Eduardo Kohn*
Hace nueve años que comenzó la guerra civil en Siria. La tragedia mayor del siglo XXI, sobre la cual pueden llover decenas de preguntas sin que existan respuestas, salvo dar cifras que demuestren la capacidad del ser humano de destruir a su prójimo, y en este caso, más aún, la capacidad de odio de un gobernante como Assad para mantenerse en el poder con ayuda externa, tan criminal como él, matar sin piedad a sus propios compatriotas y enviar al exilio y a la miseria a millones de sus conciudadanos.
Si algún docente y/o alumno de política internacional necesita encontrar un ejemplo contundente sobre el dudoso valor, por decir lo menos, de los organismos de la ONU, en particular el Consejo de Seguridad y fundamentalmente el Consejo de Derechos Humanos, estos nueve años en que se ha destruido un país entero son una prueba atroz.
(Foto: AFP)
¿Qué sucede ahora para que una vez más hablemos de Siria, aunque su destino trágico parece estar sellado desde hace tanto tiempo? Otra vez hay una enorme catástrofe humanitaria, y otra vez se mira para otro lado mientras las potencias intervinientes actúan impune e indiferentemente. El régimen sirio, apoyado por aviones rusos y milicias pro-iraníes, está siguiendo una estrategia de arrasar con todo en Idlib. Helicópteros lanzan bombas de barril sobre hospitales, escuelas, mercados y hogares. Grandes asentamientos han sido desalojados y ahora se han convertido en pueblos fantasma. La máquina de guerra siria está arrasando a los civiles. 900 mil desplazados, 290.000 de los cuales son niños. Cada noche, algunos de ellos mueren congelados.
Pero para el régimen sirio todos en la provincia son “terroristas”. Muchos de sus habitantes llegaron a Idlib en los últimos años, huyendo del ejército de Assad. Ahora ya no queda ningún lugar para que se refugien.
Al-Assad y los que apoyan su régimen —Rusia, Irán e Hezbolá— quieren arrasar definitivamente el país y convertirlo en uno donde solo vivan sirios leales, donde todos los posibles opositores hayan sido expulsados o asesinados.
Turquía ha sellado su frontera hacia donde intentan llegar en vano los que huyen de las matanzas. Ni Turquía ni Europa quieren más refugiados. Y Rusia, así, decide en Siria, sin molestarse en escuchar el muy débil sonido de la voz del presidente de Estados Unidos, que pide a Putin que no tolere atrocidades. Pobres de las víctimas. Presas del juego de ajedrez de los que dan órdenes y de los que callan.
En vista de que las muertes de civiles se suman día a día, la Alta Comisionada de DDHH de la ONU, Michelle Bachelet, pide que se detengan las hostilidades, condena los asesinatos y el desplazamiento de civiles en condiciones deleznables.
Veamos declaraciones textuales: “Pese a la entrada en vigor de un alto el fuego en el noroeste de Siria el pasado día 12 de enero, la Alta Comisionada condenó los continuos asesinatos y desplazamientos en Siria. Michelle Bachelet pidió un cese inmediato de las hostilidades, además de la protección de los civiles y la infraestructura civil. Es muy alarmante que cada día sigan muriendo civiles a causa de los proyectiles de la aviación y la artillería terrestre. Mujeres, hombres y niños que realizan sus actividades cotidianas, mueren o resultan heridos en actos de absurda violencia”.
Así es como ONU se gana el descrédito. Si esa lista llegara a tener valor vinculante, miles de palestinos se quedarían sin trabajo. Que eso no le importe a las dictaduras y monarquías árabes es normal. Pero ¿ese es el rol pacificador que la Alta Comisionada cree que le corresponde?
Nadie es ingenuo como para pretender que la Alta Comisionada tenga desde su cargo un poder ejecutivo, además de palabras, porque obviamente no lo tiene. Pero cuando un organismo internacional y/o un jerarca demuestra que es serio y coherente, sus palabras no terminarán una guerra, es cierto, pero sí pueden condicionar varias de las barbaridades que se cometen.
Ni Rusia, ni Siria, ni Turquía, menos que menos Irán, y ni que hablar Hezbolá, van a prestar ni diez segundos de atención a lo que se diga desde la Oficina de DDHH de la ONU. Nadie ha detenido a ninguno de ellos, y al contrario, tienen mucha fuerza para lograr que el Consejo de DDHH esté integrado por aberrantes dictaduras que hacen dictámenes sobre libertad y democracia.
La semana pasada, la oficina de la Alta Comisionada publicó una lista sin precedentes de empresas que conducen negocios con israelíes que viven en el Barrio Judío de Jerusalén y en zonas en disputa entre palestinos e israelíes. La base de datos de esa empresas fue proporcionada y usada en una reunión del Consejo de Derechos Humanos en marzo de 2016, presentada por dictaduras: Kuwait, por parte del Grupo Árabe, Pakistán, en nombre del Grupo Islámico, Sudán, Venezuela, Argelia, Bahrein, Bolivia (de Evo Morales), Chad, Cuba, Yibuti, Ecuador (de Rafael Correa), Egipto y Libia.
Hillel Neuer, director de UNWatch, ha dicho: “Hacer negocios en territorios en disputa nunca ha estado prohibido bajo el derecho internacional, ni hasta ahora había sido sujeto a una lista negra de la ONU. Por ejemplo, la Unión Europea ha estado haciendo negocios comerciales y financieros en el Sahara Occidental ocupado por Marruecos, y en Chipre del Norte ocupado por Turquía. De más de 100 disputas territoriales en el mundo hoy, incluyendo al Tibet, Cachemira, Crimea, Sahara Occidental y Chipre del Norte, la ONU eligió hacer una lista negra solamente de las empresas que hacen negocios en los territorios en disputa de Israel”.
Así es como ONU se gana el descrédito. Si esa lista llegara a tener valor vinculante, miles de palestinos se quedarían sin trabajo. Que eso no le importe a las dictaduras y monarquías árabes es normal. Pero ¿ese es el rol pacificador que la Alta Comisionada cree que le corresponde? Con estas actitudes y presuntas decisiones, todos los Estados miembros de la ONU le dan la espalda y su indiferencia: los que quisieran ayudar a que el organismo retomara su seriedad; los que hacen las guerras a su gusto y conveniencia; y los palestinos e israelíes, que otra vez ven que, por intereses políticos espurios, la oficina de la Alta Comisionada vuelve a perder la oportunidad de conseguir una oportunidad.
*Director de Radio Jai.
Fuente: Radio Jai. Versión NMI.