A lgunos creyeron que la nueva política era traer a profesionales de la sociedad civil que no estuvieran maleados por los viejos hábitos a gestionar las instituciones. Otros pensaron que era votar por organizaciones trasversales preocupadas por los verdaderos problemas de los ciudadanos.
Tomemos como ejemplo Gijón: Foro presentó a una reputada cirujana que se acabó haciendo con la alcaldía, mientras Xixón Sí Puede, la marca blanca de Podemos, se convertía en la tercera fuerza del consistorio.
Y ahora usemos el ejemplo del boicot a Israel para considerar el éxito de esta supuesta nueva política: Xixón Sí Puede, junto con su pareja (estable) Izquierda Unida, presentó una proposición para boicotear en ese ayuntamiento todo lo que tuviera que ver con el Estado de Israel, con la excusa de promover los Derechos Humanos. En esto el PSOE actuaba (y actúa) de comparsa.
Se supone que la necesidad de solventar complejos asuntos de política exterior era una prioridad urgente que los ciudadanos demandaban de sus representantes municipales. Y que lo hicieran con una proposición que rezuma antisemitismo, pues se ceba en el Estado judío, el único Estado judío, y solo en ese. No en ninguno de los 50 países musulmanes que no respetan los Derechos Humanos. No en ninguno de los 23 países de la Liga Árabe, ninguno plenamente democrático. No, solo con Israel, el Estado de los judíos y la única democracia de Oriente Medio. Democracia asediada por el yijadismo que también nos amenaza a nosotros.
Pero no solo eso. La resolución presentada también consigue asociar a Gijón al movimiento internacional denominado BDS, que glorifica el terrorismo y busca la destrucción de ese Estado. No la solución de dos Estados, no, sino echar a los judíos al mar.
El acuerdo aprobado también exige la discriminación en Gijón de todas las personas y empresas asociadas o que simpaticen con ese Estado: desde ese momento, todos los amigos de Israel en España, lo que por extensión incluye a la inmensa mayoría de los judíos españoles, no son bienvenidos en Gijón. O serán tratados como sospechosos ciudadanos de segunda. Esta era la nueva política.
O quizá la nueva política era una alcaldesa como Carmen Moriyón que, para no incomodar a IU-Podemos, se puso de perfil y consideró que su responsabilidad como alcaldesa era abstenerse con su grupo y permitir esta barbaridad. Y una vez expuesta públicamente la insensatez, completarla con una huida hacia adelante que incluyó:
La irresponsabilidad de poner a Gijón en el mapa de infamia en la prensa internacional, no tener el coraje para rechazar el antisemitismo y faltar a la verdad eran, para el grupo Foro de Moriyón, la nueva política.
Todo seguía su curso y Gijón se mantenía tan judenfrei como la Alemania de los 30… hasta que se cruzó el fútbol.
El azar quiso que la selección tuviera que jugar contra Israel en la clasificación para la Eurocopa. Y que se eligiera como sede del partido el estadio de El Molinón.
En Israel se conocía perfectamente que ese ayuntamiento había declarado pública y formalmente su hostilidad al Estado judío sin mediar causa alguna. Que la resolución aprobada en su ayuntamiento llamaba de todo a su país y a sus ciudadanos. Y, claro, saltó la indignación. Porque aunque los gijoneses no tengan nada que ver con el racismo ni el odio a los judíos, nadie quiere ir a un lugar donde la autoridad te tacha de bárbaro asesino y rechaza contacto alguno contigo.
Toda esta situación es, además, caldo de cultivo ideal para que extremistas y sectarios de todo tipo vuelvan a exhibir la altura cívica e intelectual de sus ideas, como ya hicieron frente al Teatro Jovellanos. Si se entraron a bofetadas por una representación artística, imagínense la que podrían montar en un estadio de fútbol.
¿En estas condiciones, se puede asegurar al equipo israelí y sus aficionados unas condiciones mínimas, cuando las instituciones locales no colaboran con su seguridad ni bienestar, sino que avivan precisamente la agresividad? ¿No sería mejor, se preguntan con toda lógica, ir a jugar a cualquier otra ciudad de España donde se les reciba con los brazos abiertos?
El fútbol sacó, pues, a la luz con este ejemplo, las miserias y frivolidades de una política que no era nueva, sino tan antigua como los libelos antisemitas y el odio a los judíos. La alcaldesa Moriyón tiene la posibilidad de recobrar la cordura y la valentía y revertir la situación. Si no, el partido no debe celebrarse en Gijón. Y mientras, Gijón seguirá siendo noticia internacional gracias a su consistorio.
*Presidente de Acción y Comunicación (ACOM)
Fuente: ACOM / Enlace Judío (México)