Hace 70 años se celebró el juicio más famoso de la historia: el de los criminales de guerra nazis capturados por los aliados al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El proceso marcó numerosos precedentes que prefiguraron el derecho internacional contemporáneo, y permitió que el mundo conociera en detalle las atrocidades cometidas en nombre de una ideología
Sami Rozenbaum
L a Segunda Guerra Mundial se diferencia del resto de los conflictos bélicos de la historia en que el agresor, el régimen nacional-socialista alemán, no solo se apoderó de los territorios y bienes de los países conquistados, sino que sometió a sus habitantes a horrores sin precedentes, al considerarlos simples objetos que podían utilizarse o descartarse a voluntad. Además, en paralelo a la guerra, los nazis desarrollaron la “solución final”, el programa concebido para exterminar a los judíos y su cultura hasta que no quedara rastro alguno.
Estos actos de barbarie fueron conociéndose desde que Alemania invadió Polonia en septiembre de 1939, y ya para 1942 las máximas autoridades aliadas disponían de información detallada sobre el Holocausto. En noviembre de 1943, cuando resultaba evidente que el Eje nazi-fascista perdería la guerra, Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética publicaron la primera declaración en la que advertían que tras la derrota se perseguiría a los autores de las atrocidades “hasta los confines de la tierra, con el objetivo de hacer justicia”. Tal intención fue reiterada en las conferencias de Yalta y Potsdam de 1945, en las que el presidente estadounidense Franklin Roosevelt, el primer ministro británico Winston Churchill y el dictador soviético Josef Stalin definieron el perfil del mundo de la posguerra.
La indignación entre los líderes aliados era tan grande que en un principio Churchill propuso ejecutar sumariamente a los dirigentes nazis; Stalin, en su estilo tan característico, llegó más allá, al sugerir durante la Conferencia de Teherán de 1943 que se ejecutara al azar entre 50.000 y 100.000 militares alemanes.
Finalmente, el Departamento de Guerra de Estados Unidos creó un proyecto de proceso judicial internacional, del que no existían precedentes. Este proyecto fue aprobado por las tres grandes potencias más Francia, y tras la rendición alemana se fijaron la fecha y el lugar de su inicio: Núremberg, el 20 de noviembre de 1945.
Creación de un nuevo marco legalSegún la Carta de Londres, aprobada el 8 de agosto de 1945, el juicio principal se limitaría a los “principales criminales de guerra de los países del Eje en Europa” (los juicios contra los criminales de guerra japoneses se realizaron posteriormente en Tokio, y basaron sus procedimientos en los de Núremberg). La Carta también estableció que se buscaría castigar las violaciones a la ley internacional y a las normas de la guerra; esto último dejaba fuera del proceso los crímenes cometidos antes del 1º de septiembre de 1939.
La selección de la ciudad alemana de Núremberg obedeció a dos consideraciones fundamentales: contaba con una sede apropiada, el Palacio de Justicia, que había quedado intacto a pesar de los bombardeos y además contaba con una cárcel; y desde el punto de vista simbólico, en Núremberg se habían realizado las concentraciones más importantes del régimen hitleriano —allí se ubicaba la famosa y gigantesca plaza donde el Führer se dirigía a las masas—, por lo cual era un lugar apropiado para marcar el ignominioso fin de ese régimen.
El proceso introdujo acusaciones contra 24 criminales de guerra y siete organizaciones, entre las cuales se incluyó al Gabinete del Reich, las SS (ejército paramilitar responsable de la mayoría de las atrocidades), las SA (tropas de choque), la SD (agencia de inteligencia), la Gestapo (policía política), y el alto mando militar alemán. Las acusaciones fueron:
a) Conspirar para cometer crímenes contra la paz.
b) Crímenes contra la paz: planificar, iniciar y llevar a cabo guerras de agresión, violando tratados internacionales.
c) Crímenes de guerra: violación de las reglas de guerra preexistentes, lo que incluye el asesinato, maltrato o deportación de civiles para ejecutar trabajo esclavo, ejecución de rehenes, saqueo de propiedades; y
d) Crímenes contra la humanidad: exterminio, deportación y esclavización masiva de poblaciones civiles y otros tratos inhumanos, así como la persecución por motivos políticos, raciales o religiosos.
La creación del Tribunal Militar Internacional no tenía antecedentes, como no los tenían los crímenes que debía sancionar. Algunos juristas calificaron los juicios como ilegales, una simple “venganza de los vencedores”; aducían que, en rigor, no podían castigarse delitos —como los crímenes contra la humanidad— que no estaban tipificados en el momento en que fueron cometidos. Sin embargo, en algún momento había que crear un sistema legal que permitiera abordar esos delitos, y las atrocidades del nazi-fascismo no podían dejarse sin castigo tan solo por tecnicismos.
Debe observarse que la Shoá como tal no fue considerada por el tribunal como un crimen separado; se asumía que el antisemitismo nazi estaba fundamentado en motivos utilitarios (beneficio económico, control político) y no que era un fin en sí mismo con raíces ideológicas, que es la noción contemporánea. Sin embargo, el tribunal utilizó más de 800 documentos y recibió el testimonio de una treintena de testigos sobre la “solución final”, incluyendo tanto perpetradores como víctimas, por lo que el asesinato masivo y sistemático de los judíos fue el tema que más destacó en el proceso.
Los fiscales de este primer juicio de Núremberg fueron Robert Jackson por Estados Unidos, Roman Rudenko por la URSS, Hartley Shawcross por el Reino Unido y François de Menthon por Francia.
Los condenados a muerte en el juicio llamado de los “principales criminales de guerra” (1945-46) fueron, en orden alfabético:
Adicionalmente, el tribunal dictaminó que el partido nazi (NSDAP) y las SS fueron organizaciones criminales.
El Tribunal Militar Internacional introdujo la acusación formal el 6 de octubre de 1945. Tres criminales de guerra estaban ausentes: Adolf Hitler y Joseph Goebbels, su siniestro ministro de Propaganda, se habían suicidado el 30 de abril; por su parte, Heinrich Himmler —el principal responsable de la “solución final”— hizo lo propio cuando lo capturó el ejército británico el 23 de mayo.
Este juicio constituyó una de las noticias más importantes en todo el mundo durante su realización, y cada nueva etapa era reflejada por la prensa, la radio y el cine. Los momentos más dramáticos del proceso fueron la proyección de filmaciones efectuadas cuando los aliados liberaron los campos de concentración y exterminio, y las declaraciones como testigos de otros dirigentes y funcionarios nazis de menor jerarquía.
Los jueces y los periodistas presenciaron con estupefacción cómo Otto Ohlendorf, líder de uno de los einsatzgruppen (grupos dedicados al exterminio en territorio soviético), admitía fríamente que dirigió la aniquilación de unos 90.000 judíos; o la de Dieter Wisliceny, un importante miembro de las SS, que describió la organización burocrática del “Departamento IV-B-4” encargado de la “solución final”. También se presentaron testimonios de víctimas: Marie-Claude Vaillant-Couturier, quien había formado parte de la resistencia en Francia y fue internada en un campo de concentración, fue la primera sobreviviente del Holocausto que describió el exterminio masivo. Por su parte, Abraham Sutzkever testificó sobre el asesinato de los 80.000 judíos de Vilna, Lituania.
Tras diez meses de riguroso análisis de las pruebas y de escuchar con atención los argumentos de la defensa y los propios acusados, el Tribunal Militar Internacional llegó a un veredicto el 1º de octubre de 1946: 12 de los acusados fueron condenados a muerte (ver recuadro), tres fueron sentenciados a cadena perpetua, cuatro recibieron condenas de prisión de entre 10 y 20 años, y tres fueron absueltos. De los condenados a la pena capital, Martin Bormann lo fue in absentia, mientras que Hermann Goering se suicidó la noche anterior a su ejecución con una pastilla de cianuro que había logrado esconder.
Las ejecuciones se llevaron a cabo el 16 de octubre de 1946, por ahorcamiento, en la prisión del Palacio de Justicia de Núremberg; los restos cremados se dispersaron en el río Iser.
Después del juicio a los principales criminales de guerra tuvieron lugar en Núremberg otros procesos, que se extendieron hasta 1949. Además se llevaron a cabo unos once juicios específicos sobre los campos de concentración y exterminio.
En Polonia se realizaron en 1947 dos procesos relacionados con Auschwitz. Otros juicios tuvieron lugar en las décadas subsiguientes, como el del campo de exterminio de Belzec (realizado en Múnich entre 1963 y 1965) o el de Treblinka (1964-70); el más largo fue el del campo de exterminio de Maidanek, que se prolongó por más de 30 años hasta que se emitió el veredicto final, en 1981. También hubo juicios especiales para los médicos que experimentaron con seres humanos, para los jueces (ver recuadro), para los industriales y para los comandantes de los einsatzgruppen. Además, en Israel se efectuó el sonado juicio a Adolf Eichmann (1961-62).
Sin embargo, el primer juicio de Núremberg fue el de mayor trascendencia histórica debido a la jurisprudencia que estableció. En primer lugar, está el concepto de que “los crímenes contra la ley internacional son cometidos por personas, no por entidades abstractas, y solo castigando a los individuos que cometen esos crímenes puede aplicarse la ley internacional”; en otras palabras, se sancionó la responsabilidad individual, dejando sin lugar la justificación de haber “obedecido órdenes”. La Declaración sobre Genocidio y la Declaración Universal de los Derechos Humanos (ambas de 1948), así como la Convención de Ginebra sobre las normas de la guerra (1949), fueron asimismo un producto de estos procesos. Finalmente, las conclusiones del primer juicio fueron codificadas en los llamados Principios de Núremberg sobre crímenes de guerra, y en el Código de Núremberg sobre experimentación con seres humanos (1950). La legislación elaborada en los 70 años posteriores ha añadido otros elementos, como que los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad no prescriben. Tal legislación ha sido aplicada en casos de genocidio como los de Camboya, los Balcanes y Ruanda, y es la base de la Corte Penal Internacional de La Haya.
El primer juicio de Núremberg fue el de mayor trascendencia histórica debido a la jurisprudencia que estableció. En primer lugar, está el concepto de que “los crímenes contra la ley internacional son cometidos por personas, no por entidades abstractas, y solo castigando a los individuos que cometen esos crímenes puede aplicarse la ley internacional”
Tomando en cuenta que tras el juicio de los principales criminales de guerra se realizaron muchos más, podría pensarse que la justicia fue bien servida. Sin embargo, esto es cuestionable.
Muchos funcionarios civiles o militares de distinta jerarquía que tuvieron un importante papel en el Holocausto, así como grandes empresarios industriales que se beneficiaron de la mano de obra esclava, recibieron breves condenas de prisión, fueron absueltos o ni siquiera fueron juzgados. Muchos lograron huir al finalizar la guerra y tuvieron vidas tranquilas en Estados Unidos, América Latina, el mundo árabe e incluso en la propia Alemania, tanto Occidental como Oriental.
Además, tras el primer juicio el mundo perdió interés; se iniciaba la Guerra Fría, y los aliados estimaron que era preferible ganarse el favor del pueblo alemán occidental en la competencia con el bloque soviético, perdonando y olvidando.
Por otro lado, algunos responsables de crímenes de guerra o contra la humanidad fueron perdonados informalmente a cambio de sus “servicios” en agencias de inteligencia o de otra índole; uno de los casos más notorios fue el de Wernher von Braun, jefe del proyecto de cohetes V1 y V2 de los nazis, para cuya construcción se emplearon, con su pleno conocimiento, millares de prisioneros esclavos que sufrieron las condiciones más espantosas. Von Braun se entregó a las tropas de EEUU en 1945, y posteriormente se convirtió en el principal cerebro de los cohetes de la NASA y un “héroe norteamericano”. Kurt Waldheim llegó a ser secretario general de la ONU (1972-81), época en que se develó su pasado nazi, lo que no impidió su posterior elección como presidente de Austria. Kurt Kiesinger, también de oscuros antecedentes, fue canciller de Alemania Occidental entre 1966 y 1969.
Los juicios de Núremberg, entonces, no dieron lugar a un mundo de justicia plena; sin embargo, marcaron un precedente que permitió el avance de la legalidad internacional, para que quienes atenten contra los derechos humanos tengan cada vez menos lugares donde esconderse.
Los jueces nazis en el banquillo
Todas las dictaduras producen su propio sistema jurídico para hacer parecer perfectamente legales sus acciones, y el régimen nazi no fue una excepción.
Uno de los juicios más importantes de los realizados en Núremberg fue el proceso a 16 jueces, llevado a cabo en 1947 por las autoridades de ocupación de Estados Unidos en Alemania.
Nueve de estos abogados habían sido funcionarios del Ministerio de Justicia alemán, mientras que los demás habían formado parte de “Cortes del Pueblo” y cortes especiales. Todos fueron acusados de implementar y adelantar el programa de “pureza racial”.
Se consideró que los jueces tenían una responsabilidad especial en las atrocidades del régimen nazi, ya que por su profesión disponían de un conocimiento amplio y profundo de la legislación y de los fundamentos éticos y morales de la justicia, por lo cual estaban perfectamente conscientes de la barbarie a la que estaban brindando justificación.
Diez de los acusados fueron declarados culpables, y condenados a penas de entre 5 años y cadena perpetua; cuatro fueron absueltos, uno no estaba apto para el juicio por razones de salud, y otro se suicidó antes de iniciarse el proceso.
Este juicio fue representado en el cine con un elenco estelar (Judgment at Nuremberg, dirigida por Stanley Kramer, 1961), filme seleccionado por la Biblioteca del Congreso de EEUU para su preservación como una de las obras cinematográficas más significativas de todos los tiempos.