Estando en estos días en la tierra de Israel, con los preparativos para la festividad de Pésaj, quisiera trasmitir a mi querida comunidad varias de las vivencias y aprendizajes que parten de una realidad muy distinta a la nuestra pero a la vez semejante en contenido y en origen, avivando el concepto de Am Israel Jai.
Primero, he de reconocer de que a pesar de sentir una inmensa alegría por el nacimiento de mis dos nuevas nietas B’H aquí en Éretz Israel, sigo de cerca a diario los acontecimientos de nuestro país, tanto a nivel político como comunitario. Viviendo la libertad de un país próspero, lleno de dinamismo, desarrollo y muchas oportunidades para la juventud, no puedo dejar de imaginar cuán más hermosa sería nuestra querida Venezuela si quienes la condujeron hasta ahora quisieran haberla desarrollado y forjado como un gran país rico en recursos naturales y humanos.
Y es en este preciso punto donde quiero hacer énfasis, y en el que todos (incluyéndome) saquemos una verdadera lección de vida. Estando aquí en Israel días antes de celebrar Pésaj, me doy realmente cuenta de lo que significa la verdadera libertad y la abundancia como algo que se da por sentado y natural.
Hay un punto indiscutible y muy cierto en nuestro proceder humano: cuando la riqueza material, la prosperidad y la abundancia tocan a nuestra puerta, todo, absolutamente todo, lo damos por sentado, creyendo ser merecedores de lo que poseemos, sin detenernos a pensar de dónde realmente provienen todas esas bendiciones.
En el marco de esta situación, y queriendo hacer una analogía con la celebración de Pésaj, quisiera unir dos conceptos claves en la lección que la Hagadá y el Séder nos trasmiten año a año. Estos dos elementos son la libertad y la humildad. Primero hablemos brevemente de la libertad; el nacimiento del pueblo judío está marcado por la trasformación de esclavos a hombres libres. En Pésaj ponemos énfasis en vivir esa libertad, pues comemos cómodamente recostados como lo hacían los reyes, tomamos cuatro copas de vino, cantamos alabanzas de agradecimiento, pero al mismo tiempo probamos la verdura untada en agua salada para valorar aún más el hecho de que seamos libres.
La arrogancia que algún día tuvimos al vivir en plena abundancia material y libres como el viento, se ha convertido en la más sublime humildad (representada por la matzá), que ha trasformado nuestra historia como comunidad judía de Venezuela en una lección aprendida por todos sus miembros, donde la humildad de reconocer a Dios como la única fuente de bendición y de salvación posibles, es la única verdad que hoy por hoy nos queda clara, ante tanta adversidad a nuestro alrededor.
Como judíos debemos saber que fuimos elegidos por Dios para ser un pueblo ejemplar entre las naciones. Por ello debemos ser ejemplo de fe, humildad y ayuda al prójimo en estos difíciles momentos de Venezuela.
Mi reflexión en estos momentos previos a la celebración de Pésaj es que, al igual que Am Israel reconoció a Dios como único garante de su libertad, después de mucho sufrimiento y de haber sido esclavos en Egipto, de igual manera debemos sujetarnos de la cuerda de la fe y de la humildad, que deben partir del reconocimiento de que el único Ser capaz de cambiar el giro de la historia y producir milagros, más aún en este mes de Nisán, es Dios bendito, quien de seguro tendrá preparada para nosotros como venezolanos y judíos la yeshuá (salvación) que tanto anhelamos.
Cumplamos con Su voluntad al máximo posible, que de seguro Él escuchará nuestras súplicas y partirá para nosotros ese mar que cruzaremos.
No me queda sino desear a todos los queridos miembros de la kehilá un Pésaj Kasher VeSaméaj, y que la fe y la humildad de reconocer al Ser Supremo nos traigan la tan anhelada redención pronto en nuestros días.
Nota: mi reconocimiento y agradecimiento a mi querida amiga Goldie Slavin, quien aún en la distancia me instruye para poder trasmitir estos mensajes reflexivos.