Israel Zelikovich
Querida comunidad judía de Venezuela:
Un libro no alcanzaría para expresar los sentimientos que tengo por ti, es algo que no se puede explicar a quien no vive aquí; quienes desde afuera ven nuestra relación no entienden cómo puedo vivir tan enamorado, sabiendo que para estar a tu lado debo mantenerme en Venezuela.
Me aterra que llegue el día en que no tenga otra opción que abandonarte, ruego a Dios que nunca suceda; pero si llegase a ocurrir, morirá sin duda una parte importante de mí, y cargaré con ese luto de por vida.
Tú me viste crecer, me educaste, me llenaste de cultura, amor a Israel y a la religión; me ofreciste espacios para bailar, para hacer deporte, para rezar; me permitiste vivir una infancia espectacular, me llenaste de amigos, me diste una esposa increíble, y no solo eso: no te cansaste y repetiste el ciclo con mis hijas.
Pisar tus sinagogas, tu centro comunitario, tus instituciones, es un placer indescriptible; el sentido de pertenencia llega a mí en cada uno de esos momentos.
Qué emoción ir a tus fiestas, una boda, un Bar Mitzvá, un Brit; encontrarse con la gente en un evento de estos me llena el alma y me hace olvidar de todo lo que pudiese estarme incomodando.
Qué abierta eres, no haces diferencia entre ricos y pobres, sefardíes o asquenazíes; nos has abrazado a todos para que seamos hermanos, una gran familia. Has sido tan solidaria, has ayudado a tanta gente en sus momentos difíciles, y te reinventas en tiempos de crisis para no sacrificar tu altruismo.
Como sabes, hace pocas semanas tuve un grave inconveniente, y conté con tu apoyo incondicional para lograr el milagroso desenlace, gracias a Dios. Como si no hubiese sido suficiente, cientos de personas, las que me conocen y quienes no tanto, se me acercaron para ver cómo estaba y qué necesitaba. Rabinos y directivos me llamaron personalmente para darme sus palabras de total apoyo; aunque sé que el tiempo hará que todo vuelva a la normalidad, muchos de mis correligionarios estuvieron ahí de manera masiva en el momento en que los necesité. Extiendo públicamente mi agradecimiento a cada uno de ellos.
Amada kehilá, te llevo en mi corazón y en mis venas. Me es muy difícil terminar esta carta, imagino que habrá otras, me despido con un inspirado y profundo: te amo.