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Samuel Auerbach
E l diario El País de España escribió en el año 2007: “Los grandes problemas de Oriente Próximo, en particular de Israel, no son el terrorismo de al-Qaeda, la actividad de Hamás y Hezbolá o el problema nuclear iraní, sino la incontrolada natalidad de la zona”. Frases como esta pueden leerse en internet: “En Gaza hay un nacimiento cada 10 minutos”. Shlomo Gazit, ex comandante del servicio de informaciones de las fuerzas armadas de Israel, en su artículo “Demographics, existential threat”, ha calificado el crecimiento demográfico palestino de “amenaza existencial”.
Si no se modifica la política de expansión que finalizará con la anexión de los territorios que Israel ocupó durante la Guerra de los Seis Días, a corto o largo plazo la explosión demográfica palestina hará que su partido político sea el que domine en el Parlamento de Israel, y el país de los judíos ya no será de los judíos. Para evitarlo, habrá que prohibir a los árabes israelíes que se organicen políticamente, instaurando un sistema de apartheid que echará por tierra la democracia que tanto enorgullece a Israel.
Es imposible evitar que prolifere sin control gente que considera a sus mujeres solo como máquinas para reproducir. Tampoco es sano inmiscuirse en su modus vivendi.
Además, ¿para qué es necesario incrementar en casi dos millones la población árabe israelí con la anexión de los territorios? ¿No son suficientes los problemas que acarrean los árabes israelíes ya integrados en Israel?
No interesa cuántos serán, ni que vivan como quieran o como están acostumbrados a vivir, pero que lo hagan en su propio país.
El gran problema surge si se tiene en cuenta que los palestinos no tienen país. ¿Qué hacer entonces? No hay que esforzarse mucho para ver que es obvia la solución: hay que facilitar la creación de un país para los palestinos, haciendo efectiva la premisa que propone dos Estados para dos pueblos, premisa tantas veces mencionada en Israel, pero nunca adoptada con seriedad.
Fuente: Aurora. Versión NMI.