Al apoyar a los palestinos, China está avivando cínicamente el tema más emotivo de la política del Medio Oriente para distraer a las naciones musulmanas de su propia campaña contra los uigures
Ilan Berman y Joshua Eisenman*
En medio del reciente conflicto entre Israel y Hamás, una voz sorprendente encabezó las acusaciones contra el Estado judío. Si bien la respuesta militar defensiva de Israel a miles de cohetes lanzados desde la Franja de Gaza generó un clamor predecible en Europa y algunos en la izquierda estadounidense, fue China la que emergió como uno de los críticos más estridentes del país.
Beijing no dudó en señalar con el dedo a Jerusalén, llegando a copatrocinar la decisión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU de establecer una comisión para investigar las «violaciones israelíes en el territorio palestino ocupado».
Fue China quien presionó al Consejo de Seguridad de la ONU para que celebrara tres sesiones de emergencia en una semana, y el ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi, quien describió el conflicto como «hostilidades» israelíes, criticó a Israel y exigió «moderación» inmediata.
Cara visible del cambio de dirección respecto a Israel: el canciller Wang Yi
(Foto: Ministerio de Relaciones Exteriores de China)
En el mismo discurso, Wang atacó a Estados Unidos por «estar del lado opuesto de la justicia internacional» porque apoyaba a Israel. Los medios de comunicación en árabe y las cuentas de redes sociales de Beijing se inundaron de críticas a Israel y EEUU, Mientras los diplomáticos chinos compartían publicaciones antisemitas en Twitter, su canal oficial CGTV informaba que «los judíos dominan los sectores de finanzas, medios e Internet [de EEUU]».
La posición de Beijing fue tan inesperada como estridente. En los últimos años, China se ha convertido en un actor importante en la floreciente economía de innovación de Israel. Según un estudio reciente del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv, entre 2001 y 2018 el comercio bilateral entre los dos países se disparó de poco más de mil millones a casi 12 mil millones de dólares (ha caído ligeramente desde entonces a poco menos de $10 mil millones el año pasado, debido a la presión de la administración Trump). Este aumento masivo de capital, gran parte del cual ha fluido hacia el dinámico sector de alta tecnología del país, ha puesto a China en camino para superar a Estados Unidos en los próximos años como el mayor inversor extranjero individual de Israel. Los funcionarios chinos se han mostrado efusivos sobre la «confianza mutua» y la «cooperación» que ahora prevalece en las relaciones entre Beijing y Jerusalén. Todo esto hace que la postura antiisraelí de China sea sorprendente, y quizás reveladora.
Tampoco se puede atribuir el activismo de China a un fuerte respaldo a la causa palestina. A pesar del apoyo retórico, Beijing ha proporcionado solo una ayuda insignificante a la Autoridad Palestina y su pueblo. A partir de 2019 no hubo una inversión china mensurable en Cisjordania o Gaza, y los flujos comerciales bilaterales fueron insignificantes.
Mientras los diplomáticos chinos compartían publicaciones antisemitas en Twitter, su canal oficial CGTV informaba que «los judíos dominan los sectores de finanzas, medios e Internet»
Pero si bien China ha hecho poco para apoyar a los palestinos, no obstante, los ha utilizado contra Washington. «El objetivo es ganar puntos en el escenario mundial al revelar y criticar el doble rasero de Estados Unidos en el Medio Oriente», explica Zhang Chuchu de la Universidad de Fudan.
Entonces, ¿qué explica el giro antiisraelí abrupto y tan vocal de Beijing?
Parte de la respuesta se puede encontrar en los esfuerzos cada vez más desesperados de China por desviar el enfoque internacional en su genocidio en curso contra los musulmanes uigures en Xinjiang.
Al apoyar la difícil situación de los palestinos, China aviva cínicamente el tema más emotivo de la política del Medio Oriente, para distraer a las naciones musulmanas de su propia campaña nacional para «romper la herencia y las raíces» de los musulmanes chinos a través de un extenso sistema de gulags.
Al mismo tiempo, las crecientes inversiones de Beijing en todo el Medio Oriente en los últimos años —desde el sector de telecomunicaciones del Líbano hasta diversos proyectos de infraestructura en Egipto— han comprado efectivamente el silencio de los gobiernos musulmanes, cuando se trata de abusos contra los derechos humanos en China.
Otra razón se relaciona con la selección de socios regionales por parte de China. En los últimos años, Beijing ha firmado asociaciones estratégicas con al menos siete países (incluidos Turquía, Arabia Saudita e Iraq). Pero, como explica la Comisión de Revisión Económica y Seguridad de Estados Unidos y China en un nuevo informe, el extenso pacto estratégico de 25 años de China con Irán es la pieza central de su estrategia para el Medio Oriente. Si se lleva a cabo, ese acuerdo sería una bendición para China, ya que le daría acceso preferencial a proyectos de infraestructura y telecomunicaciones así como a las instalaciones portuarias iraníes, y ampliaría significativamente la cooperación militar entre los dos regímenes. El efecto acumulativo del acuerdo es trasformar a Irán en un centro crítico a lo largo de la tan conocida Belt and Road Initiative (“Iniciativa de la Franja y la Ruta”) de China y, al hacerlo, dará a esta una participación vital en la República Islámica.
Las crecientes inversiones de Beijing en todo el Medio Oriente en los últimos años —desde el sector de telecomunicaciones del Líbano hasta diversos proyectos de infraestructura en Egipto— han comprado efectivamente el silencio de los gobiernos musulmanes, cuando se trata de abusos contra los derechos humanos en China
La respuesta de China al reciente conflicto de Israel con Hamás debería servir como un llamado de atención para los responsables políticos en Jerusalén. Destaca que, a pesar de su gran interés financiero y acercamientos políticos, existen límites reales para la alineación de China con Israel. De hecho, el reciente respaldo del gobierno israelí a una resolución de la ONU patrocinada por Canadá sobre el genocidio de Xinjiang sugiere que es posible que ya esté en marcha un replanteamiento de la política hacia China.
Para el resto del Medio Oriente, mientras tanto, el giro antiisraelí de China representa una advertencia que los Estados de la región y más allá harían bien en tomar en serio: la amistad de Beijing hoy no es garantía de su fidelidad mañana.
*Ilan Berman es vicepresidente senior del Consejo de Política Exterior Estadounidense en Washington, DC. Joshua Eisenman es investigador principal del Consejo de Estudios sobre China, y profesor asociado de política en la Escuela de Asuntos Globales Keough de la Universidad de Notre Dame.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción NMI.