En el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, merece recordarse esta valiosa reflexión de una de las mentes más lúcidas del Judaísmo en el siglo XX
Hace unos cincuenta años, el rabino Abraham Joshua Heschel (Varsovia 1907 – Nueva York 1972) fue invitado a dictar una conferencia en una convención de ejecutivos de la empresa AT&T. Durante las sesiones habló sobre el arrepentimiento, la expiación y el perdón.
En cierto momento, uno de los directores de la compañía levantó la mano y preguntó: «Rabino Heschel, usted habló sobre el concepto del perdón. ¿Por qué no pueden los judíos perdonar a los alemanes por el Holocausto?». Heschel respondió contando el siguiente relato:
«Un día, el rabino Jaim de Brisk, uno de los grandes rabinos lituanos, viajaba en un tren. Como acostumbraba, se puso a leer textos sagrados. Tres campesinos judíos subieron al tren y lo invitaron a jugar cartas con ellos. Él se negó. Ellos se pusieron a jugar, pero continuaron insistiendo en que se uniera a ellos. Él siguió negándose. Finalmente, los hombres comenzaron a burlarse de él y lo empujaron hasta el siguiente vagón.
El rabino y erudito Abraham Joshua Heschel
(Foto: Jewish Boston)
“Cuando el tren llegó a Brisk y el rabino Jaim descendió, fue recibido por una enorme multitud y saludado por muchos que estaban en el andén. Los tres campesinos estaban sorprendidos. Preguntaron: ‘¿A quién están honrando?’. Uno de los aldeanos respondió: ‘¿No saben que ese es Rabi Jaim de Brisk, uno de los grandes estudiosos de todos los tiempos?’.
“Los tres hombres, avergonzados, intentaron acercarse a Reb Jaim para expiar su comportamiento. Con los rostros cabizbajos y sombreros en mano le pidieron disculpas: ‘Si hubiésemos sabido quién era usted no lo habríamos tratado tan mal. Por favor perdónenos’. Reb Jaim se negó: ‘Le están pidiendo disculpas a la persona equivocada. Se las están pidiendo a Reb Jaim de Brisk. Deberían pedírsela al judío anónimo que estaba sentado estudiando en el tren’”.
Heschel continuó: «Durante la guerra fui afortunado. Mi madre y mis hermanas fueron asesinadas por los nazis, pero yo me salvé. El perdón deben darlo solo aquellos que sufrieron, los millones que fueron torturados y a quienes les quitaron la vida. Solo ellos tienen la capacidad de perdonar. No yo”.
Esta es una historia poderosa, y sigue teniendo vigencia. Heschel sugirió que solo quienes han sido agredidos pueden otorgar el perdón. Y yo estoy de acuerdo con él.
Pero a medida que el tiempo pasa, en la medida en que nos alejamos en el tiempo, en la medida en que para muchos nuevos ciudadanos del mundo la Shoá será, en el mejor de los casos, un breve capítulo de un libro de historia o algún documental en la televisión, en esa misma medida yo, como rabino, debo hacerme y debo hacerles a ustedes unas preguntas: ¿Puede haber perdón? ¿Quién debe perdonar? ¿Cuándo será el tiempo de perdonar? Y cada uno debe responder.
¿Cómo asegurar que nuestros descendientes conocerán la historia y la sentirán como propia? ¿Cómo encaminar nuestra energía comunitaria para garantizar que no habrá olvido individual y colectivo?
Heschel tenía razón, nosotros no podemos ser los que perdonemos. Tampoco podemos olvidar ni permitir que el mundo olvide.
Pero después de decir esto, ¿qué sigue?
Pienso que ya hemos construido suficientes monumentos a la muerte y a la destrucción; falta construir muchos monumentos a la fe en una vida judía más rica y más comprometida. Y cómo recordemos, cómo respondamos, determinará la naturaleza de la vida judía en este siglo y el próximo.
En este nuevo aniversario de uno de los momentos más trágicos de nuestra historia, a aquellos que claman que ya es tiempo de que el pueblo judío perdone les respondo como hizo Heschel: «Le están pidiendo que perdone a la persona equivocada. Deberían pedírselo al judío anónimo que estaba sentado estudiando en el tren».
Amigos: Contemos la historia. La de los asesinos, la de los «neutrales» que no fueron neutrales, la de los silenciosos y la de los indiferentes. Cada día contemos lo sucedido. Contémoslo a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestros conocidos, a todos los seres humanos.
Y recuerden: no somos nosotros quienes debemos perdonar. Pero sí quienes no debemos olvidar.
Fuente HaBait – Centro de Documentación y Difusión Jaim Finkelstein (habait.co.il).
Versión NMI.