Nusia Wacher Z’L
1923-2024
Para los que no me conocen yo soy Sharon, la nieta de la morá Wacher. Esa ha sido siempre mi carta de presentación, una que han heredado mis hijos también, incluso viviendo en Miami.
Para ella era muy importante que, cuando falleciera, en su lápida escribiéramos también el nombre de su papá Jacobo Wacher, y sus hermanos Pepi y Tzvi Wacher, quienes fueron asesinados durante la Shoá y no tuvieron una lápida que le recordara al mundo que ellos existieron. Aunque nosotros, sus nietos y bisnietos, somos el testimonio de su existencia y somos multiplicadores de los valores con los que ellos vivieron, valores que mi Ómama nos inculcó con tanta dedicación, hoy sus almas descansarán junto a ella aquí en Venezuela, aunque sus cuerpos hayan quedado en Europa tanto tiempo atrás.
Puede ser que a Ómama no le gustaría mucho que cuente esto, porque una de las cosas más importantes para ella era dar siempre un mensaje de esperanza y no de víctima. Repitió muchas veces, en muchos lugares:”Te pueden quitar todo: te pueden quitar tu casa, tu familia y hasta tu nombre. Pero no te pueden quitar lo que eres ni lo que tienes en tu cabeza”. Su pasión fue siempre la educación, porque es lo que no se le puede quitar a nadie.
Conocida como la morá Wacher, tante Nusha, y para nosotros sus nietos Ómama, ella fue familia, fue luchadora, resilente, cariñosa, orgullosa, sentimental, íntegra, disciplinada, moral, digna y sabia. Es nuestro ejemplo a seguir.
De ella son muchas cosas las que admiro: admiro su sabiduría; no solo del conocimiento, que ya era increíble pues hablaba, leía y escribía en 12 idiomas, tenía en su cabeza el mapa geográfico de Europa y estaba siempre al tanto de la actualidad. Pero más impresionante fue siempre su sabiduría de vida y sus consejos.
Admiro su increíble memoria. A todos los que están aquí les contó en algún momento historias de su familia o de cuando eran niños. Muchos se le acercaban a preguntarle: “Morá, ¿usted sabe quién soy?”. Eso automáticamente generaba una respuesta muy larga y detallada de quién era él o ella, quiénes fueron sus amigos, qué tan buen o mal alumno era, y probablemente un bono de su historia familiar.
Admiro su disciplina. Llegar a 100 años no es fácil. Ómama era disciplinada con su comida, disciplinada con el ejercicio físico, y por años podían verla caminando por Las Palmas y por la Cota Mil. Pero especialmente se dedicaba a ejercitar su mente. Jugaba cartas, leía y participaba de cualquier actividad que cultivara su intelecto. Cuando le regalamos su primer iPad, no podía con el asombro de tener acceso a un mundo donde estaba toda la información a la mano. Después de un par de semanas me dijo: “¡Ahora entiendo por qué la gente ya no lee!”
Admiro su orgullo y compromiso por el Estado Israel, la entrega a su comunidad, y en especial su amor por el judaísmo.
La familia fue siempre lo más importante para ella, mantenerla y cultivarla. Fue la matrona, y nuestra vida familiar giró gracias a ella y a su esfuerzo de ser siempre anfitriona, con la mesa siempre hermosamente puesta e intentando complacernos a todos con lo que nos gustaba.
Ómama estuvo siempre agradecida de vivir, con su mente entera y su cuerpo fuerte y ágil. Pero estaba clara de que cada día era un regalo. Se tomó el tiempo en vida de ir repartiéndonos cosas que para ella tenían valor (adornos, fotos, sus libros, su vajilla, sus prendas), porque quería disfrutar de poderle entregar a cada uno algo con lo que la pudiéramos recordar. Cada vez que nos despedíamos nos despedíamos lindo, con la esperanza de volvernos a ver. Y todas las veces me decía algo que hoy quiero desear a ustedes en su nombre. Ella me bendecía así: “Te deseo que llegues a ser bisabuela, para que puedas sentir este gozo que yo siento, pero lo que más te deseo es que llegues como yo!”
Sharon Cohen de Meiler
4 Comments
Admirable y maravillosa la morá Wacher
Pero tambien doy fe de lo maravilloso que es su legado familiar: hijos, nietos y bisnietos!
Gracias hija por tu escrito.
Así fue ella. Me alegro que dejo un buen llegado.
Una mujer sin igual. Era simpática y como decimos los venezolanos «Con mucho guardamos». Imposible olvidarla. Siempre me gustó el yidish pero no me dejaba entrar en sus clases por era sefradi. La única a la que permitía entrar era a mi prima Guila(porque su papa’ era el director). La recordaremos siempre con «quítate los zapatitos de Bebé)
Que bonito homenaje