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A l recordar una conversación en mis años de estudiante de la yeshivá, esta me hizo pensar en un mensaje que se encuentra en nuestra parashá.
En aquella época, la situación económica de la yeshivá estaba bastante comprometida, situación esta que inclusive se reflejaba en el menú. Fue en esos meses que se revistió la fachada del edificio con mármol. Una mañana algunos estudiantes compartíamos con el administrador; la pregunta obvia surgió: ¿si falta dinero para la comida, como es que lo hay para mármol en las paredes? El administrador nos informó que un donante canadiense ofreció un monto importante para la yeshivá, con la condición de que el mismo pudiese ser percibido por el gran público. Si le decía que su dinero sería invertido en comestibles, no hubiese aceptado.
Nuestra parashá inicia con las palabras: Veayá ékev tishmeún. La manera sencilla de entender la palabra ekev es como un “si” condicional. Lo que dice el texto es: si ustedes escucharen y cuidaren las mitzvot de la Torá, entonces Dios reafirmará su pacto y nos bendecirá, tal como nos lo prometió.
Rashí, quien normalmente explica el significado de la Torá de manera simple, en este caso no lo hace, y su comentario lo realiza de manera diferente. Dice: “Si los preceptos ligeros que el ser humano suele pisotear con sus talones ustedes escuchan, entonces el Eterno mantendrá la promesa que te hizo”. Quiere decir que Rashí explica la palabra ekev como talón. ¿Por qué Rashí va a una explicación que no se refiere al significado simple como es su costumbre? Puede ser que el eminente sabio nos quiere enseñar el secreto de la conexión del Am Israel con Dios.
La persona se mide por las cosas pequeñas. Muchos están dispuestos a ejecutar acciones que tienen mucho eco, publicidad; lograr que su nombre sea conocido y reconocido. Pero las cosas pequeñas, que normalmente se hacen con un bajo perfil, de las que muy pocos se enteran, no hay muchos individuos dispuestos a ello (como lo relatado al inicio de este escrito). Sin embargo, precisamente en estas acciones se mide la calidad de las personas que sí están dispuestas a realizarlas.
Igual ocurre con las mitzvot. Tenemos 613 mitzvot. Algunas de ellas, todos los judíos que respetan su identidad judía las cumplen. Mitzvot como Brit Milá, Yom Kipur, Séder de Pésaj. Son muy pocos aquellos que obvian estos preceptos. Otras mitzvot que son más “de bajo perfil” —como por ejemplo ayuda al prójimo de manera tal que este no sepa quién es su benefactor, préstamo de dinero sin interés, el diezmo, lavarse las manos antes de comer, etc.— no se “venden” fácilmente, no gozan de mucha publicidad. Pero estas mitzvot, nos dice Rashí, son las mitzvot que demuestran el amor verdadero que tenemos para con Dios; demuestran nuestro apego incondicional al Creador. Estos preceptos garantizan la continuidad judía. Por ello, son estas las que a veces “el ser humano suele pisotear con sus talones”. Olvidamos que son estas las que logran que Dios mantenga “la promesa que te hizo a ti”.
Cuentan de un judío que a la vez que se mantenía muy alejado de las mitzvot, simultáneamente era muy generoso y jamás se negó ayudar a un judío observante que le solicitase una donación. Una vez le preguntó un rabino cómo alguien tan distante de las mitzvot era tan generoso con las yeshivot. El señor le contó que sus padres eran religiosos que querían que él estudiara en la yeshivá del Jafetz Jaim ZT”L en Rádin, pero él era muy rebelde y no estaba de acuerdo. Aceptó ir y hacer el examen de admisión, en el que fracasó “en grande”. Estaba contento por ello. Como ya era tarde pidió dormir esa noche con los demás alumnos, pero el rabino que lo examinó, temiendo la mala influencia del joven, le planteó la situación al Jafetz Jaim. El sabio ofreció su casa, lo recibió como si fuese un gran personaje, y lo proveyó esa noche de sustento y lugar para dormir. En la mitad de la noche, contó el señor, escuchó al rabino entrar a su cuarto, diciéndose a sí mismo que el frío en ese cuarto era muy intenso. Inmediatamente se quitó su abrigo y cubrió al invitado. Ese abrigo le calentó no solo el cuerpo, sino también el corazón hasta el día de hoy, y es por eso que jamás niega ayuda a un rabino cuando se lo solicita.
Las cosas pequeñas que hacemos demuestran nuestra calidad humana, nuestro apego a Dios y a la Torá: no debemos despreciarlas, todo lo contrario. Esa es la recomendación de Rashí: “Si los preceptos ligeros que el ser humano suele pisotear con sus talones ustedes escuchan, entonces el Eterno mantendrá la promesa que hizo”.
Eitan Weisman
rabinoeitan@gmail.com
Rabino de la Unión Israelita de Caracas