El colapso de la estrategia afgana de EEUU pone de relieve los riesgos en los que incurriría Israel al crear un Estado palestino, ya que ambos proyectos tienen similitudes clave
Jeremiah Rozman*
Estados Unidos ha perdido definitivamente Afganistán. El poder militar estadounidense derrocó a los talibanes e impidió su regreso durante 20 años. A medida que sus fuerzas se retiraban, el producto de dos décadas de “construcción de nación” se desvaneció como si nunca hubiera existido, salvo por los montones de equipos militares que quedaron atrás. El colapso de la estrategia estadounidense para Afganistán pone de relieve los riesgos en los que incurriría Israel al crear un Estado palestino, ya que esos proyectos tienen similitudes clave.
Primero, tanto Estados Unidos como Israel iniciaron la “construcción de naciones”. EEUU buscó crear una democracia afgana capaz de gobernar y mantener la paz y la estabilidad. Desde los Acuerdos de Oslo, Israel ha estado trabajando con Estados Unidos para construir una democracia palestina capaz de gobernar un futuro Estado y hacer la paz con Israel.
Ambos esfuerzos involucraron la creación y entrenamiento de ejércitos capaces de reprimir a los terroristas. Ambos implicaron la introducción de la democracia al estilo occidental en regiones sin experiencia previa con ella. Y ambos buscaron derrotar y marginar a grupos fundamentalistas islámicos bien organizados que tienen un fuerte sentido de propósito y sólidas redes de apoyo. Ambos intentos de construir una nación finalmente fracasaron.
Hijos del mismo terror: integrantes de las Brigadas Ezzedin al-Qassam, brazo armado de Hamás en la Franja de Gaza
En Afganistán, el gobierno corrupto respaldado por Estados Unidos nunca tuvo mucha legitimidad, y su ejército se disolvió rápidamente cuando las fuerzas estadounidenses se retiraron. La corrupta Autoridad Palestina tampoco goza de legitimidad. Sus fuerzas entrenadas por EEUU fueron rápidamente derrotadas por Hamás cuando las Fuerzas de Defensa de Israel se retiraron de la Franja de Gaza en 2005, y perdió una elección ante Hamás en 2006. Al norte del país, las fuerzas que Israel respaldó en el sur del Líbano fueron rápidamente derrotadas por Hezbolá cuando las FDI se retiraron en la primavera de 2000. La historia demuestra que los grupos islamistas organizados, motivados y apoyados internacionalmente generalmente triunfan cuando hay vacíos de poder.
Tanto Estados Unidos como Israel tenían la capacidad militar para derrotar a sus enemigos fundamentalistas islámicos, pero solo poseen la voluntad política necesaria para mantenerlos a raya y sostener un status quo manejable. Para Israel, la presión internacional y la baja tolerancia interna por las víctimas lo llevaron a arriesgar su seguridad al retirar sus fuerzas de Gaza y el Líbano.
Por su parte, la fallida retirada estadounidense de Afganistán fue un error no forzado. No había una fuerte exigencia nacional o internacional para que retirara de inmediato a sus 2500 soldados restantes. De hecho, los aliados internacionales quedaron sorprendidos por la rápida retirada del presidente estadounidense Joe Biden. Ningún soldado estadounidense había muerto en combate allí en más de 18 meses, y el costo de mantener una base de operaciones antiterrorista eficaz era sostenible.
La decisión de Estados Unidos de retirarse bajo una presión mínima es un presagio inquietante para los países a los que se ha prometido protección. ¿Se rescindirá esa protección cuando realmente haya presión? Después de que EEUU pareció huir ante su propia sombra, abandonando miles de millones de dólares en equipos sofisticados a un enemigo sin fuerza aérea, sin satélites ni misiles nucleares, ¿siguen Taiwán y Corea del Sur confiando verdaderamente en la protección estadounidense si dictadores con armas nucleares los llegan a amenazar?
Tanto Estados Unidos como Israel tenían la capacidad militar para derrotar a sus enemigos fundamentalistas islámicos, pero solo poseen la voluntad política necesaria para mantenerlos a raya y sostener un status quo manejable
En 2014, el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, ofreció a Israel tecnología y promesas de protección internacional si retiraba a sus fuerzas armadas del estratégicamente importante Valle del Jordán para permitir que un Estado palestino incluyera ese territorio. La retirada estadounidense de Afganistán sugiere que Israel tuvo razón al preferir confiar en sí mismo.
Tanto las administraciones demócratas como republicanas de Estados Unidos promovieron la «solución de dos Estados», que en esencia buscaba construir una nación en el Medio Oriente. La administración Trump fue la primera en romper con ese pensamiento, que había persistido desde Clinton. La administración de Biden ha vuelto al viejo libro de recetas; apoya oficialmente la creación de un Estado palestino. Desde los Acuerdos de Oslo de Clinton hasta la «hoja de ruta» y la «desconexión» de George W. Bush, EEUU ha asegurado a Israel que un futuro Estado palestino no representaría una amenaza para su seguridad.
Sin embargo, el pobre historial de Estados Unidos en la construcción de naciones en el Medio Oriente se refleja en su otro pobre historial en la predicción de los resultados en esa región. Los Acuerdos de Oslo terminaron en una intifada sangrienta; la desconexión de Gaza terminó con la captura del enclave costero por parte de Hamás y su trasformación en una plataforma terrorista. La “des-baazificación” de Iraq culminó en una insurgencia sangrienta, y la retirada de Afganistán produjo una rápida victoria de los talibanes que aparentemente tomó por sorpresa a la administración Biden.
El mundo ahora tiene un Estado islámico fundamentalista más: el Emirato Islámico de Afganistán dirigido por los talibanes. Hay pocas dudas de que un futuro Estado palestino sería similar. Según encuestas recientes, Hamás aún ganaría las elecciones palestinas; pero en el Medio Oriente, más importantes que las papeletas son las balas, como lo demuestran claramente la toma de Afganistán por los talibanes en 2021 y la toma de Gaza por Hamás en 2007.
En 2014, el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, ofreció a Israel tecnología y promesas de protección internacional si retiraba a sus fuerzas armadas del estratégicamente importante Valle del Jordán para permitir que un Estado palestino incluyera ese territorio. La retirada estadounidense de Afganistán sugiere que Israel tuvo razón al preferir confiar en sí mismo
El ejército estadounidense mantuvo a raya a los talibanes en Afganistán, y las FDI impiden que Hamás se apodere de Judea y Samaria. Si bien una victoria islámica fundamentalista es sin duda una tragedia para la libertad, la tolerancia y los derechos humanos, es ante todo una amenaza a la seguridad. Un Afganistán dirigido por los talibanes albergó a al-Qaeda, lo que provocó los ataques del 11 de septiembre de 2001. Muchos temen que se convierta una vez más en un refugio seguro para los terroristas, y que el próximo gran ataque sea solo cuestión de tiempo.
Para Israel, un Estado dirigido por Hamás que limite con los principales núcleos de población, centros económicos y el aeropuerto internacional representaría una amenaza existencial. Todo Israel estaría al alcance de una variedad de cohetes, morteros y disparos de francotiradores de corto y largo alcance, y los terroristas se infiltrarían fácilmente a través de túneles. En el siglo XXI los océanos no son garantía de seguridad nacional, pero al menos por ahora, los talibanes o al-Qaeda no pueden disparar ráfagas de cohetes contra Washington DC desde Afganistán.
La retirada de Estados Unidos de Afganistán le dice a los dictadores y terroristas del mundo que ese país ya no está interesado en su papel posterior a la Segunda Guerra Mundial como garante militar de la libertad. Cualquier país haría bien en comprender que, en última instancia, solo puede confiar en su propio poder. «Los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que les toca». Si Israel debilita severamente su capacidad para defenderse retirando sus fuerzas para crear un Estado palestino, entonces debe comprender que seguramente se le dejará sufrir lo que le toque sufrir cuando ese Estado caiga en manos de los fundamentalistas islámicos, como pronostican la historia y los hechos sobre el terreno.
*Editor adjunto en The MirYam Institute.
Fuente: Israel Hayom y jns.org.
Traducción NMI.