Tres semanas atrás, la mañana de un domingo, el sonido del shofar, casi siempre asociado con el recogimiento espiritual y solemnidad de Yom Kipur y Rosh Hashaná, rompió el silencio reinante en una pequeña funeraria judía del sur de la Florida.
En general, el shofar suele trasmitir emociones y pensamientos que no siempre encuentran palabras o expresiones adecuadas; mucho menos podían emociones y pensamientos hallar palabras adecuadas en boca de quienes nos habíamos dado cita en ese recinto para rendir honores póstumos a una persona muy especial: David Suiza Wahnon, Z’L.
De hecho, el shofar no hizo sino agudizar la sensación de irreparable pérdida que asaltaba a los allí reunidos: pérdida del esposo, padre, abuelo, primo, sobrino, suegro, yerno, amigo, compañero, consejero y pedagogo con letras mayúsculas, que dedicó múltiples esfuerzos al estudio y trasmisión de las enseñanzas de nuestros sabios durante largas horas, sin contraprestación pecuniaria de por medio. Leshem Shamayim.
David Z’L era un Kovea Ittim laTorá por partida doble. Fijaba y dedicaba innumerables horas tanto para estudiar como para propagar el conocimiento de la Torá. Era un Osek baTorá por excelencia. Era el incansable organizador de shiurim destinados a los miembros de nuestra comunidad sin distingos de edad, género, preparación académica, posición filosófica, oficio o de otra naturaleza.
Reclutaba a sus alumnos con un simple “vamos a estudiar juntos”, o con un “me gustaría contar con tu ayuda en un shiur que estamos organizando en los días…”, sin aspavientos, con mucha humildad, sin trazar las consabidas líneas o fronteras que suelen caracterizar la relación moré-talmid. Su rapport con los asistentes a sus shiurim era del tipo havruta, compañero de estudio.
Era el tipo de profesor-amigo o amigo-profesor que impartía sus shiurim en un ambiente agradable y de amistad donde no se temía a las preguntas difíciles. Le encantaba escudriñar en fuentes judaicas hasta encontrar respuestas adecuadas. Sus shiurim representaban una constante y paciente búsqueda del mensaje de nuestros sabios.
Generalmente, a nadie se le ocurría tildarlo de señor David, ingeniero David o moré David. Era simplemente “David”. En las raras oportunidades en que algún amigo lo calificaba de Rabbi David, él reaccionaba con esa risita que caracteriza a aquellos cuya humildad les impide aceptar títulos honoríficos.
No olvido sus llamadas telefónicas para mostrarme, con inmensa alegría, los libros de Torá que solía adquirir en Eretz Israel. Le gustaba hacer “turismo de librerías”.
Muchos fueron los alumnos del liceo comunitario que cargaron baterías con valores judaicos gracias a su contribución académica. Supo trasmitirles suficientes argumentos y orgullo de pertenecer a nuestro pueblo, antes de afrontar los retos y desafíos que posteriormente les acecharían en el ámbito universitario no judío.
Su grave enfermedad no le impidió seguir lo que fue su misión en esta dimensión: Propagar Torat Moshé. Nunca olvidaré la invitación a estudiar Torá que me hiciera meses atrás, a pesar de su precaria salud, agudas dificultades respiratorias y las duras sesiones de inmunoterapia, radioterapia y quimioterapia.
Pensándolo bien, el sonido del shofar antes mencionado debe haber recogido el sentimiento de agradecimiento de los integrantes de nuestra comunidad hacia una persona tan especial. Algo así como “Gracias, muchas gracias, Rabbi David Suiza Wahnon Z’L, por haberte convertido en auténtico Mezaké et harabim, por beneficiar a tantos.