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C ada país y cada sociedad se rigen por su propio Código Civil y Código Penal. Vivir en una sociedad que carece de un sistema de justicia es extremadamente peligroso. Tal como afirmó nuestro patriarca Abraham, cuando le preguntaron el motivo por el cual dijo que Sara era su hermana, escondiendo que en realidad era su esposa: “Si en este lugar no hay temor a Dios, seguramente me matarán a causa mi esposa”. Abraham teme que al decir que Sara es su esposa será asesinado, y el rey del lugar la poseerá.
Es cierto, todas las culturas poseen un sistema judicial; sin embargo, el mencionado por la Torá es diferente: no fue establecido por humanos, su fuente proviene de Dios directamente.
Una de las diferencias fundamentales radica en el hecho de que los castigos que impone la Torá no tienen por objetivo la venganza, sino que pretenden el beneficio de la víctima y la educación del trasgresor.
En nuestra parashá se menciona el muy conocido dicho: “Ojo por ojo, diente por diente”. Aun cuando podemos asumir que el texto es muy claro en su significado, nuestros sabios, por intermedio de la Torá oral, establecen que la intención es reponer económicamente al afectado por el perjuicio que se le causó. Ya en la antigüedad había discusiones acerca del significado de esta ley. Nuestros sabios dieron varios argumentos que justificaban su no aplicación textual, ya que pudiese ocurrir que el castigo fuese más severo que el crimen. Se menciona que si, por ejemplo, un individuo que tiene solo un ojo le hace perder el ojo a otra persona con dos ojos, por otra parte, ¿en qué beneficia la víctima que su atacante pierda uno o ambos ojos?
La intención de la Torá no es llevar el castigo al plano de la venganza, no es el deseo de que el criminal sufra tanto como su víctima. El deseo de la Torá es ayudar al agredido y que el perpetrador aprenda lo negativo de su acción. Nuestros sabios entienden que la intención del texto se refiere a la compensación monetaria del perjuicio causado, en lo que se refiere a tratamiento médico para lograr la recuperación, además de la afectación que pudiese tener el hecho en el desenvolvimiento económico del afectado.
Surge entonces la pregunta sobre la terminología utilizada por la Torá: “Ojo por ojo”, cuando lo que se pretende es la compensación económica. Sería más claro si la Torá hubiese utilizado el término “el valor del ojo por ojo”, o algo parecido. Así no había lugar para la confusión de esta ley.
Pienso que aquí la Torá nos brinda un mensaje sumamente significativo. Nos enseña que el hecho de haberle causado a otra persona un daño físico, aun sin intención, es tan terrible que hay que considerar que debería castigarse severamente, “ojo por ojo”. Solo que por las razones ya mencionadas se castiga con compensación para el agredido por parte del agresor.
No se pretende que el criminal asuma que su acción pueda resolverse con un aporte monetario, o lo que es lo mismo, que se trata de una licencia para que el rico resuelva fácilmente sus errores. La responsabilidad del ser humano es muy grande. El hecho de que la Torá utilice la expresión “ojo por ojo” demuestra que se trata de algo muy, pero muy serio. Debemos extremar el cuidado para no agredirnos, y más aún, para no perjudicar de manera alguna a nuestros semejantes.