Yom Kipur
Es difícil hacerlo con humildad, pero en ambos casos representa una liberación
Rabino Daniel Oppenheimer
Si bien no se debería esperar hasta último momento para resolver los asuntos pendientes (al margen del hecho de que jamás sabemos cuándo es nuestro último momento, por lo cual los sabios nos recomiendan “retornar un día antes de nuestra muerte”, Pirkéi Avot 2:15), la víspera de Yom Kipur es el día por excelencia en que la persona debe resolver las fallas que no ha resuelto hasta entonces.
Sin embargo, de todas las faltas en que hayamos incurrido, algunas requieren una atención especial: son las escaramuzas que tuvimos con otras personas. Acerca de este punto, nos dicen los sabios que Avonot sheBen adam lajeveró en Yom HaKipurim mejaper ad sheieratzé et javeró (Shulján Aruj, Oraj Jaim Simán 606), es decir, que Yom Kipur puede ser un ejercicio inútil si no nos ocupamos previamente de reconciliarnos con las personas a quienes hemos herido de alguna manera. Es por eso que al acercarse esta fecha nos incumbe una preparación importante, que consiste en un minucioso balance de los males que hemos hecho a otras personas y que han quedado sin remediar.
Esto no es para nada simple. Hay personas que se acercan y dicen: “Si te he hecho algo malo, ¿me perdonas?”. Si bien esto suena muy “santo”, puede también representar un enorme autoengaño (salvo que quien lo dice vergüenza de contar toda la verdad, Mishná Brurá 606:3), pues si realmente dañó al otro, por lógica no es un “por si acaso”.
Existe una anécdota en la cual una persona estaba buscando unas monedas por la noche. Un amigo se acercó para asistirlo. “¿Dónde las perdiste exactamente?”, preguntó, a lo cual el otro respondió: “Más allá, pero preferí buscar las monedas donde hay luz, porque puedo ver mejor”.
¿Por qué es tan difícil pedir perdón? Muchas personas sienten que es humillante pedir disculpas, pues marca una carencia moral propia. Si uno pudiera ser objetivo consigo mismo (que es lo más espinoso), notaríamos inmediatamente que esta actitud es totalmente errada. Pedir perdón es una señal de grandeza espiritual, pero sí, es verdad: hay que superar ese escollo personal para lograr ser objetivo.
Todo depende también de cómo uno se acerca a pedir disculpas. Aquel que realmente se arrepiente de lo que sucedió y es sincero de lo que dice, seguramente podrá lograr que el episodio quede en el olvido y restablecer un vínculo sano con el semejante. Sin embargo, la arrogancia de muchas personas no les permite hacer las cosas de modo simple y directo. Aun si se acercan a exonerarse, necesitan decir las cosas justificándose y defender su postura combativa anterior, es decir: demostrarle al otro que en realidad no es uno, sino él, el responsable de lo acontecido. Cuando se presenta el asunto así, obviamente es más probable que se enardezcan las pasiones iniciales a que se aplaquen los ánimos.
Por otro lado, ¿por qué es tan difícil perdonar? El perdón auténtico requiere que la persona agredida abandone por completo el rencor que siente a raíz del daño que sufrió. Cuando el afectado siente que el agresor era consciente de lo que hacía, y/o que se trataba de una persona cercana que gozaba de la confianza de uno, el dolor es mayor y por tanto se requiere una mayor voluntad interna para perdonar. Muchas veces las heridas son recientes, y las secuelas del golpe están aún presentes.
Sobre esto, los sabios aplauden a aquel que es maavir al midotav, es decir, que puede sobreponerse a las emociones (a los sentimientos de rencor y venganza) para absolver al ofensor.
Una de las tefilot que más convocan al público es Avinu Malkéinu (“Nuestro padre, nuestro rey”). Es una tefilá cuyos párrafos comienzan con esas palabras, y se basa en un episodio que relata el Talmud (Taanit 25): En cierta oportunidad, escaseaba la lluvia en la tierra de Israel en la temporada apropiada. La ley ordena organizar días de ayuno y contrición. Rabí Eliezer fue como jazán y recitó las plegarias correspondientes, pero no recibió respuesta. En cambio, Rabí Akiva —su alumno— dijo cinco versos que comenzaban con las palabras Avinu Malkéinu, e inmediatamente comenzó a llover.
¿Por qué fue más efectiva la tefilá de Rabí Akiva, siendo solamente un estudiante en aquel momento? La respuesta del Talmud es que, si bien Rabí Eliezer era mayor, Rabí Akiva poseía el mérito de ser maavir al midotav, benévolo e indulgente, aun con quienes tuvieron un trato mordaz para con él.
Existe una razón adicional que impide perdonar de todo corazón: nosotros sabemos que obramos mal. Llegamos a sentir que el abuso de otros (“mal de muchos”) justifica el nuestro. Es más, dado que quizá yo no obré correctamente con esa persona en el pasado, su agresión hacia mí, en cierto modo, “se equilibra”; nos da una sensación de “tener crédito a favor”. Nos parece que es “ventajoso” tener esa ficha guardada “por si algún día…”
Si bien puede parecer poco apropiado hablar en términos egoístas, es útil saber que el más beneficiado del olvido y la absolución es la propia persona que los otorga. El rencor habitualmente carcome más —física y emocionalmente— a quien lo posee que a la persona contra quien está dirigido
Si bien puede parecer poco apropiado hablar en términos egoístas, es útil saber que el más beneficiado del olvido y la absolución es la propia persona que los otorga. El rencor habitualmente carcome más —física y emocionalmente— a quien lo posee que a la persona contra quien está dirigido. Se flagela a sí mismo, y en Kohelet (Eclesiastés) 7:9 se le considera un “tonto”.
¿Quiénes suelen sufrir las peores agresiones? Los familiares y las personas más cercanas son quienes más sufren por las actitudes de sus seres queridos. ¿Por qué se sufre más con los allegados? Por la simple razón (acertada o no) de que uno debe y suele confiar en las personas más cercanas. Cuando la realidad muestra que no merecían esa confianza, la desilusión es mayor.
A menudo no estamos conscientes del dolor que le hemos provocado a otra persona. ¿Por qué? Porque olvidamos que los seres humanos no somos todos iguales. Existen grandes diferencias en las susceptibilidades de los distintos individuos. Lo que a uno le parece un chiste o una pequeña gracia, para otro es un acto ofensivo.
El hecho es que tampoco somos similares en cuanto a temperamento: en Pirkéi Avot (5:14) se señala que hay personas de fácil —o difícil— acaloramiento, mientras que los hay de fácil —o difícil— conciliación.
Tomemos en cuenta entonces esta enseñanza: en los Salmos (121:5), encontramos que se habla de Dios de esta forma: “Hashem es tu sombra a tu diestra”. El Baal Shem Tov señala que la comparación de Dios con la propia sombra se refiere al hecho de que Dios obra con la persona en los mismos términos en los cuales esa persona obra con sus semejantes. Cuanto más condescendiente y comprensiva es con sus semejantes, tanto más será la actitud divina con los errores cometidos por uno. Todos, menos los necios, sabemos que estamos en falta. ¡Cuánto bien nos haríamos a nosotros mismos si fuéramos más delicados en el trato con los demás!
Al comienzo de muchos majzorim de Yom Kipur se encuentra un rezo conocido como Tefilá Zaká, o sea una tefilá pura. ¿En qué consiste? En uno de sus pasajes se pide al Todopoderoso que en caso de que se hubiera lastimado a alguna persona sin saberlo, que esa persona haya perdonado lo que uno le hizo. Al mismo tiempo, quien dice la tefilá expresa que perdona a todo aquel que le haya hecho mal. ¡Qué mejor manera de comenzar Yom Kipur!
Les deseo a todos que tengamos el máximo provecho de este día tan especial.
Fuente: El Reloj (Argentina), Versión NMI.
(Artículo publicado originalmente en septiembre de 2009).