Ver más resultados...
Yoram Ettinger*
E n 2017, Israel es la única economía avanzada y la única democracia occidental dotada de una tasa de fecundidad relativamente alta, lo que facilita un mayor crecimiento económico sin depender de la mano de obra migrante. Además, la demografía próspera de Israel proporciona una seguridad nacional reforzada (clases más grandes de personas que reemplazan a otras) y sirve también para una política exterior más segura.
En contraste con la sabiduría demográfica convencional, Israel no enfrenta una potencial bomba demográfica árabe. De hecho, el Estado judío se beneficia de un sólido viento de cola demográfico.
A comienzos de 2017, por primera vez y desafiando las proyecciones del establecimiento demográfico desde principios de la década de 1940, la tasa de fecundidad judía de Israel (3,16 nacimientos por mujer) excede la tasa de fertilidad árabe de Israel (3,11). De hecho dicha tasa en Israel es más alta que en la mayoría de los países árabes (por ejemplo, Arabia Saudita tiene 2,1 nacimientos por mujer, Kuwait 2,4, Siria 2,5, Marruecos 2,1, etc.).
La occidentalización de la tasa de fertilidad árabe también se ve entre los árabes en Judea y Samaria: de 5 nacimientos por mujer en 2000 a aproximadamente 3 en 2016; de una edad media a la hora de dar a luz de 17 en 2000 a 21 en 2017.
La occidentalización sustancial y sistemática de la fertilidad árabe –de 9,5 nacimientos por mujer en 1960 a 3,11 en 2016– deriva de la integración acelerada de los árabes israelíes en la modernidad, en general, y de la mejora del estatus de las mujeres árabes de Israel, en particular.
Por ejemplo, como ocurre con los árabes de Judea y Samaria –cuya tasa de fecundidad es similar–, casi todas las niñas árabes israelíes terminan la escuela secundaria y se inscriben cada vez más en colegios y universidades, mejorando su estatus dentro de sus propias comunidades. Este proceso ha ampliado el uso de anticonceptivos, retrasando la edad de los casamientos y la reproducción, que solía comenzar a la edad de 15 o 16 años, hasta la edad de 20 años o más.
Además, las mujeres árabes se integran cada vez más en el mercado laboral de Israel, orientándose en modo mayor a una carrera y a la sociedad, lo que termina su proceso reproductivo a la edad de 45 años, en lugar de 50-55 como solía ser. Por otra parte, un proceso de urbanización intensificado ha desplazado a un número cada vez mayor de árabes israelíes de empleos agrícolas autónomos a empleos urbanos, y de hogares rurales a apartamentos urbanos, lo que ha reducido la necesidad y la conveniencia de criar muchos niños.
Al mismo tiempo, desde 1995 ha habido un aumento sin precedentes en la tasa de fecundidad judía, especialmente en el sector secular, como resultado de un nivel relativamente alto de optimismo, patriotismo, apego a las raíces nacionales y responsabilidad colectiva/comunitaria.
De 80.400 nacimientos judíos en 1995, el número aumentó a 139.400 en 2016, mientras que el número anual de nacimientos árabes se mantuvo estable en alrededor de 41.000. Contrariamente a la sabiduría convencional, el aumento de 73% en el número de nacimientos judíos tuvo lugar a pesar del leve declive de la fertilidad ultraortodoxa (debido a la mayor integración en el mercado laboral, la educación superior y el ejército) y la estabilización de la fertilidad de la población “ortodoxa moderna”. En especial se debió a la creciente fertilidad del sector judío secular.
El impulso sin precedentes detrás de la floreciente demografía judía de Israel está documentado por la proporción de nacimientos judíos en el país: 77% del total de nacimientos en 2016, comparado con 69% en 1995. Además, en 2016 hubo 3,2 nacimientos judíos por cada nacimiento árabe, en comparación a 2,2 en 1995.
Por otra parte, mientras la inmigración persiste en números más altos de lo previsto (26.000 en 2016), tiene un potencial dramáticamente superior, lo que obliga a Israel a reintroducir una política proactiva para promocionar la aliá en Francia, el resto de Europa, Rusia, Ucrania, Argentina y otros países, como se hacía antes de la aliá de un millón de judíos de la antigua URSS durante la década de 1990.
Simultáneamente, se ha documentado una emigración neta árabe desde Judea y Samaria (aproximadamente 20.000 anualmente en los últimos años), mientras que el número neto anual de emigrantes israelíes (permaneciendo en el exterior por más de un año) ha disminuido sustancialmente: de 14.200 en 1990 a 8.200 en 2015. La población de Israel casi se duplicó al pasar de 4,5 millones en 1990 a 8,4 millones en 2015.
En 2017, el número total de árabes en Judea y Samaria era de 1.800.000, y no 3.000.000 como lo afirma la Oficina Central Palestina de Estadísticas, que incluye en su recuento a más de 400.000 palestinos que han estado ausentes durante más de un año; también incluyen a los más de 300.000 árabes de Jerusalén, es decir que estos son doblemente cuantificados (por Israel y por la Autoridad Palestina); a 100.000 palestinos que se casaron con árabes israelíes y recibieron tarjetas de identidad israelíes también los cuentan dos veces. Además, la Autoridad Palestina afirma que la migración neta es cero, ignorando la mencionada emigración neta anual de 20.000 en los últimos años y la emigración neta sistemática desde 1950. Un estudio del Banco Mundial, de septiembre de 2006, documentó 32% de nacimientos que ha inflado la Autoridad Palestina.
En marzo de 1898, el principal demógrafo e historiador judío, Simon Dubnov, ridiculizó la visión sionista, alegando que para 1998 (un siglo después) no habría más de 500.000 judíos en Éretz Israel. En octubre de 1944, el fundador de la Oficina Central de Estadística de Israel, Roberto Bachi, sostuvo que en el mejor de los casos habría 2,3 millones de judíos en la Tierra de Israel en 2001, y que serían una minoría de 34%…
Sin embargo hoy, en 2017, desafiando la “sabiduría” convencional demográfica, hay 6,8 millones de judíos en la Tierra de Israel (incluyendo Judea y Samaria), una mayoría de 66% que están beneficiándose de un fuerte viento de cola demográfico.
*Ex embajador y director del grupo Second Thought: A U.S.-Israel Initiative
Fuente: Hatzad Hasheni. Versión NMI