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H ebraica llega a su quincuagésimo aniversario y es propicio el momento para dejar testimonio de cuánto han realizado tantos hombres y mujeres que dejaron aquí su impronta y su huella. Esta celebración, sin duda, nos obliga a dar una mirada retrospectiva. Es una ocasión propicia para observar con sabiduría su historia y reconocer en nuestra institución lo que es perdurable y debe conservarse con esmero. Pero al mismo tiempo es la oportunidad de ver más allá y proyectar su perspectiva hacia el devenir.
Hebraica se ha conformado en un espacio imprescindible cuando hablamos de la vida de la comunidad judía de Venezuela. Y sin temor a equivocarme en una de las experiencias más exitosas de las comunidades en la diáspora.
Hoy, cincuenta años después, podemos decir que el objetivo que aquellas personas que marcaron al fundarla ha sido cumplido. Porque Hebraica ha sostenido en el proceso histórico sus ideales y ha ido generando y creando los espacios necesarios en función de las demandas de todos aquellos que conforman la institución. Por ello, seguimos en la idea de adaptarnos a las nuevas necesidades, a los nuevos desafíos, porque nos hemos constituido en un lugar para el encuentro, para la educación y la formación, para el deporte, para la cultura y para vivir nuestro judaísmo.
Al hablar de éxito y de logros, generalmente buscamos aquello que es tangible, lo que podemos tocar, ver, admirar.
Hebraica nació de un sueño, movido por la energía de la gente. Nos ha regalado en estos 50 años, entre otras:
Unión comunitaria: Hebraica es la hija de nuestras dos instituciones madres, la Unión Israelita de Caracas y la Asociación Israelita de Venezuela, y en estos espacios convergen los intereses de los miembros de ambas kehilot, en una unión armoniosa y exitosa.
Educación para nuestros hijos desde que tienen meses, pasando por Tip Tipot, el Colegio hasta los abuelitos de Edad de Oro.
Formación de líderes: Hebraica ha sido la cuna de la formación y capacitación de dirigentes, profesionales y voluntarios, que han dado continuidad a nuestra comunidad y más allá de sus fronteras.
Sionismo que se respira en todo lo que hacemos, desde el Ivrit en cada puerta hasta el amor que se pone en cada conmemoración en las que Israel es el centro, el propósito, el fin, nuestra inspiración.
Vida en comunidad se dice fácil, pero quienes lo han experimentado en otros confines de la tierra saben que no lo es tanto. Tener una vida en comunidad en la que lo social, lo recreativo, la atención a la familia en todos sus aspectos, el servicio, y la solidaridad, hacen una vida judía comunitaria mashmauti (con real significado y relevancia), en la que el ciclo del año judío se hace sentir y donde nos encontramos en libertad, ejerciendo valores y formándonos para la vida.
Debemos emprender cambios para adaptarnos a la nueva realidad de la comunidad y del país, pero Hebraica es y seguirá siendo un espacio para desarrollar lo mejor de nosotros, para preocuparnos por el prójimo y ocuparnos de él, y para practicar los principios del judaísmo, cada día.
Me siento orgulloso de ser partícipe de este sueño hecho realidad y de poder decirles hoy a todos los que estamos aquí: ¡soñamos y logramos!
Hebraica llega a su quincuagésimo aniversario y es propicio el momento para dejar testimonio de cuánto han realizado tantos hombres y mujeres que dejaron aquí su impronta y su huella. Esta celebración, sin duda, nos obliga a dar una mirada retrospectiva. Es una ocasión propicia para observar con sabiduría su historia y reconocer en nuestra institución lo que es perdurable y debe conservarse con esmero. Pero al mismo tiempo es la oportunidad de ver más allá y proyectar su perspectiva hacia el devenir.