“Y se corrompió la tierra ante Dios, y se colmó la tierra de hurto” (6, 11)
Esta era la condición del mundo al momento de que la devastara el Diluvio.
Cabe notar que la Torá de forma explícita señala que la humanidad no salió de sus márgenes y se convirtió en una sociedad inmoral, sino que sus acciones se desviaron de a lo que a “ojos” de Dios debería ser lo correcto, como está escrito: “ante Dios”, y, aparentemente, no de los ojos de la sociedad.
¿A qué se refiere la Torá con esto? ¿Y si a ojos de todos hubieran hecho el mal, entonces no habría mandado Dios su destrucción por medio del Diluvio?
El libro Najalat Moshé, ZT”L, explica: “Dicen nuestros sabios en el Talmud Yerushalmi: “¿De qué forma la gente de esa generación robaban? Los vendedores sacaban una caja de legumbres a vender, y personas pasaban y robaban – calculando con precisión – menos de una peruta, es decir, menos del valor mínimo que la ley considera para imponer castigos. En otras palabras, cada uno que pasaba – y no eran dos o tres – robaba tal cantidad, y el vendedor no podía hacer absolutamente nada al respecto.
A ojos de la sociedad no hubo hurto alguno, en el tribunal no procede, pero para la visión del Todopoderoso ciertamente sí. De hecho estos “ladrones-correctos”, no veían la necesidad de arrepentirse, ya que, desde su perspectiva no habían hecho nada malo. Así, la cantidad de pecados llegó a un nivel crítico, pues no había nadie que se ocupara en expiarlos, la única solución fue la destrucción total de la humanidad”.
En esta oportunidad la toráh pone de manifiesto que una falta “menor” puede llegar a ser mucho más grave que una de mayor calibre y ampliamente conocida. Por cuanto que por la segunda es más obvio arrepentirse y rectificar los caminos, no así por la primera, ya que su insignificancia los hacen perderse en el mar de los pretextos: “A final de cuentas ¿Qué le robe? ¿Por una cantidad tan insignificante se va a empobrecer? ¡Solamente quería probar el producto para ver su vale la pena comprarlo!”
Nuestra relación con el Todopoderoso es como un sube y baja. En ocasiones nuestras acciones no son las mejores, podríamos hacer mucho más, y sin duda hay que reflexionar, retornar. Pero a veces nos sentimos que actuamos de forma correcta, y que nuestro proceder es envidiable, no hay nada de qué arrepentirnos o cambiar el rumbo. Pero es justo en este momento cuando más debemos poner atención, no dejar de lado aquellos “pequeños e insignificantes” errores, pues son ellos los que – a final de cuentas – pueden inclinar la balanza hacia el extremo negativo.
La introspección y la auto-conciencia, deberá ser una constante en nuestras vidas.
Si queremos tener acceso a todo el bien reservado para nosotros en este año, no dejemos pasar por alto las “letras pequeñas” de nuestro contrato con Dios.
Shabat Shalom