Luciano Mondino*
Los palestinos deben rendir cuentas de por qué mientras distintos gobiernos y organismos internacionales envían millones de dólares en concepto de ayuda humanitaria, la radicalización terrorista en menores de edad aumenta de forma considerable, y se convierte en el primer insumo del terrorismo palestino en su guerra contra Israel.
Un adolescente palestino fue neutralizado el 30 de agosto en la estación de tranvía Shivtei Israel de Jerusalén tras atacar con un cuchillo a un civil israelí. El atacante, de tan solo 14 años, era originario de Beit Hanina, un sector mayoritariamente árabe de Jerusalén Este, y murió instantáneamente. Israel en tan solo 24 horas sufrió cuatro ataques terroristas consecutivos que fueron dirigidos hacia su población civil.
Niños palestinos disfrazados de terroristas islamistas. Hoy en día, algunos pequeños de esa edad ya reciben armamento real
(captura de pantalla)
Aunque existen también los escépticos, el terrorismo palestino es una de las aristas inconclusas en el conflicto palestino-israelí que más se ha agravado en los últimos tiempos, y aquí es muy poca la culpa que se pueda cargar sobre el Estado de Israel. Desde 1995, la educación (como también su desviación hacia el adoctrinamiento) es exclusiva responsabilidad, en primera instancia, de la Autoridad Palestina en los territorios de Judea y Samaria, y de la agrupación terrorista Hamás en la Franja de Gaza.
También hay que cargar su importante cuota de responsabilidad sobre un organismo casi de prerrogativa como es la UNRWA, la agencia de la ONU para refugiados palestinos, que delante de sus ojos ha visto cómo en las escuelas que han levantado en los territorios se distribuye material alentando el antisemitismo y la judeofobia. Durante tanto tiempo se ha confundido a la víctima con el victimario que hoy ya es muy difícil volver atrás.
También hay que cargar su importante cuota de responsabilidad sobre un organismo casi de prerrogativa como es la UNRWA, la agencia de la ONU para refugiados palestinos, que delante de sus ojos ha visto cómo en las escuelas que han levantado en los territorios se distribuye material alentando el antisemitismo y la judeofobia
El uso de los niños por parte del terrorismo no es nuevo, y hay ejemplos a lo largo de la historia que los ubican como casos de radicalización en menores de edad, insumos necesarios en una guerra que los palestinos quieren y probablemente necesiten enquistar en el tiempo. El ecosistema político del Oriente Medio ya les es a los palestinos totalmente adverso, desde que los países del Golfo y otros de mayoría musulmana fuera de la región han empezado a olvidar a la causa palestina como la piedra en el zapato de sus políticas exteriores. Es por esto por lo que el terrorismo, que no es más que la planificación de la violencia contra la población civil para causar terror, es la cara de la frustración e impotencia palestina de no haber podido evitar que Israel renaciera en 1948 y se haya consolidado como uno de los países más importantes del mundo frente a la adversidad.
Casos como el del adolescente abatido en Jerusalén también se han replicado en los últimos veinte años, y se catalogan como los adolescentes que actúan para una misión suicida. Un tercio de los atacantes de la “intifada de los cuchillos” en 2016 eran adolescentes provenientes de Judea y Samaria, territorio bajo control de la Autoridad Palestina y al-Fatah desde los Acuerdos de Oslo entre 1993 y 1995. Si los niños nacen, se crían y se educan en el odio no es culpa de Israel, sino de los líderes palestinos y de la indulgencia de los organismos internacionales.
En 2002, un bebé de tan solo unos meses fue envuelto en un cinturón explosivo y le fue colocada una insignia de Hamás en Hebrón, dando a conocer al mundo una imagen inédita que resumía a los niños bomba: en los territorios bajo control palestino prolifera un odio visceral, que se hereda y se trasmite como si fuera una enfermedad hereditaria. El odio a Israel acompaña al parto a las mujeres palestinas que, acorde al mundo islámico, parecieran estar solo dispuestas a dar a luz para aportar soldados a la guerra santa.
La famosa foto del bebé con cinturón suicida que conmocionó al mundo en 2002. Tal vez ese niño ya cumplió el deseo de sus padres y maestros, inmolándose en algún ataque terrorista
(Foto: El País)
Con tan solo 13 años, otra adolescente palestina llamada Ruqaya Abu Eid fue abatida en 2016 tras intentar asesinar con un cuchillo a un guardia de un puesto de control israelí. Pocos días atrás ocurrió algo similar con Morad Bader Adais, de tan solo 15 años, quien asesinó a una mujer en presencia de sus hijos, y un joven palestino hirió con gravedad a una mujer embarazada israelí en Tekoa.
En octubre también de 2016, dos primos, Ahmed Manasra de 13 años y Hassan de 15, apuñalaron a dos adolescentes israelíes en Pisgat Zeev, lo que terminó valiendo la detención de Manasra y el abatimiendo de Hassan.
Las misiones suicidas son cometidas también por niños que reciben el nombre en árabe de Ashbal al-Quds (los niños de Jerusalén), haciendo así realidad una fatal premonición e idea de Yasser Arafat, uno de los exponentes del terrorismo internacional, quien había dicho en los años noventa que su legado estaba en que los niños palestinos levantaran la bandera palestina en Jerusalén, la capital de Israel. En ellos continúa incidiendo una pornografía terrorista amplificada en redes sociales, y que acusa a los judíos de ser responsables de todos los males.
A pesar de los millones de euros que las autoridades palestinas han recibido durante años por medio del programa PEGASE (donde participan los Estados miembros de la Unión Europea y la Comisión Europea), la incitación al odio contra Israel en el sistema educativo palestino continúa generando la base ideológica para que se repliquen los atentados en el territorio israelí.
La mayoría de esas escuelas siguen los programas de la Autoridad Palestina y su brazo armado, al-Fatah, donde la narrativa de la Nakba y la negación de la existencia de Israel son elementos indispensables. Allí se rechazan los Acuerdos de Oslo, los procesos de paz con otros estados como Egipto y Jordania, y la normalización con los países de mayoría musulmana. Las escuelas palestinas son la alegoría de la caverna de Platón, donde las sombras que se proyectan al interior son el antisemitismo, la judeofobia y la negación a la existencia de Israel.
La mayoría de esas escuelas siguen los programas de la Autoridad Palestina y su brazo armado, al-Fatah, donde la narrativa de la Nakba y la negación de la existencia de Israel son elementos indispensables. Allí se rechazan los Acuerdos de Oslo, los procesos de paz con otros estados como Egipto y Jordania, y la normalización con los países de mayoría musulmana
Nadie, en ningún organismo internacional ni en ningún país miembro de la Unión Europea que aporta al programa PEGASE de ayuda humanitaria a los palestinos, puede afirmar que esos millones de euros que han ingresado a las arcas palestinas no son los que hoy financian la maquinaria terrorista que golpea ya de forma repetitiva en cada Shabat.
Confundir a la víctima con el victimario durante tanto tiempo ha creado un monstruo que será muy difícil de extirpar. Europa continúa financiando a ese monstruo, que también irá por los europeos.
*Analista internacional argentino
Fuente: PorIsrael.
Versión NMI.