Rachel Chocrón de Benchimol
Después de haber sido liberados del yugo egipcio, y comenzar su camino y su historia como pueblo, los judíos empiezan a transitar por un sendero de trasformación interna y espiritual que los prepara para recibir a través de Moshé la Torá Kenosha, que se traduce en la mayor recompensa por el trabajo de refinamiento en las cualidades de cada individuo, desde la finalización de la etapa de la esclavitud y todo lo que esa precaria situación conllevó en la vida de los yehudim en Egipto.
Es así como se presenta una metamorfosis que se inicia en el preciso momento en que el pueblo de Israel rompe con su esclavitud de tantos años; surgiendo literalmente de las cenizas un nuevo judío, que poco a poco sale de la impureza ocasionada por la forma denigrante de vida de tantos años de sometimiento al yugo de la cultura y sociedad egipcia del momento.
Poco a poco y día tras día, aquel rudo esclavo se trasforma en un ser de luz espiritual, quien después de observar milagro tras milagro de la mano directa de Hashem, proclama a Dios cómo su rey y de esta manera se prepara para recibir de manos de Moshé Rabéinu la Torá Kenosha, que no es otra cosa que el manual de vida para ese nuevo hombre que surge tras la barbarie egipcia.
Así, durante los 49 días que van desde la salida de Egipto hasta la entrega de la Torá en El monte Sinai, el pueblo judío sufre una trasformación paulatina y ascendente que lo hizo merecedor de la mejor recompensa por su magistral actuación, haciendo alarde de una conducta genuina y auténtica que lo llevó a ostentar el título del pueblo elegido por Dios para cumplir con Su voluntad en la tierra, y ser ejemplo entre las naciones del mundo.
Analizando un poco este fenómeno y lo que allí ocurrió, se me antoja crear un paralelismo entre nuestra historia actual y la vivida en ese momento como pueblo. Hoy en día, y no por coincidencia, a partir de Pésaj y quizá un poco antes, nuestra vida cambió, se trasformó de manera drástica por las circunstancias que ya todos sabemos y que no merecen ser mencionadas y menos explicadas.
Todos, como seres humanos, estamos viviendo una nueva e insospechada etapa de vida, donde vemos con absoluta claridad Quién maneja al mundo y de qué forma nuestras vidas pueden cambiar en cuestión de segundos.
Quien diga que su vida no ha sufrido algún cambio, y que su percepción de las circunstancias no ha cambiado, realmente creo que no ha entendido el mensaje que a gritos nos ha hecho saber nuestro Creador.
Al igual que el pueblo de Israel durante su difícil travesía por el desierto hasta llegar al monte Sinaí y recibir el magno regalo de la Torá, nosotros también en estos turbulentos momentos de nuestra existencia debemos y tenemos que sufrir una trasformación para bien en nuestras conductas, puliendo nuestras cualidades, dando lo mejor de cada uno de nosotros para así aspirar a la recompensa de una vida más sana, llena de paz, sosiego y esperanza, que se traduzca en reforzar una y otra vez el código de leyes de una vida feliz y plena, contenido en nuestra Torá.
Quiera Dios que a pocas horas de volver a recibir la Torá seamos realmente merecedores de adquirirla nuevamente, por haber alcanzado un nivel espiritual superior y habernos trasformado en mejores personas al servicio de Hashem y de nuestro prójimo, después de las turbulencias vividas en estos días, producto de la pandemia.
Que recibir la Torá nuevamente marque el comienzo de un tiempo de paz, de salud y de buena vida, de prosperidad y abundancia para todo Am Israel. ¡Amén ve amén!
Leiluy Nishmatá Esther Kamhi Bat Rajel.