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E l rabí Najman de Breslev, Z”L, en su gran obra Likutei Moharan, explica que la redención del pueblo judío depende principalmente de la fe, dado que la falta de fe es el principal motivo del exilio.
La tefilá (plegaria) está unida intrínsecamente con la fe. La plegaria se fundamenta en la creencia, en la fe de que existe un Creador, el Todopoderoso, y que dependemos de su voluntad. Sobre la base de esta fe se generan milagros en el mundo que desafían las leyes de la naturaleza.
La esencia de la fe, y también la esencia de la plegaria y de los milagros, solo se encuentra en la tierra de Israel. Ella es el conducto a través del cual ascienden las plegarias.
La fe, la plegaria, los milagros y la tierra de Israel son un solo concepto y dependen uno del otro. Cuando se daña la tierra de Israel, que está intrínsecamente unida con la fe y con la plegaria, ello da como resultado el exilio. Ese exilio es esencialmente el exilio de la plegaria, cuando es imposible orar o generar milagros en el mundo.
Hay personas que ocultan todos los milagros explicándolos en términos de leyes naturales. El Mashíaj llegará cuando desaparezcan esos heréticos que no creen en los milagros y aumente la fe en el mundo, pues la esencia de la redención depende principalmente de ello, es decir, de la fe.
Es imposible llegar a la fe si no es a través de la verdad, ya que la fe solo puede existir en conexión con aquellas cosas que el intelecto no puede comprender. La persona ciertamente no necesita de la fe en aquello que entiende intelectualmente. Pero si es así, ¿qué sucede en aquellas áreas en donde no se comprende intelectualmente? ¿Cómo es posible creer en lo que se supone que uno debe creer? La respuesta es que la fe depende esencialmente de la verdad. Si la persona está dispuesta a tomar en cuenta la verdad real, comprenderá por sí misma que es correcto creer en la sagrada fe en Dios, en los verdaderos tzadikim y en su sagrada Torá, aunque ello sea imposible de entender de manera apropiada con nuestras mentes, apegadas como están a lo material, ya que si se contempla sinceramente la verdad, se comprenderá indudablemente que esta es, de hecho, la verdad. Lo que sucede es que se trata de algo imposible de comprender intelectualmente. Uno debe fortalecerse solo con una fe perfecta. ¡Comprenda bien esto!
Solo es posible llegar a la verdad acercándose a los verdaderos tzadikim y siguiendo sus consejos, sin desviarse de sus palabras ni a la derecha ni a la izquierda. De esa manera la verdad quedará grabada en la persona y merecerá entonces la fe, la plegaria, la tierra de Israel y los milagros. Mediante ello llegará la redención.
El consejo que la persona recibe de los tzadikim es análogo a una relación marital y a una unión sagrada, pues uno acoge las “gotas” del intelecto del tzadik junto con el consejo que recibe de él. Ello implica la rectificación de la trasgresión sexual. Por otro lado, el consejo de aquellos que se oponen a los tzadikim, de aquellos que les impiden a los otros acercarse a ellos y demás, que hablan con astucia para atraer y seducir a la gente, alejándola del punto de la verdad, representa un daño en la pureza sexual. Por lo tanto, aquel que haya dañado su pureza sexual deberá cuidarse y ser muy vigilante frente al falso consejo de aquellos que se oponen a la verdad, para no perder toda su vida en un instante, Dios no lo permita.
Es necesario evitar cuidadosamente el consejo de la gente en general, dado que prácticamente todas sus propuestas son malsanas. Esto se aplica más aún al consejo de los malvados, y de aquellos que atacan y se oponen a la verdad; es necesario huir de ellos mucho más todavía, pues todas las maldades y los daños, Dios nos salve, emanan de esa clase de falso consejo, cuyo precursor es el consejo de la serpiente primordial que sedujo a Javá. Cuando uno acepta el consejo de esas personas malvadas, ellas inyectan su repugnante veneno, lo que es análogo a una relación ilegítima y a un matrimonio impuro. Este concepto se encuentra aludido en el versículo donde Javá dice: “La serpiente me engañó -hiShiAni-” (Bereshit 3:13). En hebreo, las letras de la raíz de esta palabra -N, Sh, A- forman vocablos que significan tanto “casarse” como “engañar”. Tal relación implica que dar y recibir un mal consejo es equivalente a un daño sexual y hace que la persona se mantenga alejada de la verdad, de la sagrada fe, incapaz de llegar a la tierra de Israel.
Siendo así, es necesario evitar cuidadosamente el consejo de tales personas. En su lugar, uno debe unirse a los verdaderos tzadikim y a aquellos que siguen sus senderos, dado que todos sus consejos son la “simiente de una verdad inalterada” (Jeremías 2:21). Esta relación implica la rectificación de la pureza sexual, y mediante ese consejo uno merece todo lo bueno, la verdad, la fe, la plegaria y la tierra de Israel, al igual que la capacidad de realizar milagros.
La inmoralidad sexual depende principalmente de los ojos, y la mitzvá de los tzitzit funciona como una rectificación y una protección contra ese tipo de pecado. Mediante el cumplimiento de esta mitzvá, uno se salva del mal consejo y merece recibir el mejor consejo de los verdaderos tzadikim. Por lo tanto, es necesario observarla escrupulosamente. Al envolverse con los tzitzit y recitar la bendición por ellos se deberá anhelar y tener la intención de cuidar la pureza sexual, y de recibir un consejo bueno y verdadero, mereciendo así la fe, la tierra de Israel y la redención. Al llevar a cabo esta mitzvá, también deberá anhelarse alcanzar la plegaria, ser capaz de realizar milagros y maravillas, y ganarse el sustento, dado que el sustento depende principalmente de la pureza sexual. De esa manera, también se hará digno de comprender con claridad todo lo que estudie y se le revelarán los ámbitos de la sabiduría, como sobre una mesa servida.
La tefilá está intrínsecamente unida a la fe: mejora la memoria y salva del olvido, dado que el olvido es producto de un daño en la fe.
Antes de que la persona se acerque al tzadik puede ser descrita por el versículo: “Será embotado el corazón de este pueblo y serán pesados sus oídos y cerrados sus ojos” (Isaías 6:10). En otras palabras, su corazón está sellado, sus oídos están tapados y sus ojos ciegos frente a la verdad y el arrepentimiento. Pero cuando se une a los tzadikim y recibe consejo de ellos, entonces se abren sus ojos, sus oídos y su corazón: “Él verá con sus ojos, oirá con sus oídos y comprenderá con su corazón, aludiendo a las tres partes del intelecto, se arrepentirá y será curado”. En otras palabras, ve, oye y comprende la verdad, y merece así el arrepentimiento.
¡Baruj hashem leolam amen veamen!