La invasión rusa a Ucrania tiene a muchos mirando al Mediterráneo oriental como fuente del recurso natural. Sin embargo, hay que sortear importantes desafíos
Joshua Marks*
¿Podría Europa satisfacer su demanda de gas natural con recursos del Medio Oriente —especialmente de Israel— como alternativa a la compra que hace a Rusia?
Si bien se habla de un renovado interés en el gas del Mediterráneo Oriental, los expertos se muestran cautelosos acerca de sus perspectivas.
Se suponía que el proyecto del Gasoducto del Mediterráneo Oriental (EastMed) trasportaría gas a Europa desde Israel y Chipre, a través de Grecia e Italia, utilizando un gasoducto submarino de 1900 kilómetros con una capacidad de 10 mil millones de metros cúbicos (BCM) por año. “La importancia de este proyecto fue geoestratégica, porque acercó mucho más a Israel, Grecia y Chipre”, afirma Michael Harari, miembro de políticas de Mitvim, el Instituto Israelí de Políticas Exteriores Regionales y ex embajador en Chipre.
Hasta la invasión rusa de Ucrania, el EastMed parecía estar muerto. En enero, el gobierno de Estados Unidos había expresado que ya no apoyaba la iniciativa de 6540 millones de dólares anunciada en 2016, citando preocupaciones ambientales.
El reciente acercamiento de Israel con Turquía —recientemente el presidente Isaac Herzog visitó ese país— creó otra nueva oportunidad para el gas israelí en Europa. “Creo que una de las razones por las que la administración estadounidense dejó de lado el gasoducto EastMed fue estabilizar la región teniendo en cuenta el ángulo turco”, comenta Harari. “Pero hoy Turquía habla claro. El presidente Recep Tayyip Erdoğan lo dijo junto a Herzog en Ankara: quiere obtener gas de Israel para su propio consumo y para Europa”.
El gasoducto submarino desde el campo de gas Leviatán hasta Turquía recorrería 552 kilómetros a un costo de unos 1500 millones de dólares.
Plataforma gasífera israelí Leviatán en el Mar Mediterráneo
(Foto: The Times of Israel)
Un gasoducto submarino de Israel a Turquía atravesaría la Zona Económica Exclusiva de Chipre, creando posibles obstáculos para un país que tiene relaciones históricamente antagónicas con los turcos.
Israel quiere mantener lazos estrechos con Chipre, que junto a Grecia y Egipto lidera el Foro de Gas del Mediterráneo Oriental (EMGF). En ese sentido, Harari señala que, aunque el atractivo del gas del Mediterráneo oriental es claro y válido, “los volúmenes no son suficientes para cubrir las necesidades de Europa, y no sucederá en los próximos uno o dos años”.
Según la Agencia Internacional de la Energía, el gas natural de Rusia representó en 2021 alrededor del 45% de las importaciones de la Unión Europea de 155 BCM, y cerca del 40% del consumo total.
El bloque ya se comprometió a dejar atrás los combustibles fósiles para cumplir sus objetivos climáticos, en virtud del Acuerdo de París de 2015. Así, se prevé que para 2030 el consumo de gas natural en la UE caiga al 22% y a solo 9% para 2050, antes de desaparecer por completo.
“A la luz de la política energética de la UE, el futuro del proyecto EastMed aún está abierto pero es incierto, y más aún sin una estrategia para el desarrollo del gasoducto que esté en línea con los objetivos climáticos a largo plazo”, indica Martina Pilloni, experta asociada en energía en el Instituto de Políticas Públicas de Israel.
El ataque militar del presidente ruso Vladimir Putin contra Ucrania, lanzado el 24 de febrero, puede haber abierto la puerta al gas israelí. El 8 de marzo, la UE presentó su plan REPowerEU, que exige “diversificar el suministro de gas a través de mayores importaciones de gas natural licuado (GNL) e importaciones de proveedores no rusos”.
Pero Pilloni se apresura a señalar que el plan también requiere más biometano e hidrógeno, y enfatiza una reducción aún más rápida en la dependencia de los combustibles fósiles.
Una garantía por parte de la UE para el gas natural fuera de Rusia podría ser atractiva para los inversores privados que, de lo contrario, harían una apuesta arriesgada en términos de cerrar un contrato, construir un gasoducto y extraer gas.
“Los inversores privados deben ver si la UE está dispuesta a invertir dinero (del gobierno y no solo privado) en estos esfuerzos. En lo que sea que pongan el dinero, eso es lo que se va a construir”, afirma dijo el profesor Elai Rettig, especialista en geopolítica y seguridad energética, que dirige investigaciones relacionadas con la energía en el Centro de Investigación de Estrategia y Política Marítima de la Universidad de Haifa.
Si bien el gasoducto EastMed o una ruta a través de Turquía plantean desafíos importantes, el GNL es otra opción deseable en cuanto a su envío y almacenamiento. En eso coinciden todos los especialistas. La mirada está puesta en las dos instalaciones de GNL existentes en Egipto, o en una instalación flotante propuesta para la plataforma israelí Leviatán. En 2021 Egipto exportó 6,8 millones de toneladas de GNL, y para este año tiene como objetivo llegar a 7,5 millones de toneladas.
Mientras Europa decide sobre sus políticas energéticas para reducir la dependencia rusa, Israel sigue beneficiándose de la exploración de gas en sus aguas económicas. Los campos Leviatán y Tamar, operados por Chevron, ya están en marcha. El mes pasado, la compañía de exploración y producción de petróleo y gas Energean anunció que su campo de gas Karish ya está conectado a la red de Israel, y se espera que el gas comience a fluir hacia los consumidores más adelante en 2022.
“Somos inmunes a los altibajos del mercado del gas que estamos viendo en Europa y Asia, porque tenemos nuestro propio suministro nacional y una competencia artificial entre estos tres campos”, dice Rettig.
*Periodista israelí.
Fuente: israel21c.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.