Eitan Weisman
Rabino principal de la Unión Israelita de Caracas
Rosh Hashaná es un tiempo único, un tiempo de renovación del mundo, de renovación del hombre; este tiempo determina nuestra realidad para todo el próximo año. Es correcto llamar a este tiempo Rosh Hashaná (“la cabeza del año”), y no “comienzo del año”, porque el primer mes del año, según la Torá, es en realidad Nisán.
¿Cuál es, entonces, la idea de una “cabeza”? Cada hecho, cada acción que hacemos, toda la energía de esa acción, antes de ejecutarla ya está en la cabeza, está en la esencia del pensamiento. Así está escrito en el famoso poema que cantamos los viernes en Kabalat Shabat: Sof Maasé Bemajshavá Tejilá, “Lo que vemos al final como una acción estaba primero en el pensamiento”.
La acción de una persona proviene de su pensamiento inicial. Por eso el asunto de la cabeza es de enorme importancia; la cabeza determina todos los pasos que vendrán después, y por lo tanto hay un trabajo espiritual muy importante y poderoso en Rosh Hashaná. Son dos días muy concentrados, en los cuales podemos determinar y planificar el nuevo año, de principio a fin.
Un posible plan para este nuevo año podría ser dar un primer paso, lo que quiere decir pensar en un mejoramiento pequeño, un adelanto menor. Dios espera de nosotros que demos el primer paso y un mínimo esfuerzo, para de ese modo demostrarle nuestra voluntad de ser mejores personas y mejores judíos con un nivel más alto de observancia.
Tomemos como ejemplo a Moshé Rabéinu, nuestro maestro. Cuando la Torá nos escribe la razón por la cual Moshé fue elegido como el salvador de Israel, no se menciona una acción fuera de lo común, sino que dice el versículo: “El Eterno vio que (Moshe) se desviaba para ver”. Según explica el Midrash, Moshé llegó a ser el elegido de Dios simplemente por dar un paso hacia la zarza ardiente. Otra opinión dentro del mismo Midrash nos dice que la decisión se produjo no por dar el paso sino simplemente por mover su cuello y mirar hacia la zarza.
Esto puede parecernos asombroso, pero es cierto; Dios no pide grandes cosas de nosotros, al ser nuestro padre nos conoce con nuestros defectos y debilidades. Lo que quiere es vernos dar nuestro primer paso, así que algo podemos hacer, y es simplemente demostrar ante Él un poco de esfuerzo y voluntad. En efecto, un hecho a primera vista de menor importancia puede marcar para alguien un gran cambio y aprendizaje.
Copio a continuación una anécdota que contó Lior Frishman, director del Consejo Religioso de la ciudad de Rehovot:
«Un día del mes de Elul yo estaba al lado del venerado rabino de la ciudad de Rehovot, el rabino Simcha Kook Z’L. Lo escuché decir que al día siguiente se suponía que debía dar una charla antes de las Selijot, en una de las sinagogas sefardíes de la ciudad. Tenía muchas ganas de llevarlo allí, y él estuvo de acuerdo.
“A las cuatro y cuarto de la madrugada lo estaba esperando frente a su casa. Pasamos antes por el mikve, y luego fuimos a la sinagoga sefardí. Llegamos a las cinco menos cuarto, entramos y vimos allí solo al gabay (encargado de la sinagoga). El rostro del gabay se puso blanco como la cal. No sabía dónde meterse de la vergüenza. Había invitado al gran rabino de la ciudad, lo molestó temprano por la mañana, y probablemente no hizo suficiente publicidad ni supo cómo prepararse, por lo que nadie vino. ¿Qué hacer?
“Supongo que a cada uno de nosotros nos hubiera gustado hablar frente a un salón lleno, pero el rabino Kook nos dijo con una sonrisa: ‘Caballeros, estemos juntos, realmente me encantaría estudiar con ustedes dos algo de Torá’. No olvidaré esos momentos.
“Continuó el rabino diciéndonos: ‘Escuchen con atención, no se sienten decepcionados. Me vale la pena tomarme la molestia de levantarme temprano y venir aquí a la sinagoga, incluso para que se abra el corazón de un judío. Y aquí hay dos judíos frente mí.’
“Han pasado 15 años. Recuerdo esta historia cada año en el mes de Elul. En Elul solemos hablar de acciones dramáticas, de cambios grandiosos, de asegurarnos montañas y colinas. Pero cada pequeño acto nuestro es importante, e incluso una lección para dos personas temprano por la mañana es valiosa«.
Nuestros sabios nos trasmiten una idea clara y simple que Dios quiere de nosotros: “Ábranme un hueco del tamaño del agujero de un alfiler, que Yo les abriré uno de gran tamaño como entrada a un gran salón”
Nuestros sabios nos trasmiten una idea clara y simple que Dios quiere de nosotros:
פתחו לי פתח כפתחו של מחט ואני אפתח לכם כפתחו של אולם (“Ábranme un hueco del tamaño del agujero de un alfiler, que Yo les abriré uno de gran tamaño como entrada a un gran salón”). Es cierto que nuestra meta debería ser buscar la perfección en todos los ámbitos de la vida, de acuerdo con nuestras fuerzas y los dones recibidos por Dios nuestro creador. Pero aun así, Dios en su inmensa compasión y amor “se conforma” con solo una pequeña demostración de nuestra parte de querer ser mejores en este año que estamos comenzando.
Sigamos con otro pasaje de la vida de Moshé y recordemos el episodio sucedido poco después de que Dios se le revelara pidiéndole que fuera su mensajero ante el Faraón. Moshé le pidió tener alguna prueba para mostrar ante el pueblo, para que creyeran en él. Dios le dijo que arrojara su bastón y este se convirtió en una serpiente. Seguidamente le ordenó: “Extiende tu mano y tómala por la cola”; al cumplir esta orden, la serpiente se trasformó de nuevo en bastón. ¿Necesitaba Dios que Moshé extendiera su mano y tomara la serpiente para que esta se convirtiera de nuevo en bastón? ¿No habría sido mayor el milagro si esto hubiese sucedido sin que Moshé actuara?
La respuesta a esta interrogante es que para que los milagros ocurran Dios quiere que nosotros demos un primer paso y hagamos algo por nuestra cuenta. El ser humano nunca podrá hacer milagros, pero sí debemos poner un poco de nuestra parte y demostrar voluntad y esfuerzo para lograr el fin buscado.
Dios quiere que nosotros demos un primer paso y hagamos algo por nuestra cuenta. El ser humano nunca podrá hacer milagros, pero sí debemos poner un poco de nuestra parte y demostrar voluntad y esfuerzo para lograr el fin buscado
Nos cuenta el Midrash que cuando la hija del faraón, la princesa Batia, fue a tomar un baño al Nilo, escuchó el llanto de un bebé y vio a lo lejos un cesto; extendió su brazo, y este “se alargó muchos codos” hasta que pudo alcanzar la canasta. Cuando Dios vio que ella quería llegar hasta el bebé e hizo un mínimo esfuerzo, fue suficiente para que ocurriera el milagro.
Todos deseamos tener un buen año, tanto a nivel personal como para la comunidad, para el país y el mundo entero. Sin duda vamos a necesitar de unos cuantos milagros. Dios tiene que intervenir y poner un poco de orden, y Él lo puede hacer sin ningún problema, pero primero quiere vernos dar nuestro primer paso para extendernos la mano.
El plan que planificamos desde estos días de comienzo del año puede ser dar el primer paso, demostrar un esfuerzo hacia la mejora.
Bien conocemos lo que dijo el astronauta Neil Armstrong cuando caminó por primera vez en la Luna el 21 de julio de 1969: «Este es un pequeño paso para el hombre, un salto gigante para la humanidad». Nosotros también debemos decir en Rosh Hashaná: el pequeño esfuerzo que decidamos hacer en estos días marcará un gran cambio y éxito para este año venidero.
¡Shaná Tová!