Isaac Cohen
Rabino principal de la Asociación Israelita de Venezuela
Se aproxima la celebración de Pésaj (la festividad de la Liberación física y espiritual), en momentos particularmente difíciles, y además confusos, llenos de incertidumbre. Una epidemia (Covid-19) ha estremecido los cimientos del mundo, y ha modificado de manera drástica nuestras rutinas laborales y sociales.
Ciertamente, todo este asunto de la pandemia ha creado angustia y zozobra. Es comprensible y justificado. Pero el judío es optimista, nunca desespera. Está en su naturaleza, y también de algún modo es su deber. Dice el Talmud: “Incluso si pende sobre tu cuello una espada afilada no debes desistir de esperar la salvación” (Berajot 10a). Pues el judío sabe que Dios maneja el mundo.
Sin embargo, ser optimista no significa negar la realidad sino, por el contrario, asumirla con valor y serenidad. Es por eso que este año Pésaj llegará con una connotación particular: cuarentena y aislamiento. Hay que ser precavidos, y seguir al pie de la letra todas las sabias recomendaciones que nos brinda la ciencia médica. Pero más importante es aún profundizar en Torá y en mitzvot, y ahondar en tefilá y en tzedaká. Sí, y lo destaco, más importante aún a pesar de que a veces, abrumados por el materialismo que impera en la época en que vivimos, nos cueste un poco creerlo. Pues de Dios proviene toda cura. Una pandemia, y ha habido peores que esta, es como una ola que con impetuosa furia golpea las rocas de la playa. Pero la ola pasa, y allí siguen las rocas.
Llegará la Pascua judía, y como señala el relato pascual: “El Rabino Gamliel solía decir: ‘Quien no menciona estas tres palabras en la Pascua, no cumple con su obligación, estas son: sacrificio pascual, pan ácimo y hierbas amargas’”. He aquí los tres símbolos fundamentales de la performance del orden pascual que buscan “provocar y asombrar” a los participantes. El sacrificio pascual significa “cordero” pero también “saltar”, “pasar por alto”. Alude a la misericordia del Todopoderoso que protegió, aquella primera noche de Pascua, a los primogénitos del pueblo de Israel. El pan ácimo significa la redención; el mismo pan ácimo de la esclavitud, desabrido y seco, se trasforma de improviso —por gracia del Todopoderoso— en el pan ácimo apetecible y exquisito de la liberación. Las hierbas amargas representan la amargura del odio sin motivo, la crueldad de los opresores, de la injusticia y de la intolerancia, que el pueblo judío a través de Torá y los preceptos —y con la bondad de Abraham— va revirtiendo y disipando, en su transitar a lo largo de la historia.
Quizá el mensaje que el Señor nos quiere dar, la instrucción precisa, es recogernos, adentrarnos en nosotros mismos, reflexionar y rectificar. Veamos el lado positivo de la coyuntura, y amparémonos en nuestro optimismo milenario
Pero no solo existe la obligación de narrar en la noche de Pascua la salida de Egipto, sino también la de recordarla de manera cotidiana.
Para nuestra comunidad, la familia equivale a enseñanza y continuidad, claves de nuestra permanencia a través de los siglos. La sabia conjunción en un mismo tiempo y lugar de abuelos, hijos y nietos constituye en sí misma una poderosa e importante bendición. Este año, la cena tradicional de Pésaj, el Séder, cuando relatamos en familia la salida de Egipto, no será en familia. Extraña coyuntura, que en aras de la salud física obliga al aislamiento. Quizá el mensaje que el Señor nos quiere dar, la instrucción precisa, es recogernos, adentrarnos en nosotros mismos, reflexionar y rectificar. Veamos el lado positivo de la coyuntura, y amparémonos en nuestro optimismo milenario.
Queridos amigos, les recuerdo que la AIV continúa trabajando con la misma vocación de siempre para servir, ayudar y reconfortar. Por favor, mantengamos la calma y continuemos con el ánimo en alto. Que el Todopoderoso los bendiga y que podamos cumplir, junto a nuestras familias, un Pésaj Kasher Vesaméaj. Y que veamos muchas festividades más con alegría y bienestar. Digamos todos amén.
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