Este lunes 24 de julio quedará registrado como uno de los más dramáticos en la historia de Israel. En la Knesset, Parlamento, fue aprobada por 64 votos a favor y 0 en contra —ya que la decisión de la oposición fue boicotear simbólicamente la votación— la enmienda de ley por la cual la Suprema Corte de Justicia ya no podrá cancelar o frenar decisiones o nombramientos del gobierno aunque las considere “extremadamente irrazonables”.
La coalición y la parte del pueblo que la apoya —que lejos está de ser pequeña, pero no es la mayoría de la ciudadanía— consideran que con eso se devuelve a la relación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial un equilibrio que fue alterado, según consideran, por iniciativa de los jueces supremos. Quienes se oponen a ello, lo consideran el simbólico comienzo de un proceso de seria debilitación o destrucción de la democracia israelí.
Varios diputados de la coalición se toman un selfie para celebrar la aprobación de la ley con su principal artífice y promotor, Yariv Levin (Foto: Flash90)
Siento la necesidad, nuevamente, de hacer unas aclaraciones.
Claro está que la democracia israelí no se termina por la enmienda aprobada este lunes. Claro está también que esta limita la capacidad de control judicial sobre el gobierno. Cualquier gobierno.
El propio Ministro de Justicia, Yariv Levin, reiteró en el podio de oradores de la Knesset, al celebrar la votación, lo que dijo siempre: que este es el primer paso. No son interpretaciones para criticarlo. Es el reflejo de su línea, que se ha impuesto
No, el país no se termina con la cláusula de la irrazonabilidad, pero el problema va mucho más allá de la misma. Y trataremos de explicarlo en forma concreta.
El plan del gobierno va mucho más allá de la ley recién aprobada. El propio Ministro de Justicia, Yariv Levin, reiteró en el podio de oradores de la Knesset, al celebrar la votación, lo que dijo siempre: que este es el primer paso. No son interpretaciones para criticarlo. Es el reflejo de su línea, que se ha impuesto.
Contrariamente a la terminología utilizada, “reducción del argumento de irrazonabilidad”, no ha habido ningún cambio en el texto original planteado. No solo que la Suprema Corte no podrá bloquear decisiones y nombramientos por más alocados que sean, sino que tampoco podrá obligar al ministro de Justicia a cumplir con su deber de convocar a la comisión que nombra a los jueces, algo que ya ha dicho que no hará, aunque es necesario, hasta que no logre cambiar su composición.
Por más que Netanyahu sea el que sale después a hablar al pueblo —distorsionando los hechos sobre los intentos de diálogo—, la línea que se impone en la práctica es la de los elementos más radicales de su gobierno. No es buen augurio para nada
De no ser por las protestas multitudinarias, por los cientos de miles de israelíes que salen a la calle a manifestar desde hace ya 30 semanas, la reforma presentada por Levin a comienzos de enero, un peligro absoluto para la democracia, quizás ya estaría aprobada definitivamente. No solo la ley de hoy sino mucho más, todo lo que se presentó en su momento. Lo que lo frenó fue la masiva reacción popular. Y se trata de una reforma que en determinado momento el propio ministro de Justicia reconoció que no era democrática.
En la sesión de hoy de la Knesset, en vivo, las cámaras de televisión registraron una escena increíble. En la mesa del gobierno, el primer ministro Netanyahu estaba sentado, leyendo algo, casi todo el tiempo callado, con el ministro de Defensa Yoav Gallant a un lado y el de Justicia Levin al otro. La gesticulación de los dos ministros lo decía todo. Gallant después lo confirmó: que intentó hasta el último momento convencer a Levin a moderar la redacción de la ley, a proclamar la suspensión por un tiempo de la legislación para dar chance al diálogo y a hallar una solución de término medio. Levin no estaba dispuesto a nada. Netanyahu optó por la línea extremista de Levin, aun sabiendo de los peligros sobre los que advierte Gallant. Por más que Netanyahu sea el que sale después a hablar al pueblo —distorsionando los hechos sobre los intentos de diálogo—, la línea que se impone en la práctica es la de los elementos más radicales de su gobierno. No es buen augurio para nada.
Netanyahu, quien no fue a las elecciones con esta “reforma” como parte de su plataforma, hace caso omiso de todas las advertencias
Netanyahu, quien no fue a las elecciones con esta “reforma” como parte de su plataforma, hace caso omiso de todas las advertencias. Digamos que considera realmente que los manifestantes en contra no son más que las de quienes lo apoyan. Lo que le dicen a puertas cerradas los jefes de la cúpula de seguridad no lo sabemos con exactitud, aunque se da a entender claramente que consideran un peligro lo que está pasando. Pero absolutamente todos los exjefes de los principales servicios de seguridad participan en las protestas. O sea los exjefes del Shin Bet (servicio de seguridad antiterrorista) Nadav Argaman, Yoram Cohen, Yuval Diskin, antecesores del actual; los ex jefes del Mossad Tamir Pardo y Yoram Cohen —este último considerado muy allegado a Netanyahu—, quien hace unos días escribió un fuerte artículo sobre lo que está sucediendo; y varios exjefes del Estado Mayor de Tzáhal. También la cúpula económica. ¿A ninguno de ellos considera importante escucharlo?
Seremos reiterativos: la situación es muy preocupante, y no solo por la legislación de hoy.
*Internacionalista, directora de Semanario Hebreo (Montevideo) y semanariohebreojai.com. Fuente: semanariohebreojai.com. Versión NMI.