Toda discreción desaparece en el baile exuberante de Simjat Torá. Cada judío percibe que tiene un deseo natural de tomar un rollo de la Torá en sus brazos y vitorear con él. En este momento emergen recursos ocultos de alegría, energías que no sabíamos que poseíamos.
Por supuesto, la fuente de tal felicidad, el centro de atención, es la Torá. Sin embargo, a lo largo de la celebración, durante las siete Hakafot, la Torá nunca se abre; bailamos sosteniéndola envuelta en su manto. Además, en Simjat Torá, las personas no suelen agregar tiempo a su horario habitual de estudio de la Torá. En todo caso, lo contrario es lo que sucede. Aunque la Torá generalmente se asocia con el estudio disciplinado, en Simjat Torá la abordamos de manera diferente, cantando y bailando de una manera que no tiene relación aparente con su comprensión.
La razón de estas innovaciones en Simjat Torá es que el intelecto no es el único medio por el cual una persona puede conectarse con la Torá. Una dimensión de la Torá puede ser definida y captada por nuestras mentes; otra dimensión es infinita, más allá de toda comprensión humana. El aspecto infinito de la Torá representa su esencia, porque «Dios y su Torá son uno».
Así como Dios es infinito y trasciende todos los límites, igualmente lo es la Torá, que se extiende más allá de los límites del entendimiento humano. En consecuencia, para que el hombre se relacione con la Torá, su compromiso debe reflejar ese infinito. Por lo tanto, cuando nuestros antepasados recibieron la Torá en el monte Sinaí declararon Naasé Venishmá («Haremos y escucharemos»). Hicieron un compromiso suprarracional para obedecer la voluntad Divina, un compromiso que no estaba condicionado a su comprensión. Al declarar primero Naasé («Haremos»), demostraron que estaban dispuestos a seguir las órdenes de Dios sin objeción alguna.
La dimensión intelectual de la Torá es crucial pero no define su esencia. Para que el hombre pudiera relacionarse con la Divinidad, la Torá descendió desde las alturas infinitas e invirtió en conceptos, leyes y principios racionales que se pueden estudiar, comprender e incorporar a nuestro comportamiento. Estos, sin embargo, representan meramente las dimensiones externas de la Torá y no su núcleo interno.
Revestir la Torá de categorías intelectuales es un proceso de acercamiento de Dios al hombre. En Simjat Torá, sin embargo, el hombre se acerca a Dios e intenta conectarse con el aspecto de la Torá que es uno con Él. Ello requiere ir más allá de las restricciones de la racionalidad. Es esto lo que precisamente ocurre cuando un judío baila con un rollo de la Torá en Simjat Torá.
Todos los judíos, eruditos o no, comparten por igual en las Hakafot de Simjat Torá, porque estas celebraciones tocan un punto en el alma que, por la naturaleza de su infinitud, desafía todo el concepto de rango y gradación. En este nivel, no existe diferencia alguna entre un judío y otro. La similitud básica que nos une a todos nos hace unir nuestras manos y bailar juntos, ajenos a las diferencias personales que de otro modo podrían crear barreras entre los individuos.
El rabino Yosef Yitzjak Schneerson, quien fue el sexto Rebe de Lubavitch, solía decir que en Simjat Torá la Torá misma quiere bailar; sin embargo, dado que un rollo de la Torá no tiene pies, los judíos debemos funcionar como sus pies y llevarlo alrededor del estrado en la sinagoga.
Los pies no tienen voluntad independiente; están totalmente subordinados a la cabeza que los controla, obedeciendo sus deseos sin cuestionarla. Tan profunda y completa es nuestra rendición a la Torá en Simjat Torá que nos eleva más allá de nuestras identidades individuales, convertidos en los «pies de la Torá».
Esta metáfora nos recuerda la necesidad de avanzar en la Torá durante todo el año, ya que los pies están asociados con la marcha hacia delante. Este progreso afecta tanto a la Torá como al pueblo judío, ya que así como los pies pueden llevar la cabeza a un lugar que ella no puede alcanzar por sí sola, el pueblo judío puede elevar la Torá y llevar su esencia a la superficie.
A la luz de esto, podemos apreciar el lugar de Simjat Torá en la secuencia de festividades que inician con Rosh Hashaná y Yom Kipur. Las festividades mencionadas enfocan nuestra atención en el núcleo interno de nuestra relación con Dios. Simjat Torá, es el punto de transición entre la experiencia espiritual intensa del mes de Tishrei y nuestras circunstancias cotidianas, y con los pies bien puestos sobre la tierra.
Este descenso seguro se dirige a su destino por medio del regocijo de Simjat Torá. En ese momento, nuestra alegre conciencia de cómo «Israel, la Torá y Dios, son uno», sienta las bases para nuestro servicio a Él durante todo el año. Estas celebraciones mejoran nuestro vínculo con Dios y la Torá, que no están sujetos a las limitaciones del intelecto, en todos los aspectos de nuestra conducta a lo largo del año.
Además, estas celebraciones anticipan a las que precederán la llegada del Mashíaj y el advenimiento de la Redención, que fervientemente deseamos ocurra en el futuro inmediato.