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Daniel Falcón Hubschmann*
C on el reciente reconocimiento de la ciudad de Jerusalén como capital oficial del Estado de Israel por parte de EEUU, el mundo no esperó dos segundos para pronunciarse sobre el tema y, como era de esperarse, varias opiniones controversiales surgieron al respecto. Sin embargo, antes de que me adentre en análisis, creo que hay dos definiciones muy importantes que son de relevancia para el tema;
La primera, de jure, definido por la Real Academia Española como “Por virtud o por ministerio del derecho o de la ley”. Se contrapone a de facto que, según la RAE es, “De hecho (lo que no se ajusta a una norma previa)”. Con estas definiciones ya esclarecidas, podemos avanzar con nuestro análisis.
Primero que nada, hay que entender que Jerusalén es la capital de facto del Estado de Israel, pues no es reconocida legalmente como tal. Sin embargo, siendo la ciudad capital el asiento de poder –es decir, donde se encuentran las sedes institucionales de los principales organismos de gobierno de un Estado–, podemos entonces afirmar que Jerusalén es en realidad la ciudad capital de Israel.
Además, es importante recalcar que el reconocimiento internacional por otros países de que Jerusalén sea o no sea la capital de Israel es inútil, pues al final del día es allí donde están ubicadas las oficinas principales del gobierno israelí, y el reconocimiento o su antítesis no van a cambiar esto.
Sin embargo, hay muchos detractores de este concepto. Argumentan que Jerusalén es un territorio ocupado ilegalmente por el Estado de Israel y que debería ser devuelto. ¿Devuelto a quién? ¿A Palestina? Palestina jamás ha sido un Estado, y nunca ha mantenido control sobre la ciudad de Jerusalén. ¿A Jordania? Tampoco, pues Jordania mantuvo control ilegal de la zona hasta la Guerra de los Seis Días en 1967, profanando muchos de los lugares sagrados del judaísmo en la parte oriental de la ciudad. Entonces, ¿a quién le “devolvemos” esta ciudad que nos hemos “robado”?
También debemos tomar en cuenta que Jerusalén está dividida entre Oriental y Occidental. La parte occidental ha formado parte de Israel desde la Guerra de Independencia en 1949. Allí están ubicadas las oficinas de gobierno israelíes y se la considera por lo general como la parte “moderna” de la ciudad, pues dentro de ella no se encuentra la Ciudad Vieja. Esta última está ubicada en la parte oriental, que dominó el reino jordano junto a Cisjordania desde 1949 hasta 1967, cuando Israel capturó ambos territorios.
Me parece interesante hablar de ambas partes, pues aquí es donde realmente se traba el discurso crítico de que Jerusalén sea parte de Israel. En el plan de partición de Palestina de 1947 se dividió a la zona en 3 áreas: el Estado judío, el Estado árabe y la ciudad de Jerusalén, la cual se mantendría bajo control de las Naciones Unidas por diez años, hasta que sus habitantes pudieran mediante el sufragio decidir su propio destino. Desde 1949, la ONU no reconoce a Jerusalén occidental como la capital de Israel, pues alegan que debería entrar bajo su propio dominio para acatar el plan de partición original. Sin embargo, el mismo argumento no se aplica al área oriental pues, si bien también era parte del área de Jerusalén que “debería estar bajo protección de la ONU”, tanto la ONU como todos los Estados que no reconocen a Jerusalén como capital consideran a la parte oriental como territorios ocupados palestinos por parte de Israel. No veo mucha coherencia aquí.
Por último, quisiera desglosar dos argumentos utilizados con frecuencia en contra de Israel. Por una parte hay quienes alegan (la Unesco) que Jerusalén no tiene conexiones con el pueblo judío y tiene lazos religiosos con el Islam de forma exclusiva. A esto se aúnan quienes alegan que, si bien los judíos arribaron primero a Jerusalén, se fueron hace milenios, y el territorio debería pertenecer a sus habitantes actuales, quienes para ellos son los árabes. En ambos casos, sus argumentos se anulan fácilmente, pues hace 3.000 años no existía el Islam, mientras que sí hay pruebas concretas de lazos entre el pueblo judío y Jerusalén. En adición a esto, si seguimos la línea de pensamiento del segundo argumento, la población que mantiene predominancia dentro de Jerusalén es la judía. Ambos datos son indiscutibles, y quien intente negarlos está inventando hechos históricos.
Hay personas que critican la decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel alegando que fue una movida para su conveniencia o para crear un show en el escenario internacional. Al final del día no importan sus razones, si son por bien o mal, conveniencia o no. Sin importar quién lo reconozca o no, Jerusalén es la capital de Israel, gústele a quien le guste, reconózcalo quien lo reconozca, y dejará de serlo el día que Israel también deje de serlo.
*Estudiante del Sistema Educativo Comunitario