Ana Jerozolimski*
E ste artículo no tiene como intención hacer una apología de los asentamientos ni de la política del gobierno israelí en favor de su expansión. Consideramos que a fin de garantizar la supervivencia de Israel como Estado judío y democrático, es clave que haya separación entre israelíes y palestinos, lo cual no va de la mano de dicha expansión. Tampoco, por cierto, del proyecto de ley promovido recientemente por la coalición de gobierno bajo el nombre de "regularización de tierras", que pretende legalizar retroactivamente los puestos no autorizados instalados en diferentes partes de Cisjordania (Judea y Samaria).
A pesar de esta postura, la resolución adoptada el viernes 23 de diciembre por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas nos provoca un profundo rechazo. Y cabe recordar que si bien tienen sus críticas al gobierno, también partidos de oposición israelíes como Yesh Atid y Unión Sionista expresaron su desaprobación.
Trataremos de explicar algunos puntos problemáticos, en contenido y semántica, aunque tratándose de la ONU, cuya tendenciosidad antiisraelí fue confirmada días atrás por el propio secretario general Ban Ki-Moon, nada debería sorprender.
Pero antes de repasar la resolución misma, que hemos leído completa, una observación muy general.
La ONU es percibida en general como símbolo de legitimidad y autoridad internacional. Las intenciones de la comunidad mundial al crearla eran loables. Su razón de ser, si fuera fiel a aquello, clave. Pero en la práctica se ha convertido en un teatro del absurdo, en el que hay una clara obsesión antiisraelí y en el que las mayorías automáticas en la Asamblea General se imponen, dando respetabilidad a regímenes dictatoriales y asesinos.
Por dar solo uno de numerosos ejemplos, el 21 de diciembre, cuando la Asamblea General llevó a cabo su sesión legislativa anual final, adoptó 20 resoluciones contra Israel y 4 contra el resto del mundo, una de ellas contra Siria, escenario de una guerra en la que el régimen ha asesinado ya a cientos de miles de personas. ¿Se puede tomar como tribuna moral a una organización que permite una situación así?
No hemos visto al Consejo de Seguridad reuniéndose preocupado para condenar el terrorismo contra Israel, ni las matanzas en Siria ni la violación de derechos humanos en Irán, Arabia Saudita y tantos otros lugares del planeta en los que el ciudadano parece nada valer.
El problema no es que haya críticas a los asentamientos, un tema polémico dentro del propio Israel que por ende también israelíes critican, sino que el esfuerzo se concentre en eso cuando hay tantos otros problemas terribles y letales en el mundo a los que se presta muy poca atención. Eso no es una auténtica preocupación por la paz.
Pero probablemente el problema principal radique en el hecho de que una resolución de este tipo es la base sobre la que se pueden multiplicar presiones extranjeras sobre Israel, que de hecho pretenden imponerle fórmulas unilaterales. Es más: aunque la resolución hable en términos generales de la necesidad de negociar, lo que hace es confirmar a los palestinos que les vale la pena, diplomáticamente hablando, seguir optando por la vía de la presión internacional sobre Israel, en lugar de sentarse a hablar en torno a la mesa de negociaciones, donde también ellos tendrían que hacer concesiones.
La resolución habla explícitamente del riesgo que los asentamientos suponen para "la viabilidad de la solución de dos Estados basados en las líneas de 1967". Pero deben ser las partes en conflicto las que determinen las fronteras, no la ONU. No está de más recordar que aquellas "líneas de 1967" fueron las violadas por los países árabes en la Guerra de los Seis Días, en una guerra en la que prometían la destrucción del Estado judío.
Y quizá más importante todavía sea recalcar que cuando ocurrió esa guerra, y varias más anteriores, no había ni asentamientos ni territorios ocupados, y que a pesar de ello Israel fue atacado y era constantemente blanco de atentados terroristas. Se ve que la razón de la falta de paz no eran los asentamientos, vistos hoy como obstáculo a la paz, sino algo mucho más profundo, de fondo: el rechazo a la existencia misma de Israel.
La resolución condena "todos los actos de violencia contra civiles, incluyendo actos de terrorismo, así como todos los actos de provocación, incitación y destrucción". Concordamos con la frase, por cierto, pero nos preguntamos por qué será que esta parte es tan general, como si los atentados llegaran del aire, sin mención jamás de los responsables, mientras que cuando se condena a Israel se es especialmente explícito.
Por otra parte, la resolución "reafirma que el establecimiento por parte de Israel de asentamientos en el territorio palestino ocupado desde 1967, incluyendo Jerusalén Este, no tiene validez legal y constituye una flagrante violación del Derecho Internacional".
Parece que quienes redactaron la resolución faltaron a alguna lección de historia, lo cual incide en su terminología. Que los palestinos, que son amplia mayoría en los territorios en cuestión (Cisjordania, o sea Judea y Samaria) reivindiquen la creación de un Estado palestino en ellos, es una cosa. Que sea exacto hablar de "territorio palestino ocupado desde 1967" es otra muy distinta. O sea: sí, Israel ocupó esa zona en la Guerra de los Seis Días, al repeler el ataque jordano en ese frente. Pero allí no había antes ningún Estado palestino, los palestinos no gobernaban nada, y lo que había era ocupación jordana, iniciada en 1948 cuando el reino hachemita atacó al entonces naciente Estado de Israel. Israel no ocupó en 1967 nada que estuviera en manos palestinas, porque jamás existió en la historia un Estado palestino independiente.
Y ni que hablar que resulta especialmente problemática la mención de Jerusalén Este. La ciudad jamás había estado dividida antes, era una única ciudad, y la división entre oeste y este surgió precisamente a raíz del ataque árabe de 1948. De la parte oriental, que quedó bajo ocupación jordana, expulsaron a todos los habitantes del barrio judío en la Ciudad Vieja. Y los judíos no podían siquiera llegar al Muro de los Lamentos.
La resolución "reitera su exigencia de que Israel cese inmediata y completamente todas las actividades de asentamientos en el territorio palestino ocupado, incluyendo Jerusalén Este". Con esta terminología, pone en una misma línea la construcción "tierra adentro" en Cisjordania y la de los barrios de Jerusalén construidos más allá de la mal llamada "línea del 67", aunque los propios palestinos saben que eso es consenso israelí y que tampoco la oposición israelí aceptará desmantelarlos. Con exigencias maximalistas no se ayuda a llegar a una solución cuerda, que permita la creación de un Estado palestino sin arriesgar la seguridad de Israel.
El Consejo de Seguridad "recalca que no reconocerá ningún cambio en las líneas del 4 de junio de 1967, tampoco en relación a Jerusalén, salvo aquellas acordadas por las partes en negociaciones". Deberían comenzar por rechazar, pues, la agresión de la que fue objeto Israel el 5 de junio de 1967. El hecho de que Israel fue atacado no significa, claro, que todo lo que hizo después es legítimo. En absoluto. Pero si la ONU dedicara una milésima de la energía que dedica a condenar a Israel, a condenar las agresiones árabes, las cosas estarían mejor.
A decir verdad, la hipocresía no sorprende. Pero lo que sí continúa cada tanto espantándonos es la falta de miras. Quienes realmente están preocupados por el bienestar de los palestinos y quiere verlos vivir dignamente en independencia y soberanía, deberían aclarar que con imposiciones de afuera sobre Israel no se llegará a nada, y solo se corre el riesgo de radicalizar posiciones. Deberían ser los primeros en exigir terminantemente a las partes ─o sea no solo a Israel, sino también a la Autoridad Palestina─ a sentarse de inmediato a negociar. En forma directa, bilateral. Las votaciones en el Consejo de Seguridad causan mucha impresión, pero no acercan la paz.
*Doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Redactora de Semanario Hebreo de Montevideo, Uruguay.
Fuente: Comité Central Israelita del Uruguay. Versión NMI.