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S in tregua se titula el libro autobiográfico que Hillo Ostfeld Z’L escribió junto con su hija Trudy en 2009. Y no es casualidad que le haya puesto ese título, porque así fue como vivió su vida: sin descanso, vigoroso y sumamente activo, optimista sobre el futuro y con una presencia que irradiaba energía contagiosa. Cuando tenía un objetivo y se fijaba una meta, nada lo detenía. Hoy estamos aquí para rendir un homenaje a la vida, larga vida, de Hillo, para honrar su memoria, su trayectoria, su amor y generosidad por su comunidad, por Venezuela y por Medinat Israel. Tantas vicisitudes que le tocó vivir; pero eso fue precisamente lo que le dio la motivación, el impulso y la inspiración para que con mucho esfuerzo lograra convertirse en un gran empresario y dedicarse con entrega a la comunidad. Era un hombre auténtico, con un extraordinario carisma y personalidad, firme en sus convicciones y con una memoria providencial. ¡Charlar con Hillo era toda una experiencia enriquecedora! Uno siempre aprendía algo nuevo, a la vez que era ameno y divertido escuchar sus historias y anécdotas personales. Cuando volvía a contar otra vez alguna de sus vivencias, uno creía que ya lo había escuchado todo, pero no, siempre había un detalle nuevo, interesante, y narrado con un buen sentido del humor.
Eso sí, cuando tenía que decir algo, lo hacía claro y raspao. Recuerdo cuando el año pasado fuimos recibidos los dirigentes comunitarios en Miraflores para conversar, entre otros temas, de nuestra preocupación por la seguridad, el antisemitismo, el restablecimiento de las relaciones con Israel, y ya casi al final del encuentro le dijo al presidente Maduro: “Yo soy más viejo que todos ustedes, tengo más de 90 años, así que puedo decir lo que el resto de las personas aquí presentes no se atreve”, y con serenidad, asertividad, vehemencia y valentía impresionantes y ante la mirada de asombro de todos, le cuestionó lo errónea de su política económica, que tenía que cambiarla urgentemente porque el venezolano estaba pasándola mal, y lo beneficioso que sería para el país volver a tener relaciones con Israel para aprovechar sus avances tecnológicos, especialmente en el área agrícola y de farmacología, para contrarrestar la escasez de alimentos y medicinas. ¡Así era Hillo!
Ante cualquier situación en la comunidad, ¿quién mejor que Hillo, con su experiencia invalorable, para ejercer el rol de conciliador y dar un sabio consejo? Las puertas de su oficina y de su casa estaban permanentemente abiertas para ayudar y colaborar. Los que tuvimos el privilegio de conocerlo y de compartir tantas horas en el devenir comunitario sabíamos que siempre podíamos contar con él. Eternamente preocupado por la comunidad y su futuro.
Cuando lo llamaba para visitarlo en su oficina, muy cerca de la mía, apenas a 5 minutos caminando, siempre, pero siempre me recibía con premura. Con sus ojos claros y su mirada profunda, escuchaba pacientemente y con atención cualquier planteamiento, como buen oyente que era, y luego con su voz firme y diáfana, daba su recomendación. Siempre había una idea magistral y muy adaptaba a nuestros tiempos. Era un hombre sumamente práctico, un líder auténtico que sabía guiar y manejar situaciones porque conocía mucho la psicología del ser humano. Siempre estaba al día y muy bien informado de todo. Recuerdo que en una ocasión, ante una consulta, como si me estuviera leyendo la mente, me dijo “Yo sé ya que lo decidiste, pero igual te voy a dar mi consejo”.
Al final decía: “Yo sólo estoy dando mi opinión y una orientación, tengo absoluta confianza en las decisiones de la junta directiva quien tiene en sus manos la responsabilidad. Yo soy simplemente un consejero. Cuenten con mi apoyo incondicional”.
Lo mismo ocurría cuando le iban a pedir una donación: no existía un no para cualquier carencia o necesidad. Ahí estaba, al pie del cañón. Su generosidad no tenía límites para diferentes causas.
Con todas estas acciones Hillo estaba dando fiel cumplimiento a su promesa de ayudar cuando tuviera posibilidades a todo quien lo necesitara, para retribuir la asistencia recibida por las comunidades judías durante esos tiempos oscuros y estremecedores que le tocó vivir.
Estos últimos años, ante reiteradas voces que pretenden banalizar y negar la existencia del Holocausto, Hillo Ostfeld se dedicó a contar su historia y a compartir con todos su terrible experiencia en la Shoá, a lo largo y ancho de Venezuela, para vencer el silencio y la indiferencia, esclarecer, educar y difundir a las generaciones futuras para que nunca jamás se repita esta tragedia que sufrieron nuestros hermanos.
Todavía recordamos su impresionante discurso como orador de orden en la sesión plenaria de la Asamblea Nacional en 2016 con motivo del Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto, cuando los miembros de todas las fracciones políticas se conmovieron al escuchar a viva voz su sufrimiento vivido durante la Shoá.
Recuerdo como anécdota que cuando nos presentamos en la Asamblea Nacional no era nada seguro lo de su intervención y menos que lo dejaran hablar más de 5 minutos. Yo le dije: “Ya estamos aquí, ojalá que todo salga bien, se está haciendo todo lo posible”, pero no se sabía que podía pasar. A lo que respondió: “Yo necesito por lo menos 20 minutos para relatar mi historia; si no, no sirve”. Les confieso que el que estaba realmente ansioso era yo: sabía lo significativo de su participación ante la Asamblea y al país, tanto para él como para nuestro pueblo y la comunidad. Yo tenía preparado mi discurso escrito, guardado en el bolsillo interior de mi chaqueta, de sólo 3 minutos de duración, por sino accedían a darle el tiempo requerido por Hillo. Al final, le dijeron que sólo le permitían 10 minutos, habló casi media hora y ya sabemos el resultado: lo ovacionaron varias veces, especialmente cuando al concluir sus palabras expresó un mensaje de su autoría que lo resumía todo: “El ejército ruso me salvó la vida, Israel me dio la dignidad humana y Venezuela me devolvió la fe en los seres humanos. No hay ser más noble sobre la tierra que el venezolano”. Hace un año se inauguró la Cátedra de Estudios sobre el Holocausto “Hillo Ostfeld” de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes y el Grupo de Investigaciones Ideas en Libertad de la Escuela de Historia. Para Hillo lo importante no era que la cátedra llevara su nombre. Su mayor preocupación era que las nuevas generaciones se olvidaran del Holocausto como el peor desastre de la historia de la humanidad.
Y por supuesto, detrás o, mejor dicho, al lado de un gran hombre siempre hay una gran mujer: su inseparable Klara, por más de 70 años, también sobreviviente del Holocausto, compañera de lucha en este maravilloso viaje por la vida, construyendo juntos, luego de ese aciago período y sobre los escombros de su sufrimiento, una gran familia, y sembrando sus raíces en una Venezuela llena de oportunidades. Gracias a esta unión y de vivir el uno para el otro, con el apoyo de Trudy, y el calor de toda la familia y amigos, se dieron fuerza para poder sobrellevar la prematura pérdida de su hijo Luis y recientemente la de Lony.
Se nos fue un auténtico líder, devoto sionista, un gran patriarca y uno de los bastiones de la Comunidad, su gran legado e imborrable huella seguirán estando presentes en cada ámbito y espacio comunitario. Contribuyó mucho a nuestra formación comunitaria y fue fuente de inspiración para todos. Aprendamos todos a ver el futuro con optimismo aprovechando las oportunidades que nos da la vida como lo hizo Hillo Ostfeld.
¡Que las generaciones futuras sigan su ejemplo de liderazgo, generosidad, identificación con Medinat Israel, entrega, dedicación y contribución al acervo y bienestar de esta comunidad judía, y al desarrollo de nuestra bella Venezuela que Hillo tanto amó! Sería la mejor manera de honrar la memoria y trayectoria de un gran visionario y servidor de la comunidad, quien vivió una intensa vida, sin tregua!
Descansa en paz, Hillo.
En un acto efectuado en la sinagoga del Este de la Unión Israelita de Caracas, se ofreció un homenaje póstumo a Hillo Ostfeld Z’L en presencia de sus familiares, rabinos, directivos de las instituciones comunitarias y público en general. A continuación reproducimos las palabras de Saúl Levine, quien fungió como orador de orden