Las parashiot Behaalotjá y Beshaláj hablan sobre el maná que cayó en el desierto y alimentó al pueblo judío durante 40 años. El Talmud cuestiona: «Está escrito: ‘Y cuando el rocío cayó sobre el campamento por la noche, el maná cayó sobre él’ [es decir, el maná caía dentro del campamento]. Y está escrito: ‘Y salieron y lo recogieron’ [esto indica que el maná caía fuera del campamento]. Y está escrito, ‘Ellos caminaron y recogieron’ [lo que implicaría indica que el maná estaba lejos del campamento].
¿Cómo son las tres cosas posibles al mismo tiempo?
El Talmud explica que los tres versículos se refieren a tres grupos diferentes de personas: para los justos, descendía en la puerta de sus casas [en el campamento]; la gente «promedio» debía salir [del campamento] y lo recogía; los “malvados» debían caminar lejos para obtener el maná.
El Talmud también explica los tres términos diferentes utilizados por la Torá para el maná: «pan», «productos horneados» y «molido [en un molino]». Para los justos estaba listo para comer, tal como el pan; la persona promedio tenía que hornearlo, y los malvados tenían que empezar por molerlo para convertirlo en harina.
El maná se llama «pan de los cielos» o «grano de los cielos». La bendición que se decía antes de comer maná era Hamotzí léjem min hashamáyim («El que saca el pan de los cielos»), o Hanoten léjem min hashamáyim («El que da el pan de los cielos»).
La diferencia entre el pan de la tierra y el pan de los cielos es que el pan de la tierra requiere una cantidad tremenda de preparación y esfuerzo. Comienza con arar, luego sembrar el campo. Después, se espera a que crezca el trigo. Posteriormente hay que segarlo, juntarlo, trillarlo, trocearlo y, finalmente, molerlo en un molino. A ello todavía hay que agregarle unos pasos más. Para cuando tenga una barra de pan disponible, se habrá consumido mucho tiempo y energía. Después de toda esa labor, resulta que el pan no es un alimento que se digiere totalmente; el cuerpo envía el exceso a los intestinos para evacuarlo. Por otro lado, el pan de los cielos, dependiendo de quién se era, tenía poca o ninguna preparación, ya que era un alimento completo, no producía desperdicio alguno.
Este pan de los cielos alimentó a todos los judíos en el desierto, ya fueran justos, normales o malvados. Incluso los malvados tuvieron la experiencia de alimentarse sin desperdicios a evacuar. Eso significa que incluso cuando se convertía en parte del cuerpo, el maná permanecía en su estado original. El maná, por lo tanto, tenía un impacto en la persona que lo consumía. Como dicen nuestros sabios, «La Torá no fue dada para exponerla, sino a aquellos que comieron el maná», porque el maná los impactó y los convirtió en la gente adecuada para la tarea.
El maná afectó a todos los judíos de manera individual, ya que cada uno forma parte de la Torá y tiene una manera única de entenderla. El maná no tuvo un efecto inmediato en la persona, que causaría que se arrepintiera instantáneamente de una acción incorrecta al ingerirlo. Los malvados permanecían igual incluso después de comerlo; por eso todavía tenían que caminar lejos del campamento para recogerlo, y necesitaban molerlo. Esa es la razón por la cual, durante los 40 años en que comieron el maná, algunos hicieron cosas que enojaron a Dios. El Creador manifestó: «Y me probaron estas diez veces». Sin embargo, ciertamente tuvo algún efecto en ellos, y finalmente, cuando hicieron teshuvá, seguramente que comer el maná impactó positivamente en su regreso a Dios.
Esto nos ayuda a aclarar otra rareza que encontramos sobre el maná. Se dice en nombre de Rav Saadia Gaón que, si nos encontramos en un lugar distante y no sabemos qué parashá leer, deberíamos leer la parashá del maná. Algunos incluso dicen que la razón de esto es que Dios manifestó la parashá del maná en Shabat.
Hay muchas parashiot que se enunciaron en Shabat, entre otras la de los Diez Mandamientos, los cuales contienen a toda la Torá. ¿Por qué deberíamos leer específicamente sobre el maná cuando tenemos dudas sobre qué leer?
Como se mencionó anteriormente, a pesar de que el maná alcanzaba hasta los niveles más bajos del pueblo e incluso los impíos lo consumían, se mantenía en su estado original. Primero caía del cielo a la tierra y luego era consumido por todo tipo de personas, tanto justas como perversas.
El Shabat tiene la misma calidad. Desde un nivel tremendamente alto, es capaz de conectarse a los niveles más bajos. Sin embargo permanece intacto, manteniendo su alta estatura en todos los niveles de existencia.
Sobre Shabat, la Torá dice: «El cielo y la tierra y todos sus componentes se completaron [vayejúlu]». La palabra vayejúlu tiene una traducción alternativa, de la palabra kilyón, para alcanzar el éxtasis. Sin embargo, en lo que respecta a Shabat, significaría elevarse a un alto nivel espiritual, porque no salió de sí mismo, siguió siendo el mismo. El verso se leería así: «El cielo y la tierra y todos sus componentes fueron elevados». Esto sucede todos los Shabat. El mundo entero se eleva a un nivel de éxtasis, a un lugar espiritual muy elevado, el elevado nivel del Shabat.
Es por eso que, en Shabat, no solo es una mitzvá comer y beber, sino que es una mitzvá disfrutarlo. El placer en sí es una mitzvá.
Durante la semana debemos comer para poder sobrevivir y cumplir nuestras tareas. No hay un requisito específico en obtener placer de ello, ya que los placeres mundanos hacen que uno se vuelva áspero. Pero en Shabat, el placer no solo hace que uno no se vuelva áspero, sino que por el contrario es algo sagrado. Es una mitzvá.
Dado que la luz de Shabat impregna toda la existencia, tenemos la regla de que incluso una persona completamente malvada no miente en Shabat. No significa que él haga teshuvá en Shabat: sigue siendo la misma persona, con todos sus errores, pero la luz de Shabat tiene un efecto tan profundo en él que no miente.
Ahora podemos entender por qué leemos la parashá del maná. Tanto Shabat como el maná tienen la cualidad única de que afectan todos los niveles de existencia, pero su santidad permanece completamente intacta. La parashá del maná, por lo tanto, pone de relieve la esencia del Shabat.
Por otro lado, las otras parashiot, incluidos los Diez Mandamientos, aunque sin lugar a dudas son elevados, no revelan la esencia del día de Shabat.
Todo en el mundo se refleja en la Torá. Los dos tipos de pan, el pan de los cielos y el pan de la tierra, se encuentran en el estudio de la Torá. La Torá se llama pan, ya que nutre nuestra esencia.
El pan de la tierra es el estudio de las partes reveladas de la Torá. Con gran esfuerzo adquirimos el conocimiento de la Torá revelada. Incluso cuando entendemos bien una parte de ella, ella está plena de argumentos y opiniones.
El pan de los cielos, por otro lado, es la parte interior u oculta de la Torá, «en la que no hay preguntas ni argumentos».
Es un error pensar que solo porque se llama «pan de los cielos» no es para todos los judíos. Por el contrario, al igual que el maná, la Torá interna es para cada judío, sin importar dónde se encuentre espiritualmente. Y si le enseñas a una persona que aún no está transitando los caminos de Dios, con el tiempo seguramente se dirigirá a Él para que le indique el camino.