Rabino Yerahmiel Barylka
En Shemot 32, leemos que Moshé permaneció en el Sinaí durante 40 días y 40 noches, y que en su ausencia los israelitas exigieron que Aarón creara un ídolo para que Dios estuviera con ellos.
La muchedumbre dependía en gran medida de Moshé, porque apenas recientemente había sido liberada de la esclavitud y todavía sentía la necesidad del tipo de gobierno que había experimentado bajo el faraón. Sin Moshé, sentían que Dios estaba ausente; se asustaba y desorientaba, y necesitaba de una representación física de una deidad.
La necesidad de materializar lo divino y endiosar lo humano es propia del ser humano, limitado en su capacidad de abstracción. Muchos creyentes fieles y sinceros siguen necesitando de símbolos, imágenes, efigies o representaciones, que les permitan concretizar lo divino en objetos a los que adoran. Otros endiosan a políticos o a santones, de los que pretenden obtener soluciones mágicas para sus problemas, incapacitados de pensar y de actuar por sí mismos, tal como endiosaban a Moshé, el más humano y humilde de los seres.
El pueblo asoció lo que Aarón estaba haciendo con las figuras del dios cananeo El, que se representa en forma de toro y que todos conocían. Después de tantos años de asimilación a la cultura del país en el que vivieron como esclavos, no podían elaborar todavía la idea de un Creador verdadero, omnipotente, omnipresente, omnisciente, omnisapiente, omnioyente, omnivisionario, que no está restringido al espacio ni al tiempo. No sabían qué estaba haciendo Aarón, pero rápidamente se lo imaginaron según sus parámetros culturales ya caducos.
“Al ver los israelitas que Moshé tardaba en bajar del monte, se juntaron alrededor de Aarón y le dijeron: —Anda, ¡haznos dioses que nos guíen!, porque no sabemos qué le ha pasado a este Moshé que nos sacó de Egipto» (Shemot 32:1). El pueblo de Israel se apartó rápidamente del camino y se convirtió en «una novia que pecaba bajo su dosel» (según leemos en Shabat 88b).
Rabí Abraham ibn Ezra, destacado estudioso andalusí, toma dos versículos de la indescifrable visión de la semejanza de la gloria divina, que describen la cara de los animales aparecidos: hombre, león, águila y toro (Yejezkel 1:9), y hombre, león; águila y querubín (ibíd. 10:14), de las que deriva que la forma de los querubines, que por lo general se asocia popularmente como niños alados, era la de un becerro.
¿Cómo es posible que en el Lugar Santísimo, el Tabernáculo, cuyo propósito es expiar el pecado del becerro de oro, se encuentren dos estatuas doradas en forma de toro, y que la única persona autorizada para visitar el Sancta-Sanctórum sea Aarón el Cohen, quien hizo el becerro de oro con sus propias manos?
El estudioso contemporáneo Moshé Ganuz propone una respuesta original: el becerro dorado que hizo Aarón no es otro que los querubines dorados del Propiciatorio, la tapa dorada que debía colocarse en el Arca del Pacto, que estaba preparando para ganar tiempo hasta el regreso de Moshé.
Cuando Moshé estaba en las alturas del Sinaí, Aarón comenzó a cumplir la orden “Y pondrás en el arca el testimonio que yo te daré. Y harás un propiciatorio de oro fino… Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio” (Shemot 25:16 y siguientes). [Es decir, en ningún momento pensó en hacer un ídolo]. Y en ese momento parte del pueblo, al ver los querubines con rostro de becerro, se emocionó y exclamó: “Estos (en plural “ele”) son tu/s dios/es, Israel”, de lo que podemos deducir que allí había dos estatuas y no una. Los querubines fueron confeccionados para colocar las Tablas de la Ley, pero el pueblo los convirtió en símbolo del culto pagano. Por ello, cuando Moshé debía regresar al Sinaí, Dios le ordenó (Devarim 10:1) “Lábrate dos tablas de piedra como las primeras, y sube a mí al monte, y hazte un arca de madera”. De madera y no de oro, para evitar que se repitiera el error. Ahora el arca sería del material más simple, la madera, para evitar que se le endiosara.
Los símbolos suelen ser confundidos entre su uso ornamental o su divinidad. Particularmente cuando las personas angustiadas y temerosas necesitan un paliativo con urgencia, aunque pensándolo bien, saben que de nada les va a servir. Aarón se apuró para realizar una tarea buena que fue mal interpretada.
Algunos comentaristas opinan que la muerte de los hijos de Aarón durante el servicio religioso se debió a que también ellos actuaron con pasión y apresuramiento en forma desmedida, sin esperar la orden pertinente y sin comprobar si el pueblo estaba o no preparado para el verdadero servicio divino.
Según esto, podemos concluir que la presencia de los querubines en el Arca servía de recordatorio al acto pagano ocurrido en el desierto, y de la muerte de los hijos de Aarón. En el lugar sagrado había que recordar los errores, para no volver a cometerlos.
Aarón no pecó construyendo un ídolo ni esa fue su intención, pero incurrió en error al apresurarse a preparar el propiciatorio antes de que el pueblo estuviera listo para distinguir la esencia y la sustancia de su representación, y saber diferenciar la intención del despropósito.
Fuente: Aurora. Versión NMI.