Vivimos días de tremenda tensión en el Medio Oriente. No en balde se ha dicho que Israel enfrenta una segunda guerra de independencia. Hamás es un enemigo implacable, con capacidad de fuego probada en contra de centros poblados, control absoluto de Gaza y 229 rehenes israelíes como herramienta de presión en todo sentido imaginable. Pero Gaza es nada comparado con el arsenal al sur del Líbano, donde Hezbolá tiene cohetes e infraestructura para demoler Israel a punta de misiles lanzados indiscriminadamente. Uno se pregunta qué habrán hecho las fuerzas de las Naciones Unidas, o qué no habrán hecho, para que esta amenaza sea tan real y macabra. Como también uno se pegunta qué clase de “bloqueo” es aquel que permite en Gaza la creación de tal infraestructura de ataque.
El Estado de Israel, fundado en mayo 1948 sobre la base de la partición del Mandato Británico de Palestina resuelto por la ONU en noviembre de 1947, ha sido un hito en la larga historia del pueblo judío y de la humanidad. El pueblo judío, expulsado de su tierra en el año 70 por los romanos, nunca abandonó el objetivo de regresar a la patria y refundarla. Ese objetivo, luego de muchas tribulaciones, se logra en 1948.
Existen dos posiciones respecto a la pretensión judía de tener un Estado independiente en el concierto de las naciones. La primera, aquella de quienes aceptan tal pretensión y reconocen el derecho de los judíos a un Estado. Estos reconocen a Israel plenamente. Luego está la posición de no reconocer el derecho de los judíos a un Estado independiente; dentro de esta postura, está la de quienes una vez establecido Israel, siendo un hecho su existencia, lo reconocen. Y están quienes aun a sabiendas de la existencia y fortaleza de Israel, no lo reconocen y promueven su desaparición.
Lo anterior, dicho en términos muy simples, es una descripción de lo que ha sucedido y sucede entre Israel y sus vecinos, entre Israel y las naciones del mundo. Quienes reconocen el derecho o reconocen el hecho de la existencia de Israel, no generan mayores problemas. De vez en cuanto una condena, otras veces una opinión sesgada. Muchos países árabes pasaron de no reconocer el derecho a aceptar la existencia del Israel y respetarla. Egipto y Jordania, por ejemplo, que abandonaron el camino de las guerras para firmar acuerdos de paz. Los países que han suscrito los Acuerdos de Abraham, que reconocen el hecho cierto y tangible de la existencia del Estado de Israel.
La propaganda “propalestina” disfraza la intención de destruir el Estado judío
(Foto: The Wall Street Journal)
Pero existen aún quienes ni reconocen el derecho de los judíos a un Estado judío, ni tampoco aceptan el hecho cierto de su existencia. Promueven su destrucción, y actúan en consecuencia: los sectores radicales palestinos, Hamás, Hezbolá y la República Islámica de Irán. Hamás y Hezbolá son los protagonistas de las acciones recurrentes, permanentes, que tienen como objetivo la destrucción de Israel. No se trata de una definición de fronteras, de un arreglo territorial, de la solución tan mediática que reza “dos Estados para dos pueblos”. No. Es la destrucción del “ente sionista”, el Estado de Israel. Esto, dicho en términos tan sencillos y crudos, está en las cartas fundacionales y fundamentales de Hamás y Hezbolá, que pueden chequearse desde cualquier conexión de internet.
Es difícil entender esta postura maximalista y radical de quienes controlan territorios con población palestina, y además están prestos a sacrificarla en aras de un fin difícil, si es que no imposible de lograr, como es la destrucción de Israel. Además, a sabiendas de que los atentados, ataques, lanzamientos de cohetes y demás iniciativas mortales contarán con una respuesta contundente que generará víctimas inocentes de esa población que tienen de rehén (además de los 229 israelíes secuestrados).
Israel ha sido sometido a varias guerras, a las condenas injustas e ilógicas de la ONU, a campañas de desprestigio mediático, a campañas de boicot. Deslegitimar al Estado de Israel ha sido una tarea bien llevada a cabo y presentada en distintos países, medios de comunicación, universidades, foros de opinión y paremos de contar. Se ha difundido una sesgada imagen de Israel, y se justifica el terrorismo como herramienta de combate y negociación.
¿Qué tiene este grupo que controla Gaza, enfrentado a su similar o paralela Autoridad Nacional Palestina en la Margen Occidental, que no esconde sus intenciones de acabar con Israel y sus habitantes y además actúa en consecuencia, para recibir un trato tan preferencial de tantos y un silencio cómplice de otros?
Al momento de escribir esta nota, Israel trata de derrocar a Hamás del control de Gaza. Esto luego de que el 7 de octubre de 2023, una incursión de Gaza a territorio israelí cobrase la vida de 1400 personas, la mayoría civiles, hombres, mujeres y niños masacrados a la vista de los presentes, filmadas y trasmitidas las acciones. Violaciones y mutilaciones. Secuestro de unas 240 personas, 229 de las cuales son rehenes de Hamás en Gaza. Todo acompañado del lanzamiento de misiles hacia toda la pequeña geografía del territorio israelí. La ONU y muchos países llaman a un cese al fuego de parte de Israel, a permitir ayuda humanitaria. Pero no se llama a la liberación de los rehenes tomados por Hamás, ni a la rendición de quienes controlan el poder y someten a dos millones de personas utilizándolas como escudos humanos. ¿Qué tiene este grupo que controla Gaza, enfrentado a su similar o paralela Autoridad Nacional Palestina en la Margen Occidental, que no esconde sus intenciones de acabar con Israel y sus habitantes y además actúa en consecuencia, para recibir un trato tan preferencial de tantos y un silencio cómplice de otros? Tiene muchas cosas, menos la razón ni la ética.
Esta acción de Hamás del 7 de octubre ha sido espectacular. Logró derribar las consideradas invencibles barreras israelíes, asestar un golpe mortal a la población de Israel en número de víctimas y daño sicológico, además, llevarse más de dos centenas de rehenes para complicar cualquier decisión y acción israelí posterior. Como maquinaria suiza, se han dado instrucciones para que, en muchas partes del mundo, ciudades importantes, universidades, aeropuertos y demás foros que llamen la atención, ocurran en simultáneo marchas, manifestaciones, concentraciones y todo tipo de actividades condenando y deslegitimando a un país azotado por el terrorismo de un estado que existe de facto y acción, pero se queja de no ser reconocido por quien ni reconoce ni acepta, y a quien no le esconde su intención expresa de destruirlo. La acción de Hamás, además, considera a los judíos e instituciones judías de cualquier parte del mundo objetivos para sus fines. Este es un punto más a considerar y temer.
La retahíla descrita anteriormente tiene una razón de ser. Sencilla. Simple. Comprobable. Ante la cual muchos apartan su vista y nublan su entendimiento: hay quienes no reconocen el derecho a la existencia de un Estado judío, ni aceptan el hecho de su existencia. Obran, opinan y callan en consecuencia. Con fuerza y determinación.
Eso es… todo.