El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, es un asiduo visitante del Medio Oriente. Su gobierno está muy preocupado por la peligrosa situación en la región. En cualquier momento puede estallar un conflicto que arrastre cada vez a más países. Este escenario, tristemente muy probable, llevaría al mundo entero a un caos terrible. Los Estados Unidos se sienten con la responsabilidad de evitar una guerra que arrastre a varias de las partes a un escenario de pronóstico muy reservado.
Desde el 7 de octubre de 2023, Israel está en guerra, y no solo con Hamás en Gaza. Una guerra de desgaste con dos frentes calientes: el de Gaza, una guerra de calles y túneles, con trampas por doquier y la búsqueda incansable de los secuestrados, los mismos que van apareciendo por cuentagotas como cadáveres. Las negociaciones para la liberación de los rehenes no se concretan nunca, y la presión estadounidense se topa con una realidad que no quiere aceptar: Hamás no quiere liberarlos, e Israel no puede aceptar todas las exigencias que aparecen a última hora. Mientras una de las partes tiene excusas, la otra tiene razones de peso. Esto no le importa mucho al secretario de Estado. La semana pasada dijo que las partes se encontraban muy cerca de un acuerdo, que era quizás la última oportunidad y que no era momento de excusas.
Con pose de eterno optimista: Blinken pasó por Israel una vez más
(Foto: stripes.com)
Uno de los daños más importantes que ha causado esta guerra es la aceptación de las acciones de Hamás como instrumento válido de negociación, legitimando así a ese movimiento. Se compara a su líder con cualquier jefe de Estado, se da estatus diplomático a sus representantes en Catar o en Egipto. Se habla de él cómo si no estuviera escondido en túneles y no hubiera cometido ningún crimen. Al líder de Hamás y al primer ministro de Israel, Antony Blinken les dice que no es momento de excusas. El trato igualitario a ambos es una muy buena razón para preocuparse todos, no solo las víctimas actuales, no solo los israelíes.
Como esperaban los más pesimistas (realistas, a decir verdad), el sábado 24 de agosto Hamás no aceptaba las condiciones de un acuerdo de liberación de rehenes y entrega de prisioneros en cárceles de Israel. Hezbolá desde el Líbano habrá quizá asumido que sus acciones no serían la causante señalada del fracaso del acuerdo, y preparó un ataque sin precedentes contra Israel. Asomadas sus intenciones con mucha claridad, Israel lanzó un ataque preventivo a las 5 de la mañana del domingo 25 de agosto que desmontó la amenaza de unos seis mil cohetes que serían lanzados sobre puntos neurálgicos del país, entre ellos la emblemática ciudad de Tel Aviv. De cualquier modo, Hezbolá lanzó 300 artefactos, entre cohetes y drones; la mayoría fueron interceptados, Hezbolá anunció que sus objetivos en esta “primera fase” fueron alcanzados. Israel no reportó daños a instalaciones sensibles.
No nos engañemos. La acción preventiva de Israel podrá ser considerada un éxito en cuanto a tecnicismo y maniobra, también en lo concerniente a frustrar un ataque masivo. Pero el país estuvo paralizado por horas, el aeropuerto internacional cerrado, la población en ascuas. Los daños en el norte de Israel se repiten todos los días, sus desplazados habitantes no tienen cómo volver a sus casas. A casi un año de haber tenido que abandonar sus hogares, no existen condiciones ni pronósticos de cuándo podrán regresar a su vida normal. La situación de los rehenes sen Gaza persiste, con la angustia de los familiares que no encuentran ni consuelo ni esperanza. Ya son varias semanas que Israel y las fuerzas de varios países desplegadas en la zona esperan un ataque masivo, una situación de presión que resulta tan increíble como inaguantable.
Uno de los daños más importantes que ha causado esta guerra es la aceptación de las acciones de Hamás como instrumento válido de negociación, legitimando así a ese movimiento. Se compara a su líder con cualquier jefe de Estado, se da estatus diplomático a sus representantes en Catar o en Egipto. Se habla de él cómo si no estuviera escondido en túneles y no hubiera cometido ningún crimen
Desde el 7 de octubre de 2023, Israel vive una guerra de desgaste en lo militar, en lo diplomático y en lo interno. Una crisis que no se resuelve. Muchas veces se reclama al gobierno de turno, pero es evidente que los problemas obedecen a enemigos implacables y amigos que se confunden con sus posiciones. Los mismos que felicitan al canciller recién nombrado de un país con mucha influencia en esta situación, los mismos que toleran la intolerable situación de la “Suiza del Medio Oriente”.
Cuando Blinken exige a Israel y Hamás no tener excusas, equipara el horror con la legalidad. Confiere un estatus inmerecido y muy peligroso a los enemigos de la paz. Israel tiene razones de peso para sus posiciones y actitudes. Las excusas de sus enemigos constituyen una razón más para la actitud de Israel.
Hay quienes tienen excusas. Otros, tienen razones. Razones de peso.