otras partes del cuerpo. Un mensaje muy claro para Israel de parte de los captores. Israel pasa el primer domingo de septiembre enterrando a estas seis víctimas, y a otras tres asesinadas en un atentado en el centro del país.
Israel, su gente, su gobierno, oposición y oficialismos, están secuestrados por la duda, los enfrentamientos internos y una división que aturde y nubla el juicio. Este es un colosal triunfo de Hamás
No cabe duda de que Israel está secuestrado por el terror. Por la incapacidad de actuar efectivamente contra enemigos crueles, apoyados tácitamente por quienes, queriendo y sin querer, legitiman acciones como las del 7 de octubre de 2023. Interna y externamente, se culpa más a quien negocia con el secuestrador que al secuestrador mismo, y esto ha de ser producto de la disociación que conlleva vivir por tanto tiempo una situación algo más que kafkiana.
Israel, acostumbrado a acciones épicas, operaciones precisas con resultados sorprendentes, no tiene esa posibilidad en estas tristes circunstancias. Los túneles de la muerte son inexpugnables por eso, porque son túneles de la muerte. No hay Entebbe que valga, no hay presión que funcione, no hay cese al fuego que ayude. Es una lucha contra la irracionalidad, con las víctimas condenadas de antemano. Después de las condolencias de rigor en un día como hoy, la soledad en su causa se apodera de Israel.
Es la triste historia de un rescate que ocurrirá. Sea negociado, sea a través de acciones militares. Un rescate sin gloria, en un secuestro sin término.