Eitan Weisman, Rabino de la Unión Israelita de Caracas
El Rebe de Noverdok relataba la historia de un individuo que estaba en un tren. Otro viajero le indicó que el tren se dirigía en dirección contraria al destino que él requería. Sin entrar en pánico, el hombre, con una pasmosa tranquilidad, se levantó de su asiento y se ubicó en el de enfrente, que miraba hacia la dirección a la que quería llegar.
En pocos días será 1º de Tishrei, Rosh Hashaná; diez días después, Yom Kipur. De acuerdo con el Talmud, en el tratado de Rosh Hashaná, se expresa que dicho día es Yom Hadín, el Día del Juicio. Explica la Guemará que en ese día se juzga lo ocurrido en el año recién finalizado, y se determina lo que ocurrirá en el año que se está iniciando.
Por otra parte, todo el día de Yom Kipur, desde su inicio hasta su finalización, es el Día del Perdón. El texto bíblico afirma (Vayikrá-Levítico 16:30): “…Pues en este día todas sus trasgresiones serán expiadas, de modo que ustedes queden puros”.
De lo relatado en el primer párrafo, se entiende el milenario dilema del por qué del orden en el que la Torá exige que se conmemoren estas dos festividades. ¿No sería más lógico invertir el orden? Parece más razonable que primero sea Yom Kipur, en el cual se pide perdón por las trasgresiones; después debiese ocurrir Rosh Hashaná, cuando se nos juzga sobre la base de lo sincero de nuestro arrepentimiento, y del volumen y gravedad de los errores y omisiones ¿Cuál es la idea de juzgarnos antes de nosotros pedir el perdón?
La respuesta radica en la comprensión de la esencia de tan importante juicio. En efecto, somos juzgados ese día. La evaluación a la cual somos sometidos se refiere al futuro. Somos juzgados no por lo pasado sino por nuestras visiones, planes y aspiraciones para el año que se inició unas pocas horas antes. Rosh Hashaná es la fecha de la creación de Adam, el primer ser humano, cuando no existía el pasado para él. En el Yom Hadín el Todopoderoso decide sobre la abundancia material y espiritual que tendremos durante el nuevo año, dependiendo de lo que realmente queremos lograr en el transcurso de dicho período.
Después de lograr claridad en lo referente a las metas y aspiraciones autoimpuestas, es que se está preparado para enfrentar Yom Kipur; resulta más fácil iniciar la complicada labor de reparaciones y cambios de lo que fueron nuestros errores y faltas. Se está consciente de aquello que requiere corrección, para superar los logros del año anterior.
El problema más grande para corregir nuestros errores es que no los reconocemos. No entendemos que hicimos algo mal. No sentimos las cosas importantes que debíamos hacer, y prácticamente las hacemos a un lado
El problema más grande para corregir nuestros errores es que no los reconocemos. No entendemos que hicimos algo mal. No sentimos las cosas importantes que debíamos hacer, y prácticamente las hacemos a un lado. Si primero viniera Yom Kipur, no sabríamos que debemos pedir perdón por muchas cosas de las que no nos dimos cuenta durante el año, y tampoco en Yom Kipur. Pero Rosh Hashaná es un día que mira hacia el futuro, un día de renovación interna que puede hacernos llegar a nuevos niveles personales de aspiraciones, para cumplir nuevas metas con el entendimiento de que hay que dejar atrás varias cosas que estábamos acostumbrados a hacer.
Ese es el motivo por el cual Rosh Hashaná y Yom Kipur están en el orden que requiere la Torá. Primeramente aclaramos nuestras metas en el Día del Juicio y posteriormente, en el Día del Perdón, establecemos la ruta a seguir para lograr el objetivo. Caso contrario, ocurriría lo relatado por el rebe de Noverdok. El individuo que cambió de lugar en el tren que se dirigía en dirección contraria a la que él requería, realmente no había hecho nada; permaneció en el mismo tren que se dirigía a la dirección equivocada. De manera similar ocurre con el hombre: si se disculpa por sus errores sin entender cuáles son realmente sus faltas, de hecho no está corrigiendo ni enmendando sus acciones.
Solo después de Rosh Hashaná, el día que aclaramos nuestras aspiraciones y metas, podemos descubrir quiénes somos y hacia dónde vamos. Únicamente después de aseguramos de que estamos en el tren que va en la dirección que realmente deseamos, estamos listos para Yom Kipur y podemos empezar a trabajar en la eliminación de los obstáculos que nos impiden llegar a nuestro destino.
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