Releyendo la tesis de Francis Fukuyama expresada en su libro El fin de la historia y el último hombre, publicado en 1992 y que fue sin duda un bestseller, acaparando la atención no solo de millones de personas, sino de intelectuales, analistas internacionales, políticos, etc., en donde el autor propone la tesis central de su obra, sobre la muerte de las corrientes ideológicas, que nos llevarán a un mundo centrado en una democracia liberal en todos los aspectos, tanto políticos como económicos derivando en el llamado pensamiento único.
Según su tesis ya no son requeridas las ideologías, sus contradicciones, sus luchas por esos apostolados que cada una a través de los siglos defendía, llevándonos a un único factor universal que sería económico, por lo que Estados Unidos sería el gran estandarte del capitalismo a contrapelo del marxismo, la vitrina donde la humanidad se reflejaría en una sociedad sin clases sociales, sin contradicciones, basada especialmente en la economía.
A la luz de lo que hemos vivido en poco más de 30 años de la publicación de este libro, pareciera que nuestro amigo Fukuyama profetizó en la dirección contraria. Nada más lejano a la realidad sobre la desaparición de las ideologías y la centralidad universal en la democracia liberal.
Estamos siendo testigos de cómo bloques ideológicos sumados a fanatismos religiosos se entrelazan para confrontar al otro bloque, y lo que vemos con total claridad es que países con regímenes socialistas-populistas conforman un bloque sólido como dictaduras, teocracias, reinos, movimientos islámicos radicales, donde cada uno tiene de por sí ideologías diferentes, pero se unen para contraponerse a las democracias liberales y libertarias que, justamente a contrapelo de lo propuesto por Fukuyama, son la minoría.
Hoy en día se libra a sangre y fuego una batalla cultural, ideológica y religiosa en el campo dialéctico pero también en el campo bélico, que tiene en ascuas a la humanidad: por un lado la ideología de género con un mundo avanzando hacia un “progresismo” donde la inclusión de todas, todos y “todes” está en plena ebullición, el cual trata de cambiar los paradigmas más objetivos como el sexo al nacer, algo realmente absurdo como si hubiera más de dos sexos, y eso solo por dar un ejemplo.
Por otro lado vemos dos invasiones contemporáneas, la de Rusia a Ucrania y la de Hamás a Israel, y de ahí sin ser grandes eruditos podemos apreciar los dos bloques delineados perfectamente. Dos agresiones importantes, pero con diferencias centrales; mientras el primer conflicto plantea una confrontación bélica entre ejércitos nacionales, alegando Rusia el factor de soberanía territorial sobre parte o la totalidad de Ucrania por razones históricas, en el caso del conflicto entre Israel y Hamás la confrontación se sitúa en el plano religioso, entre un Estado democrático y un movimiento terrorista que tiene como objetivo central —desde sus fundación en 1987 y expresado en sus estatutos— la aniquilación del Estado de Israel y su población, para crear un califato en toda esa región. Por eso el cántico From the river to the sea Palestine will be free (“Desde el río al mar, Palestina será libre”).
A la luz de lo que hemos vivido en poco más de 30 años de la publicación de este libro, pareciera que nuestro amigo Fukuyama profetizó en la dirección contraria. Nada más lejano a la realidad sobre la desaparición de las ideologías y la centralidad universal en la democracia liberal
Este objetivo lo ha tratado de ejecutar desde el año 2007, cuando expulsó a través de un golpe de estado contra la Autoridad Nacional Palestina, lo que dejó más de 200 muertos en aquella refriega, y que echó por tierra el anhelo de paz de Israel al entregar toda la Franja de Gaza a la ANP en 2005.
Aun cuando parezca cosa de locos, los postulados de grupos islámicos radicales como Hamás, la Yijad Islámica, la Guarida del León, entre otros, en territorios palestinos, así como de Hezbolá en el Líbano o los hutíes en Yemen, animados por países como Irán que plantean libremente la destrucción del Estado judío de Israel, ha sido acogida por numerosos movimientos sociales, culturales e inclusive países que, sin expresarlo abiertamente, dan un respaldo absoluto a los desmanes, brutalidad y asesinatos de estos movimientos en nombre de su fe.
Fukuyama se equivocó de medio a medio. Hoy más que nunca las ideologías y los fundamentalismos están polarizando a las sociedades, aumentado esa brecha por ahora insalvable, aunado, como si esto fuera poco, al coronavirus, sus diferentes cepas y la aparición en escena cada cierto tiempo, pero siempre presente en los últimos 3000 años, de la cara nauseabunda de la judeofobia, disfrazada de antisionismo, colonialismo, ocupación, apartheid, etc., etc., etc., muchos rostros de un mismo sentimiento de odio hacia lo judío.
¿Será que como dice Maimónides tendremos que esperar la llegada del Mashíaj, quien será el líder de la humanidad, la protegerá y hará posible la convivencia entre sus congéneres?