Uno de los textos más conocidos de la Hagadá es aquel que se refiere a los cuatro hijos: el Jajám (sabio), el Rashá (malvado), el Tam (indiferente), y finalmente, Sheeinó yodéa lishól, el ignorante.
En la Torá se encuentran cuatro respuestas a los hijos referentes a la salida de Egipto, por lo que los sabios dedujeron que se trata de cuatro hijos diferentes, tres de los cuales requieren respuestas a sus dudas, mientras uno de ellos ni siquiera sabe que pudiese tener alguna duda, por lo que se ordena ofrecerle respuestas aun cuando no exprese interrogantes al respecto.
Muchas explicaciones y reflexiones se han ofrecido a lo largo de las generaciones con respecto a esta sección de la Hagadá. Quiero destacar dos conclusiones que creo deberíamos entender de este capítulo.
La primera se refiere a que no se debe ofrecer la misma respuesta a cada individuo. Quisiéramos tener una fórmula que podamos utilizar, aplicable a todos. Los padres y los profesores quisieran tener una «receta» para la educación de sus hijos y alumnos; los políticos y los líderes sociales quisieran tener una manera única de influenciar a los habitantes de su país, así como en otros ámbitos de la vida. Ciertamente, ello no es factible. Cada persona requiere que se le hable en su idioma, ser educada aplicando ciertas maneras, cada uno de acuerdo a su forma de ser. Sabemos de hermanos que crecen en el mismo hogar, con los mismos padres y el mismo entorno, pero uno resulta totalmente diferente del otro. Lo que funciona con uno, puede fracasar de manera rotunda con el otro.
Un buen ejemplo son Esav y Yaakov, los primeros gemelos a los que se refiere la Torá. Crecieron en la misma casa, hijos de Yitzjak y Rivká. Yaakov es descrito por la Torá como Ish tam yoshév ohalím (hombre íntegro que permanecía en las tiendas), mientras el otro, según el texto, era Ish tzáid, ish sadé (hombre diestro en la caza, hombre del campo). ¿Cómo? Un gran rabino dijo que el hogar de Yitzjak y Rivká era un lugar pleno de educación. El error fue que trataron de educar a Esav de la misma manera que educaron a Yaakov; no funciona de esa manera. Lo que era apropiado para Yaakov no lo era en lo referencia a la educación de Esáv. Por ello, uno se adhirió a los valores de sus padres y abuelos, mientras que el otro se desvió de la senda trazada.
La misma idea se aplica también a los alumnos en un aula, a los habitantes de una ciudad, e incluso a épocas diferentes. Lo que era comprensible y factible en una generación puede no serlo en otra. Por ello, las respuestas a las inquietudes de los jóvenes de hoy no pueden ser las mismas ofrecidas hace algunos años.
Lo mencionado hasta el momento nos lleva a una segunda conclusión referente a los cuatro hijos: se debe tratar de prever y prevenir el futuro. La Torá dice Vehayá ki yishaljá binjá majár, “si mañana te preguntara tu hijo”. No es suficiente saber responder a la pregunta que te hace tu hijo hoy; hay que estar preparado para la pregunta que surgirá mañana. Como se mencionó previamente, la respuesta que era plausible para una generación probablemente no será adecuada para otra. Por lo tanto, si hoy hay tranquilidad y entendimiento, no quiere decir que sea una situación eterna. Hay que tratar de anticipar las preguntas y las dudas que surjan a través de los cambios políticos, temporales y de edad. La Torá, por ejemplo, le dice a los patriarcas que cuando llegue el momento de entrar en Éretz Israel la situación será totalmente diferente; seguramente sus hijos plantearán dudas y dilemas. Hay que estar preparados y saber de antemano las respuestas.
No es fácil, pero si se intenta pueden evitarse muchas confusiones en el futuro. El hecho de que entendamos que la respuesta satisfactoria de hoy no necesariamente será apropiada mañana, nos permitirá estar alertas para no quedarnos «dormidos» en el tiempo. Estar actualizados nos permitirá a confrontar los retos del presente con mayor éxito.
¡Jag Pésaj Kasher Vesaméaj!