Rachel Chocrón de Benchimol
A propósito de esta inédita situación en la que estamos involucrados literalmente todos los seres humanos alrededor del planeta Tierra, existe una característica común en nuestra manera de ser y actuar que sin duda —a mi humilde modo de ver— nos lleva a la frustración y a la desesperanza, una y otra vez.
Este fenómeno lo describo de la siguiente manera: las personas, en su afán de querer seguir controlando todo a su alrededor, optan por lanzar vaticinios, estadísticas y estudios basados en sus propias especulaciones, cuyo objetivo principal es la negación a aceptar que no somos dueños de nuestros destinos, y que existe una fuerza mayor y superior que hasta el día de hoy se expone de manera clara y evidente, dejándonos atónitos y presos del miedo y la incertidumbre, ante circunstancias insospechadas para las cuales no hay explicación ni solución por ahora.
Nos empeñamos en querer seguir “dirigiendo nuestras vidas”, y por eso muchos intelectuales, investigadores, economistas y politólogos se lanzan al ruedo cibernético de las redes sociales, alertando, previendo y especulando con supuestas estadísticas que generan a su vez más frustración e incertidumbre, pues al no ser certeras causan un efecto contrario a la seguridad y a la credibilidad que buscan captar en el lector.
Somos tan egocentristas, petulantes, arrogantes y orgullosos que no queremos dar nuestro brazo a torcer en reconocimiento a una frase célebre del filósofo Aristóteles: “Solo sé que no sé nada”. No nos damos por vencidos, y por medio de análisis y especulaciones políticas, económicas y sociales, nos negamos a que Dios maneje el mundo y que nosotros, como Su creación, cumplamos expresamente con Su voluntad, y con la misión que Él nos encomendó y para la cual fuimos creados.
Nuestro ego se resiste a sucumbir ante la presencia de algo superior que nos maneja, y Quien de manera clara y evidente, hoy más que nunca, lleva en Sus manos el control absoluto de esta difícil situación, de esta evidente prueba de fe para toda la humanidad.
Y así vamos en el trascurrir de los días, sobresaturados de una información que nos aturde, nos paraliza, creando en nuestras mentes un torbellino que no nos deja ver con claridad y objetividad el verdadero alcance de esta insospechada situación o cómo enfrentarla, con cautela pero sin caer presas del pánico.
En lo personal, pienso que a medida que seamos responsables de nuestros actos, siguiendo las recomendaciones sanitarias que los organismos de la salud nos dictan, y entendiendo que esta situación es muy compleja y carente de parámetros comparativos que nos ayuden a descifrarla y etiquetarla, lo mejor y más sano para nuestra salud emocional —que también es muy importante— lo constituye el hecho de fortalecer nuestra fe, nuestra emuná, y ponerla en práctica (que es lo más difícil), haciendo nuestra parte como seres humanos, y dejarle el resto a Dios. ¡Literalmente, entregarle nuestra carga a Él! desde nuestros cansados hombros a los de Quien de seguro velará por nosotros y nos sacará de este atolladero con salud, paz y la alegría de haber superado esta dura prueba agarrados figurativamente de la mano de nuestro Creador. La vida es una prueba constante, y esta que estamos atravesando a nivel mundial así lo certifica.
Repito una y mil veces: Ein od mi levadó, no hay nada fuera de Su alcance.
Escuchemos lo que nuestros sabios aconsejan, aquellos que estudian Torá, sin duda la fuente de vida por excelencia. Controlemos el flujo de información que hace que colapsemos y entremos en una constante depresión y frustración, producto de internalizar que como humanos no tenemos la capacidad de control de esta y de ninguna situación que se presente en nuestras vidas.
Vivamos un día a la vez, con metas diarias que nos permitan sentir satisfacción al poderlas ver realizadas. El hoy es lo que vives, el mañana Dios dirá; y de nuevo, no está en nuestras manos asegurar y prever el futuro. De repente la palabra “planificación” dejo de tener sentido en nuestras vidas, y aunque nos cueste, debemos aceptarlo como un hecho y un aprendizaje.
Seamos solidarios, practiquemos nuestro amor y preocupación por el prójimo (que da mucha satisfacción interna), y recemos a Dios todo el tiempo que sea posible, pues esta es la única herramienta capaz de cambiar y mejorar nuestro presente, para así BsD aspirar a un mejor futuro.
Roguémosle de corazón que ponga fin a todo este sufrimiento mundial, y que ilumine a los seres humanos, dándoles herramientas para encontrar la cura que termine con esta pandemia lo más pronto posible. Que de Su mano venga la salvación, pues es Él quien lo puede todo.
Reconociendo a Dios como el Rey de Reyes, depositando nuestra confianza en Él y dejando nuestra carga en Sus hombros, saldremos adelante poco a poco, y se abrirán caminos de paz, tranquilidad, abundancia y prosperidad, encabezados por la salud, que es el tesoro más preciado que un ser humano puede tener.
Con cariño y humildad, Rachel Chocrón de Benchimol,
Leiluy Nishmatá Esther Kamhi bat Rajel.