Rabino Eitan Weisman*
Escribe Maimónides en su libro HaYad HaJazaká, Leyes de jametz y matzá, capítulo 7, Halajá 1: “Es un deber activo de la Torá narrar los milagros y las maravillas que han ocurrido a nuestros antepasados en Egipto, en la noche del quince del mes de Nisán, como está escrito en la Torá: ‘Acuérdense de este día en que salieron de la esclavitud en Egipto’”.
Esta mitzvá no depende del nivel intelectual de la persona, así como tampoco depende de su nivel social. Así decimos en la Hagadá de Pesaj en la noche de Leil HaSéder: “Aunque fuésemos todos sabios, todos doctos, todos ancianos, todos conocedores de la Torá, igualmente sería nuestro deber relatar el éxodo de Egipto”.
Es una mitzvá que no define cuál es el contenido o la cantidad de la historia que hay que contar. Por eso dicen los sabios que no hay que hacer una bendición antes de comenzar la Hagadá, aun cuando regularmente siempre recitamos una bendición antes de cumplir una mitzvá. Cuando se trata de una mitzvá sin definición de límites, no se hace una bendición al comienzo.
La Hagadá agrega un afirmativo no tan común, diciendo: Vejol Hamarbe lesaper bitziat Mitzráim, harei ze meshubaj, “Y cuanto uno más se extienda en la explicación del éxodo de Egipto, tanto más merecerá ser elogiado”.
La mayoría de los sabios comentaristas explican que este dicho se refiere a la misma persona que está narrando la historia del éxodo de Egipto. Mientras más lo hace, él mismo será más elogiado.
¿Por qué?
Interpretación en 3D de la Hagadá de Pésaj, generada por inteligencia artificial
(Fuente: freepik.es)
Una forma de explicarlo podría ser que mientras la persona más valora su vida, más agradecido está de ella. Se asemeja a una historia de ricos y pobres que viajaban juntos en un barco. Este barco se encontró en medio de una terrible tormenta y naufragó en alta mar, pero milagrosamente todas las personas se salvaron. Por supuesto que todos estaban muy agradecidos por salvarse, pero los ricos no estaban solo felices por salvar sus vidas, sino también por todas las maravillas y comodidades que ellos, a través de sus fortunas, podrían seguir disfrutando durante el resto de sus vidas. Mientras más posibilidades tienen, más agradecidos están.
Así es la narración del éxodo. Hay quienes agradecen solo la salida de Egipto y la salvación física; otros entienden que este milagro contiene mucho más: la salida de Egipto es la salvación espiritual del pueblo, que condujo al final de cuentas a la entrega de la Torá en el monte Sinaí. Obviamente, el que entienda esto estará más agradecido por la salvación de Egipto, y contará esa historia con más emoción y entusiasmo y de una manera mucho más detallada. Por eso dice la Hagadá: “Cuanto más extensamente explique uno el éxodo de Egipto, tanto más merecerá ser elogiado”. Con ello la persona se encuentra en un nivel más elevado, de mayor elogio, agradecimiento y entendiendo a cabalidad la enorme salvación del pueblo judío.
Podemos también explicarlo de manera más profunda y esencial. El ser humado tiene dos componentes en su ser: sus conocimientos y sus cualidades. Cuando se trata del conocimiento, es suficiente a través de una sola aprobación. Sí, uno más uno son dos, y al decirlo una vez ya lo sabemos. La repetición sería útil solo para poder recordar la información; entonces, para afianzar el conocimiento es suficiente con expresarlo una sola vez.
Pero cuando de cualidades se trata, es totalmente distinto. Para poder cambiar una cualidad humana, o por lo menos para poder dominarla, se requiere de mucho estudio y repetición. Si queremos corregir nuestra condición de enojarnos, por ejemplo, no será suficiente leer una vez que enojarse es una mala cualidad y que nos produce angustia, sentimientos negativos y enfermedades. Hay que repetirlo y repetirlo, y realizar muchas actividades diferentes para que logremos internalizar y dominar nuestro enojo.
Hay quienes agradecen solo la salida de Egipto y la salvación física; otros entienden que este milagro contiene mucho más: la salida de Egipto es la salvación espiritual del pueblo, que condujo al final de cuentas a la entrega de la Torá en el monte Sinaí
En una convención internacional de médicos cuyo tema era el peligro de fumar, encontramos varios médicos oradores que acababan de explicar durante más de dos horas completas sobre el peligro de fumar, pero en los recesos entre las exposiciones de los diferentes conferencistas, ellos mismos fumaban en los pasillos. Una cosa es el conocimiento, otra cosa es el comportamiento.
¿Qué es la fe en Dios? ¿Solo conocimiento, o una cualidad?
Por supuesto que en un primer nivel es conocimiento: saber que existe Dios y que Él es el Creador y el Rector de toda la Creación; que solo Él hizo, hace y hará todos los actos de la Creación.
Pero no es suficiente. Es un conocimiento que debe convertirse en una cualidad y parte de nuestro ser. Así está escrito en la Torá, en Devarim (Deuteronomio) 4:39: “Entiende hoy y grábatelo en tu corazón, que Dios es tu Elokim, en el cielo arriba y en la tierra abajo no hay otro”. Para grabar algo en nuestro corazón, hay que repetirlo montones de veces.
Los milagros de Egipto conducen a la fe en Dios. Por eso debemos recordar el éxodo de Egipto dos veces al día, en la mañana y en la noche.
Y por eso “cuanto más extensamente explique uno el éxodo de Egipto, tanto más merecerá ser elogiado”. Mientras más nos enfoquemos durante la noche del Séder en los milagros que ocurrieron a nuestros antepasados en aquella época en Egipto, la fe en Dios será grabada más hondamente en nuestros corazones, y nosotros mismos como seres humanos seremos más elogiados.
*Rabino de la Unión Israelita de Caracas.
Véase tambien
«En cada generación y generación», por el rabino Isaac Cohen