La semana pasada, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina y líder de al-Fatah, Mahmud Abbas, alias Abu Mazen, hizo unas declaraciones infelices. Durante una rueda de prensa en Alemania, junto al canciller de ese país Olaf Scholz, le preguntaron si se disculparía por el atentado de Múnich, en las olimpíadas de hace cincuenta años, y respondió que Israel ha realizado cincuenta Holocaustos.
Abbas hizo un comentario indebido, en el lugar equivocado y ante la persona equivocada. Ese precio lo ha de pagar, independientemente de la reacción de Israel y los judíos. Banalizar el tema de la Shoá y con ello justificar una acción como la de Múnich 1972, va más allá.
Abbas es el interlocutor de Israel en el complejo, largo y tedioso conflicto israelí-palestino. La coordinación de seguridad entre Israel y la ANP ha sido un factor determinante para evitar atentados y localizar culpables. Las negociaciones de paz están estancadas, pero en comparación con la actitud de quienes dominan el enclave palestino en Gaza, Abbas y la ANP resultan mejores, tolerables.
Un comentario indebido, en el lugar equivocado y ante la persona equivocada: Abbas con Scholz
(Foto: EFE/EPA)
En Israel siempre hubo opiniones divididas en cuanto a tratar con Abbas. El exprimer ministro Naftali Bennett se negó a tratar con él. Sin embargo, no impidió que lo hiciera su ministro de defensa, Benny Gantz, como también lo ha hecho el actual primer ministro en funciones, Yair Lapid. El criterio que reza que la paz se hace con los enemigos es la receta que se sigue. Claro, hay quienes recuerdan que la guerra también se hace con los enemigos.
Israel no tiene muchas opciones. Seguro que debe tratar con Abbas y su gente como eventualmente lo hace con Hamás, aunque de forma indirecta. La seguridad y bienestar de la ciudadanía llega a depender de ciertas coordinaciones con aquellas personas y líderes que son adversarios de forma y fondo.
En Israel hay (¿hubo, quizá diríamos ahora?), quienes calificaron a Mahmud Abbas como un interlocutor válido y honesto. La verdad sea dicha, la gran mayoría de los israelíes quisiera que Abbas lo fuera, pero el quererlo así no lo hace realidad. Con todo y esto, incluso sus declaraciones, es evidente que Abu Mazen sigue siendo el punto de contacto más serio y confiable que tiene Israel por los momentos. El único en muchos sentidos.
Lo ocurrido en la rueda de prensa merece un agradecimiento de parte de todos. Podemos disfrazar la realidad, y vivir más felices sin ver cosas que no nos agradan, pero eso es peligroso. Abbas nos ha recodado a todos cosas que se han pretendido olvidar, con la buena intención de poder confiar en su liderazgo y personalidad para avanzar hacia la paz. Las declaraciones de Múnich no son fortuitas. Abbas tiene una tesis académica de hace más de cuarenta años en la cual niega que hayan sido asesinados seis millones de judíos, y una serie de declaraciones negacionistas del Holocausto. Ahora, a raíz de Múnich 2022, estas cosas se recuerdan, salen a la luz pública, y colocan a todos en una incómoda posición. También sale a relucir el papel que jugó en el atentado de las Olimpíadas, cuando Israel se llevó el plomo.
Abbas 2022, con sus declaraciones, nos llama a aquello de recordar no olvidar. Quién es cada uno, qué hoja de vida tiene, qué posiciones asume
Al igual que respecto al tema de la defensa de sus ciudadanos izquierda y derecha en Israel actúan con criterios similares, también en el tema de la Shoá, del Holocausto, no hay dobles posturas. La memoria de las víctimas es sagrada, la influencia de lo ocurrido en el pueblo judío no tiene atenuantes.
Todos los hombres de bien quieren la paz. Es algo que merece la humanidad. En Israel la paz es un anhelo nacional. En su búsqueda, los israelíes llegan a pelear entre ellos respecto a la estrategia que debe seguirse. Abbas 2022, con sus declaraciones, nos llama a aquello de recordar no olvidar. Quién es cada uno, qué hoja de vida tiene, qué posiciones asume. Seguro hay que negociar, sin disfrazar a la contraparte.
Gracias a Abbas por advertirnos, sin intención, aquello de recordar, no olvidar. Porque olvidar sería, entre otras cosas, una segunda Shoá.