Evelyn Gordon*
D e acuerdo, ahora mismo todo el mundo está preocupado (con razón) por el acuerdo iraní, y sí, la primicia sobre este tema apareció en un medio en hebreo. Pero sigo sin poder creer que esto haya suscitado tan poca atención: durante la guerra del verano de 2014 contra Hamás en Gaza, dos organizaciones israelíes de derechos humanos, B’Tselem y Breaking The Silence (“Rompiendo el Silencio”), solicitaron y recibieron fondos especiales a través de intermediarios palestinos para financiar informes en los que se acusaba a Israel de crímenes de guerra.
En la mayoría de las circunstancias, aceptar dinero del enemigo en tiempo de guerra para elaborar propaganda contra tu propio bando se consideraría traición. En este caso, desde el punto de vista legal, definitivamente no lo es. Pero moralmente no solo está en el límite, sino que se pasa ampliamente de la raya.
El primero en publicar esta noticia fue Gidon Dokow, en la página de noticias en hebreo NRG. Pero no es que haya que aceptar la palabra de Dokow al respecto: el periodista tuvo el detalle de incluir un enlace al informe anual en inglés de la organización que concedió los fondos. Dicha organización tiene el rimbombante nombre de Human Rights and International Humanitarian Law Secretariat (Secretariado de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario). Según su informe anual, es un proyecto “desarrollado por Nitras Natura AB (Suecia) y el Instituto de Derecho de la Universidad Bir Zeit (Palestina), con el generoso apoyo de los gobiernos de Suecia, Dinamarca, Países Bajos y Suiza”.
En otras palabras: el dinero, en sí, es europeo, pero quienes deciden qué hacer con él son Nitras Natura (que se describe como una compañía internacional de consultoría en el campo del desarrollo sustentable) y la Facultad de Derecho de la Universidad Bir Zeit. Y dado que la gente de esa universidad es la que realmente está sobre el terreno, seguramente tendrá una considerable influencia a la hora de decidir cómo emplear el dinero.
La principal tarea del Secretariado parece ser trasferir dinero a otras organizaciones. Según su informe anual, el año pasado tuvo 24 “receptores principales” y 19 “receptores por proyecto”. Nueve de los primeros y dos de los últimos fueron israelíes; el resto, palestinos.
Cuando la guerra estalló, en julio de 2014, el Secretariado realizó un llamamiento a sus receptores para que solicitaran fondos de emergencia: “Solicitud de fondos de emergencia centrados en actividades relacionadas con el control y documentación del DIH (Derecho Internacional Humanitario) y las violaciones de derechos humanos en la Franja de Gaza, causados por la actual guerra”, según rezaba el informe. Se recibieron solicitudes de once organizaciones, entre ellas tres israelíes, y el Secretariado decidió financiar a nueve, incluidas B’Tselem y Breaking The Silence.
Pero en realidad el dinero tenía como finalidad “controlar y documentar” supuestas violaciones cometidas solo por uno de los bandos: Israel. Lo deja claro como el agua la relación que aparece en el informe en la que se enumeran los “logros” de los destinatarios de los fondos de emergencia: ni uno de los nueve dice una sola palabra sobre las masivas violaciones al derecho internacional humanitario cometidas por los palestinos.
La sección dedicada a Breaking the Silence es particularmente sangrante: el Secretariado habría considerado bien empleado el dinero si Breaking the Silence hubiera logrado siquiera una sola declaración antiisraelí por parte de algún soldado israelí: “Breaking the Silence (BTS) presentó una propuesta única para la que solicitaba financiación: pretendía entrevistar a soldados israelíes implicados en la guerra (y recopilar sus testimonios). En BTS fueron muy cautos respecto a lo efectivo de su labor en el punto culminante del conflicto. En primer lugar, ni siquiera estaban seguros de si serían capaces de entrevistar a los soldados, o de si resultaría seguro publicar testimonios. El Secretariado estuvo dispuesto a aceptar aunque fuera un testimonio”.
Naturalmente, si las supuestas violaciones hubiesen sido reales, podría decirse que B’Tselem y Breaking the Silence estaban realizando una tarea encomiable. Pero la mayor parte de lo que hicieron fue una calculada campaña de difamación.
He aquí un caso palmario, extraído del informe de Breaking the Silence, cortesía del blog Elder of Ziyon: un soldado habló de una chica que parecía estar mentalmente perturbada y que se acercaba cada vez más a su compañía. Los soldados temían que Hamás le hubiera colocado explosivos, pues ese mismo día se habían encontrado con un anciano —“de unos 70 u 80 años”— que resultó estar “cubierto de explosivos de la cabeza a los pies”. Por eso dispararon al suelo, cerca de la chica, tratando de alejarla. El soldado afirmó que, llegado un momento, cuando ella siguió negándose a marcharse, verdaderamente tuvo ganas de dispararle, pero ninguno de los soldados llegó a hacerlo.
El titular de ese testimonio, sin embargo, fue: “Realmente tuve muchas, muchas ganas de dispararle en las rodillas”; algo que haría que cualquiera que lo leyera de pasada pensara que, en realidad, el malvado israelí sí había disparado. De esta forma, Breaking the Silence retorció una historia de autocontrol ante las terribles tácticas de Hamás (ese mismo soldado encontró más tarde ovejas cargadas de explosivos) para convertirla en calumnias antiisraelíes.
Como se ha señalado anteriormente, probablemente B’Tselem y Breaking the Silence no infringieron ninguna ley. Aparte de que los cheques, probablemente, procedían de los europeos, Israel no reconoce la popular ficción internacional según la cual la Margen Occidental (Cisjordania) y Gaza constituyen un único Estado (o aspirante a Estado) palestino; los israelíes distinguen entre la Margen Occidental, controlada por al-Fatah, y Gaza, controlada por Hamás. La Universidad Bir Zeit está en la primera, e Israel combatía solo a la última.
Pero los propios palestinos sostienen que ambos enclaves constituyen una única entidad, lo que significa que, según eso, la facultad de la universidad que decidió conceder esos fondos a B’Tselem y Breaking the Silence estaba de parte de Hamás en esa guerra. Y, por tanto, ambos grupos solicitaron y recibieron dinero de un enemigo en tiempo de guerra para elaborar propaganda contra su propio país.
Puede que sea legal, pero moralmente apesta. Y debería hacer que tanto B’Tselem como Breaking the Silence se convirtieran para siempre en unos marginados moralmente inaceptables.
*Periodista y comentarista política en varios medios israelíes.
Fuente: elmed.io. Versión NMI.