Cuando estalló la guerra en Ucrania, Motl Gordon se mudó a Israel, donde está trabajando con judíos de habla rusa
David Stromberg*
La mañana del 24 de febrero de 2022, Motl Gordon se despertó con la noticia de que Rusia había invadido Ucrania.
“Me di cuenta de que ahora estaba en otra época”, dijo Gordon durante una entrevista reciente en Jerusalén. Dos horas después él, su esposa y sus dos hijos tenían boletos de avión, y en diez horas ya estaban volando hacia Varsovia.
Gordon había pasado los últimos cinco años liderando una comunidad judía independiente en Moscú llamada Sredi Svoih (“Entre los nuestros”). Apenas unos minutos después de decidir marcharse, Gordon fue a la sinagoga para dirigir una lección de Torá y las oraciones matutinas. No contó a sus feligreses sobre sus planes; aún no tenía claro si lograría abordar el vuelo.
No fue un viaje sencillo en cuanto a los documentos: no todos tenían visas, Israel no había levantado las restricciones por el coronavirus, y los niños no estaban vacunados. Solicitaron un permiso especial para eludir las restricciones, pero como la guerra había comenzado un jueves, la aprobación llegó demasiado tarde para aterrizar en Israel antes del Shabat. Terminaron quedándose en Varsovia hasta el sábado por la noche, cuando abordaron un vuelo a Ben Gurión; llegaron el domingo por la mañana. “Sesenta horas”, dice Gordon, “en las que no podía pensar en nada más que llegar a Jerusalén”.
La decisión de irse no fue fácil, ya que Sredi Svoih había prosperado bajo el liderazgo de Gordon. Pero no actuó en el vacío. Según cuenta, los judíos rusos ya habían comenzado a irse antes del 24 de febrero.
La primera señal de lo que vendría, dice, fueron las elecciones para la Duma, la cámara baja del Parlamento de Rusia, en 2021, durante las cuales Gordon consideró que la represión pre-electoral era demasiado dura como para revertirla. “Se sintió como una purga”, cuenta. Así que le dijo a algunos de sus feligreses que ya estaban fuera de Rusia que pensaba que era hora de comenzar algo nuevo y mudarse a otro lugar.
El rabino Motl Gordon en Jerusalén
“Quería pensar en una forma de servir a los judíos de habla rusa de fuera de Rusia que no estuviera centrada en Moscú. Una iniciativa que sirviera a los judíos rusoparlantes en cualquier lugar del mundo en el que decidieran vivir”.
Gordon imaginó un proceso gradual, que llevaría por lo menos un año. Pero el 24 de febrero se presentó, no solo para él, sino para al menos una docena de miembros de la comunidad que habían pensado en emigrar, como un catalizador. “Sentí que la vida judía en Rusia, tal como la conocía, estaba llegando a su fin. No podía dar un sermón el viernes por la noche sobre otra cosa que no fuera la guerra. Pero como figura pública, hacer declaraciones contra la guerra no era seguro para mí ni para la comunidad. Sin embargo, un rabino tiene que decirle a su comunidad la verdad”, expresa.
Una vez en Jerusalén, Gordon grabó un video para sus feligreses diciéndoles que se había ido. Quería hacer una declaración fuerte diciendo que la invasión de Ucrania era algo malvado, pero la junta directiva de su sinagoga opinó que podría llamar la atención innecesariamente sobre los miembros de la comunidad que todavía estaban allá (por esta razón, Gordon también solicitó no publicar fotos de sus feligreses). Así que se centró en que había llevado a su familia a Jerusalén, que haría su trabajo desde allí, y que apoyaría a los miembros de su kehilá en cualquier decisión que tomaran.
Gordon creció en una familia judía secular de San Petersburgo. A la edad de 5 años aprendió canciones en idish y cultura popular. Su maestra, Larissa Pecherskaya, era una de las docentes de tradición judía y música idish más solicitadas de la ciudad.
Cuando tenía 12 años quiso que su hermano menor, que entonces tenía 5, también tuviera esa experiencia. Pecherskaya había emigrado a Estados Unidos pero uno de sus alumnos había tomado su lugar, y Gordon inscribió a su hermano menor, acompañándolo a las lecciones. “Pensé que ya había superado ese nivel”, recuerda con una sonrisa. “Pero entonces se hizo evidente para mí que había algo mucho más grande detrás”. Así que comenzó a estudiar idish en profundidad.
A los 16 años Gordon estaba enseñando idish en una escuela dominical local, y se había unido a una banda klezmer. A los 19 comenzó a trabajar como educador en el Centro Comunitario Judío. También participó en el Programa Internacional de Idish de Verano de Naomi Prawer Kadar en Tel Aviv, primero como estudiante y luego como profesor. Fue durante ese período cuando se sintió atraído hacia la observancia religiosa.
“Sentí que necesitaba conectar los puntos, como si hubiera una brecha en mi educación, en mi identidad. Así que fui un Shabat al barrio ultraortodoxo de Jerusalén de Mea Shearim. Conocí a algunas personas que hablaban idish, me invitaron a pasar, y sentí la necesidad de observar el Shabat a partir de ese momento. No es como si pensara en cruzar el puente del mundo secular al religioso; simplemente sentía que era algo que encajaba bastante bien en mi vida y en mi comprensión de lo que es importante”.
Regresó a San Petersburgo y comenzó a asistir a la sinagoga cada Shabat, lo que lo llevó a buscar más educación religiosa dentro del movimiento Jabad. Viajó por toda Rusia para dar conferencias sobre la vida y la cultura judías, y compartir diferentes enfoques sobre cómo combinar el Judaísmo con la vida de los jóvenes modernos en Rusia. Durante esos años también viajó regularmente a Jerusalén para estudiar en una yeshivá (seminario rabínico). Luego, en 2017, fue invitado a dirigir Sredi Svoih en Moscú. “Fue emocionante ser contratado por una sinagoga, no por un jefe o un donante, sino por una comunidad que contrata y despide a los rabinos en función de su desempeño”, dice Gordon.
En Rusia, explica, ser el rabino de una comunidad significaba hacer muchas cosas: recaudar fondos, ser “entrenador de vida” y dar clases de Torá, no de forma tradicional, sino de una manera familiar y relevante para las personas. También se involucró en el marketing, la gestión de eventos y la dirección de los rezos durante el Shabat y las festividades, incluida la lectura de todas las porciones de la Torá. Y le dio a Gordon oportunidades que no existían en ninguna otra parte.
Gordon nunca descansa por mucho tiempo. Al final de su segunda semana en Israel
alquiló una oficina compartida en el centro Jerusalén, y comenzó a preparar una nueva iniciativa que incluye un Shabatón o reunión espiritual de fin de semana.
El Shabatón, que tuvo lugar en el Cinema Hostel en la calle Shamai, incluyó a feligreses que habían salido de Rusia, así como a amigos que no habían estado activos en la comunidad de Moscú pero que ahora estaban interesados en recibir apoyo espiritual. El grupo preparó sus propias comidas, fue a rezar al Muro de los Lamentos a las siete de la mañana, y dictó clases de Torá destinadas a ayudar a procesar la situación que incluyó temas como la guerra, la responsabilidad, la dictadura, la impotencia y la culpa. Y, como cuenta Gordon, el Shabatón terminó con un acontecimiento improvisado, que experimentó como un evento espiritual profundamente afirmativo.
El rabino Gordon dirigiendo una celebración de Janucá en Moscú
“Antes de Shabat”, dice, “le dije a todos que solo había una mitzvá ese Shabat: no leer noticias durante 25 horas. Y la gente lo aceptó. Cuando era casi la hora de la Havdalá (ceremonia de conclusión del Shabat), me di cuenta de que habíamos alcanzado ese estado elevado, pero que todo se arruinaría tan pronto como leyeran las noticias. Así que tuve que encontrar una manera de no estropear el estado de ánimo e hicimos lo contrario: enfocar las noticias con humor”.
Gordon y el grupo decidieron leer juntos las noticias en voz alta, como en una obra de radio o de cabaret, interpretando a los diferentes políticos como personajes. Un pianista tocó el piano, y al final cantaron las noticias; para las melodías usaron viejas canciones soviéticas, especialmente de películas animadas para niños. “Todo el albergue nos grabó”, narra Gordon. “Tuve que pedirle a la gente que no subiera el video a las redes sociales, porque pondría a algunos de los participantes en peligro personal”.
Para Gordon, el evento fue un ejemplo piloto del tipo de programación espiritual, cultural y religiosa que planea desarrollar como parte de su nueva iniciativa. Ya ha reclutado a uno de los participantes, el cineasta Ruslan Sorokin, quien se ha convertido en una especie de líder entre su propia comunidad de amigos y colegas de la industria del cine y la televisión, decenas de personas que han llegado a Israel durante el último mes.
Sorokin organizó una reunión en su apartamento donde la gente pudo relajarse, hablar sobre sus experiencias, y poner la situación en perspectiva. Invitó a Gordon a hablar sobre los artistas y el poder, sobre cómo los profetas se comunicaban con los reyes, y cómo los maestros jasídicos se comunicaban con los zares. Este es el tipo de trabajo que Gordon espera hacer en el futuro cercano: trabajar con los judíos rusos “tal como son”, en lugar de tratar de adaptarlos al molde de otra cultura.
“La idea no es replantear las cosas”, dice. “No quiero “venderles” nada. Solo entender, a un nivel profundo, quiénes son, con qué están conectados, qué influencias culturales les hablan, qué los inspira”.
“Lo que hizo Ruslan se conectó de inmediato en mi mente con lo que había leído e investigado sobre las antiguas sinagogas de la Europa Oriental, que estaban organizadas por actividades: la shul de los zapateros, la de los panaderos, la de los sastres: reconoces su existencia, su poder y lo que unía a esas personas. No se trata de trabajar por encima de esas estructuras sino de usarlas, su tejido social específico, para ayudar a la gente a encontrar su lugar, a conectarse entre sí, con su herencia, tradición y cultura judías”.
Gordon señala que esto es especialmente aplicable en tiempos de crisis, cuando las personas necesitan algo profundo con qué conectarse. Pero su idea más amplia es que la vida misma es una crisis. “El comienzo es una crisis, el final es una crisis, a cada paso hay una crisis, y para cada una hay algo en la Torá que te ayuda a superarla. No es necesario ser parte de un grupo político o religioso en particular para usarla”.
También afirma que gran parte de su motivación proviene del impulso para crear una iniciativa que no sea simplemente otra organización judía, con una agenda de arriba hacia abajo o una cuasi-secta que gire en torno a un rabino. “Claro, necesitas una persona carismática para construirlo, pero no se trata solo de mí, sino de crear una red que no dependa tanto de una figura como líder”, explica.
Toda la iniciativa fue resultado de una cadena de eventos puestos en marcha por una estructura estatal que tenía demasiado poder concentrado, dice Gordon. Por esa razón, está construyendo su visión sobre una estructura distribuida horizontalmente, dirigida por quienes se benefician de los programas. “Quiero que las personas sientan que marcan la diferencia. Y vemos esto en lo que está sucediendo ahora en Ucrania, donde mucha gente siente que puede marcar la diferencia”.
Gordon abandonó Rusia rápidamente, pero sus pensamientos están enfocados al futuro. “Estamos acostumbrados a pensar en los judíos de habla rusa como algo del pasado”, dice. “La gente emigra, pasa una generación y luego se integran a la sociedad. Lo mismo ocurre en Israel, Estados Unidos y otros países”. Lo importante de las personas que emigran ahora, explica, es que tienen los recursos para construir su legado judío, no sobrescribiendo sus identidades de habla rusa, sino comprometiéndose con ellas.
Desde que anunció su partida por video, Gordon también ha informado a su comunidad en Rusia que ahora se está buscando a alguien que los guíe en Moscú, mientras él comienza a desarrollar su iniciativa global. “Aportamos un trasfondo lingüístico y cultural enorme, que en realidad está muy interconectado con la cultura judía de Europa Oriental. No estamos comenzando desde cero ni dejando atrás todos los recursos que desarrollamos en la esfera rusa. Estamos utilizando esos recursos para construir nuestras nuevas identidades, que pueden diseñarse teniendo en cuenta esa herencia. Es algo respetuoso para con nuestros abuelos, y es nuestra forma de crear una continuidad sostenible”.
* Escritor, traductor y erudito literario radicado en Jerusalén.
Fuente y fotos: The Times of Israel.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.