Raquel Markus-Finckler
Podemos volver a danzar…
Y lo hacemos
sobre el fuego que consume la madera
en la que ardemos.
Sobre los bosques de Galilea
que hoy se convierten en cenizas
y que volverán a retoñar
para que podamos celebrar entre sus sombras.
Podemos volver a danzar…
Y lo hacemos
sobre las llamas con las que pretenden
quemar nuestra fe y quebrar nuestras almas,
pero que tan sólo sirven para curtir el cuero
del que estamos hechos.
Sobre el luto que se apoderó de los hogares de los nuestros,
el que comprime las gargantas y hace hervir la sangre
que aún circula en las entrañas de mi pueblo.
Se cansarán de ver nuestros bailes
sobre las montañas de Hebrón,
en las calles empedradas de Jerusalén
y en el bulevar que abraza al mar de Tel Aviv.
Se cansarán de vernos danzar sobre los kibutzim
que conocieron su odio y nuestro dolor,
sobre la tierra regada con lágrimas y fotos,
la que un día albergó la alegría y el temor
del que celebra la paz y encuentra el terror.
Tal vez hoy nos faltan más motivos
para celebrar tal como lo merece la vida.
Tal vez hoy nos toque danzar entre la rabia
que aún nos cubre las heridas.
Tal vez debamos buscar razones para continuar bailando,
aunque la música suene entre el eco de los gritos
y los danzarines asemejen a un ejército aguerrido.
Podemos volver a bailar…
Y lo hacemos vestidos de negro.
con las caras crispadas y las almas enlutadas,
aferrados a la bandera azul y blanca
con la que abrigamos la fe que nos levanta.
Podemos volver a bailar…
Y lo hacemos para honrar a los nuestros,
a los que murieron celebrando la paz,
y a los que vinieron a buscar
cuando aún estaban dormidos.
Podemos volver a bailar…
Por los viejos, las mujeres y los niños.
Por aquellas que tomaron a la fuerza.
Por aquellos que aún esperamos en casa
pues no perdemos la esperanza de volverlos a abrazar.
Por ellos, junto a ellos, volveremos a danzar.
Hoy podemos danzar, celebrar y abrazar a cuatro de ellos. Cuatro de los nuestros volvieron a casa, cuatro fueron rescatados con vida y están ahora a salvo donde pertenecen, con los suyos, con los que estaban esperándolos con un terrible nudo en la garganta y una tremenda opresión en el pecho.
Todavía faltan muchos por volver a casa, más de cien de ellos, de los que aún siguen vivos y de aquellos cuyos cuerpos hoy se encuentran ciegos, mudos y fríos, pero que aún queremos para poder honrarlos y llorarlos como debemos.
Hoy cuatro de los nuestros vuelven a casa gracias a los valientes miembros de las fuerzas armadas israelíes, que hicieron lo posible y lo imposible por rescatarlos. Y aunque uno de ellos falleció en la misión, siempre será recordado como un héroe que entregó su vida para hacer aquello que creía correcto.
Las noticias internacionales, por supuesto, no celebran el rescate de nuestros cuatro rehenes. El odio de voceros, periodistas y corresponsales (que no honran la profesión que ejercen) no les permite alegrarse, ni por ellos ni por nosotros.
Las noticias internacionales de lo único que hablan es de los muertos de Hamás y de sus aliados en Gaza, se lamentan por aquellos que mantenían secuestrados a los nuestros (pobres víctimas inocentes que no habían hecho nada para ganarse tan cruel destino).
(Foto: RFI)
Para la mayor parte de la prensa internacional, los terroristas de Hamás y sus aliados siempre son las víctimas inocentes, y jamás los victimarios asesinos y cobardes. Para la mayor parte de la prensa internacional ellos son los únicos por los que vale la pena llorar cuando los alcanza la muerte, aunque la hayan estado llamando a gritos, aunque se la hayan ganado a pulso.
Poco dicen las noticias internacionales sobre los rehenes rescatados tras ocho meses en manos de los peores “seres humanos” de este planeta, es decir en manos de un grupo terrorista que solo pretende la completa aniquilación de Israel. Ellos se empeñan en ignorar y minimizar —cuando no justificar— nuestras muertes, la sangre judía derramada, nuestras mujeres tantas veces violadas, los torturados, los mutilados, nuestros secuestrados…
Para ellos, periodistas, analistas, activistas y voceros judeófobos mal disfrazados de objetividad e imparcialidad, todos los ataques a lo judío y a los judíos se justifica y minimiza, por ser parte de lo que se les ha dado por llamar “actos de resistencia”.
Para la hipócrita, falsa y sesgada audiencia a favor de los terroristas no es necesario recordar que todo este horror comenzó aquel fatídico 7 de octubre, cuando los miembros de Hamás se metieron en tierras israelíes para dejar un saldo de más de 1200 personas asesinadas y llevarse por la fuerza a más de 240 secuestrados, de los cuales un número significativo (cuya cifra seguimos sin conocer) ya no están con vida.
Pero no dejemos que la prensa internacional nos robe este ratito de alegría que nos dan las cientos de imágenes que circulan en las redes mostrando los reencuentros familiares; la merecida celebración del cumpleaños de un padre que recuperó a su hija; los amigos que cantan y bailan por el chico que regresó de la muerte; los abuelos que debieron esperar más de siete meses para volver a abrazar y besar a sus seres queridos, por las hijas que lloran aferradas a la espalda de su padre.
No debemos dejarnos robar la alegría al ver las celebraciones en las playas de Tel Aviv y en las calles de Jerusalén; al apreciar las sonrisas, los aplausos, los saltos y la sorpresa de todo Israel al saber que cuatro de los nuestros hoy vuelven a casa, a donde pertenecen, de donde nunca debieron ser sacados por la fuerza.
Hoy podemos celebrar junto a cuatro de ellos, mientras seguimos esperando que los demás vuelvan a casa.
Por ellos, junto a ellos, volveremos a bailar.
¡Am Israel Jai!