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Rabino Chaim Raitport
S e cuenta sobre un jasid que viajaba por negocios a San Petersburgo que, al finalizarlos, regresaba a su pueblo jasídico, donde ejercía de Rebe. En San Petersburgo utilizaba vestimentas modernas, se mezclaba con quienes hacía negocios. En casa volvía al atuendo jasídico.
Sintiéndose incómodo con el constante cambio de ropaje, decidió usar la indumentaria moderna en casa. El Rebe lo miró extrañado y el jasid le explicó que esa era su ropa de negocios. El Rebe le aseguró que ya lo había deducido. "Pero pensé", dijo el Rebe, "que estabas cómodo con el atuendo de jasid y que el moderno era tu disfraz para negociar. Ahora veo que lo opuesto es lo verdadero. Estás cómodo con tu atuendo moderno y el de jasid es tu disfraz".
Ya sea en medicina, derecho, estudios o negocios, todos los días nos vestimos, salimos de casa y nos enfrentamos al mundo. Nos hacemos de una personalidad que se adapte a nuestro entorno y trabajamos duro para tener éxito. Regresamos al final del día y volvemos a nuestra verdadera personalidad. De nuevo somos un padre, una madre, un miembro de la familia. Aprendemos la Torá con nuestros hijos, celebramos el Shabat y las festividades, cantamos las bendiciones sobre nuestra comida y oramos mañana y noche.
La pregunta es: ¿dónde nos sentimos cómodos? ¿Dónde sentimos que encajamos y pertenecemos? ¿Nos adaptamos mejor a nuestra personalidad secular y profesional, o nos sentimos más cómodos en nuestro yo judío? ¿Cuál es el yo real y cuál es el disfraz?
Al inicio, cuando mandaron a nuestros antepasados al exilio en Babilonia estaban descontentos en ese lugar distante. Se sentaban a orillas del Éufrates y clamaban por Jerusalén. Apenas 70 años más tarde, al terminar el exilio, muchos judíos se habían sentido tan satisfechos que tuvieron que obligarlos a retornar.
Cuando nos desterraron a Europa nos sentimos como trasplantados a un lugar extraño. Los europeos no nos dieron la bienvenida: nos discriminaron y nos persiguieron. Construimos guetos y nos esforzamos por crear una mini-Jerusalen detrás de las paredes de cada gueto. No nos asimilamos a la cultura europea. Vivíamos en Europa pero su cultura era extraña para nosotros. Europa era nuestra residencia, pero allí nunca nos sentimos en casa.
Luego vino la emancipación y todo cambió. Comenzamos a soñar con libertad e igualdad. Empezamos a hablar el idioma de los gentiles y a adoptar sus valores. Ansiamos la aceptación de los no judíos y aspiramos a la integración total. Intentamos soñar el sueño gentil sin lograrlo. A los judíos nunca los abrazó Europa. Continuaron odiándonos y discriminando en nuestro perjuicio. Cuando los nazis vinieron a masacrarnos nuestros amigos europeos nos "olvidaron" de forma conveniente.
Esto es una reminiscencia de lo que le sucedió a nuestro antepasado Yaacov. La Torá nos dice que "Yaacov se estableció en la tierra de las estancias de su padre". Yaacov se instaló y comenzó a sentirse como en casa en la tierra de su padre. Isaac era un residente en la tierra; él nunca se sintió como en casa allí. Se sentía como en casa solo en la sinagoga y la sala de estudio. Yaacov se estableció en la tierra; no era un extranjero, se sintió como en casa.
Yaacov pudo establecerse en el estilo de vida mundano y terrenal del trabajo del campo sin comprometer su sana espiritualidad. Sin embargo, Yaacov estaba abriendo nuevos caminos y todo comienzo está lleno de riesgos. Lo que Yaacov asimiló fácilmente tuvo una influencia corruptora en Yosef. En el momento en que Yaacov se instaló y comenzó a sentirse como en casa, se vio acosado por la tragedia de Yosef.
Al principio, Yosef tuvo sueños grandiosos: conquistar el mundo con sus ideales monoteístas. Soñó que el sol y la luna se postraban ante él. Tenía visiones de gavillas en el campo inclinándose ante él. Los trabajadores y los nobles, los campesinos y los gobernantes, todos se inclinarían ante las enseñanzas de Torá y del Dios de Yosef.
Pero con el paso de los años Yosef dejó de pensar esos triunfos por un tiempo. Se mudó a Egipto y se ensimismó. Dejó de soñar sueños judíos y comenzó a interpretar sueños egipcios. Se asoció con la realeza egipcia y sus costumbres.
Nos debemos preguntar: ¿dónde estamos parados? ¿Somos venezolanos, estadounidenses, europeos, australianos, etc., o somos judíos? ¿Estamos "en casa" en la sinagoga y somos extranjeros en el exterior, o estamos "en casa" afuera y somos extraños en la sinagoga?
Puede pasarse la mayor parte del día en el trabajo sin que este se convierta en su hogar. También puede pasarse la mayor parte de su vida en la diáspora sin convertirla en su hogar. Si somos judíos, entonces Israel es nuestro hogar. Estamos en la diáspora con un propósito: ayudar a que estas tierras sean más santas. Pero esa es nuestra misión, que no convierte el exilio en nuestro hogar.
Cuando la diáspora se convierte en nuestro hogar, cuando nos sentimos cómodos con la cultura, la música, las festividades y los valores no judíos; cuando medimos el tiempo según el calendario secular y olvidamos la fecha judía, lentamente, sin darnos cuenta, perdemos el contacto con nuestro judaísmo. Comenzamos a identificarnos más con nuestros vecinos que con nuestra gente. Adoptamos sus sueños, sus ideales y sus valores.
¿Qué pasa después? Bueno, veamos lo que le sucedió a Yosef. Puso su esperanza en las manos del mayordomo real y se sintió amargamente decepcionado. Como dice la Torá, el mayordomo lo "olvidó". Así como nuestros vecinos europeos nos "olvidaron" cuando los nazis intentaron exterminarnos.
Hagamos lo que hizo José. Se dio cuenta de su error y regresó a su fe en Dios. Cuando fue llamado a interpretar los sueños de faraón, le dio crédito completo a Dios y al mensaje que se había enviado a través del sueño. A partir de este punto Yosef se hizo aún más hábil que su padre en permanecer fiel a su identidad, a pesar de estar integrado dentro de la cultura egipcia. Yosef tuvo éxito y transformó todo Egipto. Todos se inclinaron ante él, pero no fue realmente a él. Fue al mensaje Divino, y al ethos de la Torá.
Nunca más pensó Yosef en Egipto como su hogar. Para él solo en Israel estaría en casa. De hecho ordenó antes de su muerte que transportaran sus restos a la tierra de sus ancestros para su reposo definitivo.
Unos dos siglos después, Yosef finalmente estuvo en casa.
Nosotros también debemos regresar a la sinagoga, a Israel, al judaísmo y a la Torá. Ese día nosotros también estaremos por fin en casa.